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Juan Díaz de Garayo, el Sacamantecas, conocido también como Zurrumbón. E.C.
Historias vascas para no dormir

Historias vascas para no dormir

Tiempo de historias ·

La popularización de Halloween es una buena excusa para recuperar leyendas y relatos de terror autóctonos

Lunes, 31 de octubre 2022

Ya está aquí Halloween, para gusto de algunos y disgusto de otros, siendo los primeros quienes se alegran de disfrutar de una especie de precarnaval de miedo y los segundos quienes añoran las celebraciones de Todos los santos y Difuntos 'de toda la vida'. ¿Qué es esta cosa americana de las calabazas vaciadas con una vela dentro? En realidad, sucede que las tradiciones dan muchas vueltas: «Es también común que grupos de muchachos fabriquen seres fantasmagóricos colocando velas encendidas dentro de remolachas, nabos, calabazas... vaciados y con agujeros formando ojos, nariz y boca que se sitúan al borde de caminos o lugares de tránsito. En el valle de Carranza reciben el nombre de 'espantos'», dice el 'Atlas etnográfico de Vasconia', elaborado por los grupos Etniker bajo la dirección de José Miguel de Barandiarán y Ander Manterola. «Asimismo se cuentan episodios en que grupos de chicos o jóvenes 'se aparecen' a personas crédulas o mendigos, cubriéndose con sábanas o arrastrando cadenas». ¿Truco o trato? Para qué, si tenemos 'ziria ala saria', entre otras muchas fórmulas propias.

Puesto que al final parece inevitable la imposición del modelo festivo 'importado', con sus disfraces de plástico y máscaras de Michael Myers, siempre se puede recurrir a la recuperación de las historias de miedo de casa para darle un toque autóctono. Estas son cuatro de ellas.

  1. El Sacamantecas

    El hombre del saco de verdad era alavés

El Sacamantecas, el temible hombre del saco al que las abuelas de antaño recurrían para meter en vereda a los niños traviesos o que no querían comerse la sopa o irse a la cama, fue un personaje real. Desgraciadamente. De Juan Díaz de Garayo (1821-1881) suele decirse que fue el Jack el Destripador alavés, pero en realidad debería decirse que Jack fue el Sacamantecas londinense, pues el criminal y violador de Eguílaz cometió sus fechorías antes. Noveno hijo de una familia de campesinos, era analfabeto y trabajó como criado, en Vitoria, y en el campo. Entre 1870 y 1879 violó y asesinó a seis mujeres, de edades comprendidas entre los 13 y los 55 años. La fama de Sacamantecas le vino del cuarto asesinato, producido apenas ocho días después del tercero -una criada de 13 años- cuando el pánico ya había cundido en Vitoria, el de una joven a la que Garayo estranguló y evisceró. El asesino fue detenido el 21 de septiembre de 1880 y agarrotado en el Polvorín Viejo de Vitoria el 11 de mayo de 1881.

  1. Gizotso

    El hombre lobo que habita «en parajes selváticos»

Cosas de la aculturación, la imagen que se viene a la cabeza al pensar en licántropos es la de actores como Lon Chaney, Michael Landon o David Naughton en plena transformación, o en libros como 'El ciclo del hombre lobo', de Stephen King. Pero, al igual que en Galicia está el lobishome, en Euskadi tenemos a Gizotso. Según las tradiciones recogidas por José Miguel de Barandiarán, «es un ser considerado como monstruo que habita en parajes selváticos», que a veces aparece cargado de cadenas. Cuentan que en Aginao, Zeanuri, vivía una mujer. Desde Urkia vieron que el gizotso venía de Bidarbineta y gritaron a la mujer: «'La de Aguinao, apresúrate, porque te viene el gizotso'». Corrió la víctima pero el monstruo «se le adelantó y le arrancó los pechos».

  1. Sorgin

    El numen que puede transformarse en animal

Según explicaba Barandiarán, en la cultura tradicional vasca la palabra sorgin -que tanto valía para la bruja como para el brujo- designaba a una gran variedad de personajes, númenes y genios, así como a sus víctimas -sorgin es también el embrujado-. En muchas leyendas, la sorgina tiene la facultad de transformarse en un animal. Uno de estos relatos, recogido por Toti Martínez de Lezea en su 'Leyendas de Euskal Herria', cuenta cómo una mujer que dedicaba las noches a hilar era visitada por un terrorífico gato negro que le decía «¿los de la casa durmiendo y tú hilando?». La etxekoandre se lo contó a su marido, que resolvió esperar una noche al animal disfrazado como su mujer. Apareció el gato y al ver la barba de la 'hilandera', le dijo «¿cómo? ¿Siendo hombre e hilando?», a lo que él respondió «¿cómo? ¿Siendo gato y hablando?» Después, golpeó al animal, hiriéndolo en una pata. Al día siguiente, la vieja vecina del caserío de al lado apareció cojeando, con una pierna vendada.

  1. El cazador errante

    Un cura que dejó sin celebrar una misa por una liebre

Las leyendas de personajes condenados a vagar eternamente para castigar sus faltas, al estilo de Ahasverus, el judío errante, o del marino Holandés errante, también existen en la mitología vasca. El protagonista toma forma de un cazador destinado a deambular por los bosques «en castigo a su afición desordenada», según escribió Barandiarán. «El cazador es generalmente un cura, que dejando a medio celebrar la misa, partió con sus perros tras una liebre, y no ha vuelto ni volverá nunca de su excursión». El sacerdote en cuestión recibe muchos nombres, siendo quizá el de Mateo-txistu el más conocido. Según la leyenda, a Mateo no se le ve, pero se le oye lanzar su silbido, respondido por «el triste aullar de sus perros», por los bosques y montañas, en su batida eterna.

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