Fray Pascual de Vitoria, viajero intrépido y mártir del siglo XIV
Tiempo de historias ·
En su empeño por evangelizar a «sarracenos y cristianos herejes», el fraile alavés llegó hasta el actual Afganistán. Dejó escrito su viaje como si fuera un itinerario de exploraciónSiempre se ha creído que, durante la Baja Edada Media, Europa, metida en guerras fratricidas, estaba ensimismada. No se tiene en cuenta a los grandes viajeros, empezando por Marco Polo, que se lanzaron hacia Oriente en cuanto se fue conociendo que allí existe un gran país que se llama China con el que parece obligado comerciar y mantener buenas relaciones, incluso evangelizarlo.
Dos judíos de Tudela, Yehuda Ha Leví (1070-1141) y Benjamín de Tudela (1130-1173) fueron los primeros que saliendo del país Vasco-Navarro, exploraron Oriente Medio y nos describieron un mundo de riquezas e idiomas diferentes. Otro de esos viajeros valientes de primera hora, que además escribió su aventura como si se tratara de un itinerario de exploración, fue Fray Pascual de Vitoria.
En el siglo XIV, a Vitoria ya habían llegado noticias de los martirios de franciscanos en Marruecos y Ceuta y el del Padre Esteban en Tartaria (año 1334). Marco Polo ya había dado a conocer su aventura en China y el mundo cristiano había retomado con fuerza la necesidad de evangelizar ese nuevo mundo ante el empuje musulmán. Una de las estrategias de los reinos cristianos era rebajar la influencia mahometana mediante una presencia religiosa potente y el comercio entre los dos continentes.
Fray Pascual de Vitoria, saliendo del convento que existía desde mediados del siglo XIII en lo que hoy ocupa la subdelegación de gobierno, fue uno de aquellos enviados. Partió, según algunos, en 1333 y, según otros, en 1335. Tomó la ruta hacia Francia acompañado del fraile cántabro Gonzalo de Trastorna. En Aviñón, donde se encontraba entonces el Papa, recibe la bendición del superior de la orden franciscana, Gerardo de Odón. Luego baja hasta Asis para honrar al fundador de la orden y sube a Venecia, donde embarcan rumbo a Oriente. Por una carta que escribió a sus superiores sabemos que navegó por el Adriático hasta Helesponto (Dardanelos) y Constantinopla. En otro barco viajó por el Mar Negro, el mar de Azov hasta desembarcar en la costa de Gazaria (Crimea).
Así lo contaba en su carta: «Volviendo a embarcarnos, navegamos por el Mar Negro, de profundidad inconmensurable hasta arribar a Crimea, predio de los tártaros; de allí, por otro mar, también insondable, llegamos a Tana (Azof). Habiendo llegado yo antes que mi compañero, marché en carro tirado por caballos, en compañía de algunos griegos, hasta Sarai (Stalingrado-Volgogrado); mi compañero junto con otros religiosos alcanzaba Urganth. También yo deseaba ir con él pero, habiendo pedido consejo, preferí aprender primeramente la lengua de aquella región y, por la gracia de Dios, aprendí la lengua camánica y la escritura vigúrica que son las usadas en todas estas regiones o posesiones de los tártaros, persas, caldeos, medos y el reino de Cathay».
«Mi compañero salió de Urganth para volver ahí; yo, aborreciendo volver al vómito y anhelando alcanzar la indulgencia plenaria concedida a los misioneros que llegamos a estas tierras, así como la tienen concedida los que peregrinan a Jerusalén y que solamente la alcanzan los que perseveran hasta el fin, no quise volver. Desde que aprendí la lengua camánica prediqué frecuentemente y sin mediación de intérprete, la palabra de Dios, tanto a los sarracenos como a los cristianos cismáticos y herejes. En esto, recibí un mandato de mi Vicario para que, por mérito de la santa obediencia, continuara la peregrinación interrumpida. Pasado el año de estancia en Sarai, ciudad sarracena en el Imperio de los tártaros, situada en la jurisdicción de la vicaría franciscana aquilonar –donde un año antes padeció glorioso martirio a manos de los sarracenos un hermano nuestro en religión llamado Esteban– me embarqué en una nave en compañía de algunos armenios para surcar el río Tigris, bordeando la orilla del mar llamado Vatuk (Mar Caspio) alcanzamos Saraschuk tras de doce días de navegación».
Tomando en Saraschuk «un carro tirado por camellos, en penosísimo viaje, arribamos el quincuagésimo día a Urganth, ciudad límite del Imperio de los Tártaros y de los Persas, conocida también por el nombre de Us, donde descansa el cuerpo de Job».
Entre los Medos, de religión musulmana, padece sufrimientos que no se pueden contar. Fray Pascual predica a Jesucristo «ridiculizando los sofismas, las falsedade y la ceguera de su falso profeta Mahoma». Durante 25 días discute con los caídes e imanes musulmanes ante la mezquita. Estaba tan entregado que ni comía.. «Los hijos del diablo trataron de sobornarme ofreciéndome mujeres, doncellas, oro y plata, propiedades y ganado y cuanto material puede anhelar un corazón en este mundo. Al observar que despreciaba todos sus ofrecimientos, me despreciaron y calumniaron de mil diversos modos, maltratándome bárbaramente durante dos días, lapidándome, quemando al fuego mi rostro y mis pies, arrancándome la barba y llenándome de calumnias, insultos y afrentas», escribe.
Lo que Fray Pascual de Vitoria llama peregrinación va llegando a Armalek, situada en el corazón del imperio de los Medos, en la Vicaría franciscana de Cathay, muy cerca de la actual Herat, en Afganistán, cerca de la frontera con China. «Desde Urganth, límite de los Imperios Persa y Tártaro, hasta Armalek, viajé durante cinco meses, solo entre tantos sarracenos, predicando sin cesar con la palabra, con el ejemplo y hasta con mi santo hábito. Ellos frecuentemente me propinaron veneno, trataron de ahogarme en el agua y me maltrataron con una crueldad incapaz de poder ser expresada en una carta. Puedo dar gracias a Dios porque espero aún padecer mucho más por su santo Nombre. En Armalek, Imperio de los Medos, en la fiesta de San Lorenzo de 1338», finaliza el escrito.
Según algunas crónicas, la actividad misionera de Fray Pascual fue muy efectiva, hasta el punto que la orden envió a seis misioneros más. Contaba con la protección del mismísimo emperador mongol. Se fundaron gran número de iglesias, conventos, hospicios y capillas que sirvieron para el proselitismo y para sostener el culto. Pero aquel clima excelente duró poco. Un mahometano, favorito del gran Kan, llamado Alisonda, dio muerte con veneno al emperador y a cuatro de sus hijos. El nuevo soberano inició una terrible persecución contra los cristianos. Los frailes fueron los primeros en caer. A Fray Ricardo de Borgoña, Prelado de la grey católica, anciano venerable, le siguieron Raimundo Rufo, Francisco y Lorenzo de Alejandría, Pedro Martiolo y Juan de la India. Especialmente crueles fueron los mahometanos con el vitoriano. Tras darle una paliza le cortaron las narices, orejas, extremidades de los pies y las manos y finalmente, lo degollaron. Corría el año 1342.
Fray Pascual, que se convirtió así en el primer mártir vasco, hizo antes de morir una predicción: que el violento usurpador caería antes de un año con el mismo hierro que él había usado en aquel magnicidio, algo que sucedió porque fue asesinado por uno de sus ministros.