Fray Francisco de Beráscola, ¿el primer 'futbolista' vizcaíno?
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Una campaña propuso convertir en patrón de los jugadores de balompié a este mártir franciscano de Gordexola, un gigantón que se sumó a los juegos de los indígenas americanos a los que trataba de evangelizarCARLOS BENITO
Jueves, 10 de octubre 2019, 13:54
De fray Francisco de Beráscola se ha llegado a decir que fue el primer europeo que jugó al fútbol, aunque la afirmación suena un tanto exagerada. Por un lado, resulta evidentemente incontrastable quién fue el primero en practicar un deporte en su versión embrionaria, por llamarla de algún modo. Y, por otro, aquel juego que el religioso vizcaíno compartió con los indígenas de Florida no era precisamente fútbol, ni siquiera se nos ocurriría identificarlo como tal, aunque es cierto que compartía con el moderno balompié la regla básica de no utilizar las manos y el objetivo de introducir el balón a través de un hueco acotado (eso sí, el suyo era una especie de aro colgado de la copa de un árbol). Quizá sea menos aventurado formular que fray Francisco fue el primer vizcaíno que jugó a la pelota con los pies, un chutador pionero, y por eso en Euskadi se hizo campaña durante años para convertirlo en patrón de los futbolistas.
Según recoge la profesora Isabel Arenas Frutos en su aportación al volumen 'Euskal Herria y el Nuevo Mundo', Francisco de Beráscola nació el 13 de febrero de 1564 en Gordexola. Era hijo de Domingo de Beráscola y María Sáez de Castañiza, ambos de ascendencia hidalga, y lo bautizaron en la iglesia de San Juan de Molinar. Del franciscano encartado sorprendían su imponente talla física (que le valió el apodo de 'El Gigante Cántabro') y su fuerza hercúlea, de la que haría gala a ambos lados del Atlántico. En 1595, se embarcó con once compañeros de orden para evangelizar a los indios de La Florida. Según recoge Arenas Frutos, llevaban «seis casullas, seis albas, seis amitos, seis manteles de altar, seis corporales, seis palias, seis cálices, varias vinajeras, cuatro misales pequeños, hierros de sacar hostias y algunas campanas».
La presencia de fray Francisco en América aparece reflejada en 'La Florida', el poema de más de 22.000 versos que escribió otro ilustre franciscano, Alonso Gregorio de Escobedo. En él explica que «Veráscola, famoso vizcaíno, natural del lugar de Gordejuela, / por ser varón doctísimo y benigno, / en ocupar su puesto se desvela». También dice de él que «por su valor era temido, / pues solo con su fuerza era bastante / a rendir la del más feroz gigante». Y especifica además que «solo este vizcaíno nuestro amigo / ganó de muchos indios la victoria / luchando contra ellos pecho a pecho / y tirando la barra largo trecho». Fray Francisco desarrolló la mayor parte de su labor evangelizadora en la misión de Santo Domingo de Asao (en la actual isla de St. Simons, en el estado de Georgia), donde se esforzó en aprender la lengua de la región y en confraternizar con sus pobladores, siempre con un talante deportista y competitivo que le llevó a participar en el famoso juego de pelota.
Palos, pedradas y cuchilladas
La estancia de Beráscola en el Nuevo Mundo no duró mucho y concluyó de manera trágica. En septiembre de 1597, el hijo de un cacique instigó una rebelión, enfadado porque los curas europeos se oponían a que practicase la poligamia y harto también de los abusos y desprecios del nuevo gobernador. Los sublevados dieron muerte a cinco religiosos. Uno de ellos fue fray Francisco, que en aquel momento no se encontraba en la misión pero regresó en cuanto pudo, con el propósito de apaciguar los ánimos. En su obra 'Sangre vizcaína en los pantanos de La Florida', publicada en 1948, el franciscano Ignacio Omaechevarría detallaba que, tras azotar al religioso de Gordexola, los indios intentaron prenderle fuego, pero una súbita lluvia torrencial apagó la hoguera. Finalmente, lo mataron a palos, pedradas y puñaladas. Fray Francisco está incluido desde 1941 en la lista de mártires católicos en Estados Unidos, pero todavía no ha sido beatificado.
En Gordexola, el recuerdo de su ilustre paisano sigue vivo: en 1964 se puso su nombre al frontón y en 1967 se levantó una cruz en su memoria, además de la placa que conmemora su bautismo en la iglesia de San Juan de Molinar. Durante décadas, se organizaron encuentros anuales para impulsar su beatificación, con programas que combinaban las misas solemnes, el folclore y las competiciones deportivas. Pero, además, su anecdótica experiencia deportiva dio a la figura de fray Francisco un alcance mucho mayor, que trascendió los límites de su pueblo. En 1980, el entonces presidente del Athletic, Beti Duñabeitia, firmó una petición en favor de su beatificación. Y, allá por los años 50 y 60, cundieron las propuestas más o menos serias de que se le hiciese patrón de los futbolistas, con apoyo incluso del obispado de Bilbao.
«Fue el primer vizcaíno que chutó el balón. Puede, pues, ser considerado como uno de los suyos por los futbolistas y, en general, por los deportistas», argumentaba en 1963 este diario. Las representaciones pictóricas del religioso siempre hacen hincapié en su vínculo con el deporte: tanto la estampita con oraciones para rogar por su beatificación como el cuadro que le pintó Luis Torres Pastor en 1964 lo presentan junto a un indio que sujeta un balón. Pero, por desgracia, al bueno de fray Francisco ya se le ha colado por la banda un rival italiano: en 2010, el obispo austriaco Alois Schwarz nombró patrón de los futbolistas a San Luis Scrosoppi.
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