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Un grupo de niños muestra el tramo del túnel donde ocurrieron los hechos Gil del Espinar/Espiga/'Ahora'
Forajidos en la Zona Minera: el doble crimen del túnel de la Orconera

Forajidos en la Zona Minera: el doble crimen del túnel de la Orconera

Tiempo de historias ·

En noviembre de 1932, tres ladrones asaltaron en la oscuridad al listero y el escolta que acudían a pagar los jornales de los empleados de la Franco-Belga y los mataron a tiros

CARLOS BENITO

Jueves, 16 de enero 2020, 00:58

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Las viejas historias de la Zona Minera dejan a menudo cierto regusto a 'Far West'. La crónica negra de la comarca a finales del siglo XIX y principios del XX abundaba en sucesos sangrientos y en estallidos de violencia desatada, que de algún modo sirven como retrato de una sociedad en formación, con reglas propias que no acababan de acomodarse a la norma general, similar en algunos rasgos a la idea del Oeste americano que han perpetuado la literatura y el cine. En 1932, cuando se cometió el doble crimen del túnel viejo de la Orconera, la prensa local escogió para referirse a sus autores una palabra que conserva ese sabor a tierra sin ley: los responsables del asalto habían sido «unos forajidos» embozados con pañuelos negros. Se podría añadir que se trataba de unos forajidos un tanto chapuceros, ya que mataron a dos personas y ni siquiera se llevaron el suculento botín, aunque por otro lado también es verdad que supieron hacerlo de manera que su crimen quedase impune.

Como todos los sábados, el 12 de noviembre de 1932 se activó el operativo de la empresa Franco-Belga para abonar a los mineros sus salarios semanales. La entrega se realizaba en metálico y exigía mover una buena cantidad de dinero. Un empleado partía de las oficinas de la firma en Bilbao y viajaba hasta Ortuella en el tren de las diez de la mañana. Una vez en su destino, repartía los fondos entre los tres pagadores de la sociedad, que a su vez emprendían sus respectivas rutas por la comarca para dejar la cantidad requerida en manos del responsable de cada explotación.

La boca del túnel y retratos de Florentino Tamayo y del cadáver de Eulogio Corada.
La boca del túnel y retratos de Florentino Tamayo y del cadáver de Eulogio Corada. Gil del Espinar/Espiga/'Ahora'

Uno de esos tres intermediarios era Florentino Tamayo, de 58 años, nacido en el pueblo burgalés de Valpuesta y residente en Ortuella. En su recorrido le acompañaba aquel día el guarda jurado Eulogio Corada, de 59 años y vecino también de la localidad minera, de donde era originario. Florentino y Eulogio iniciaron su itinerario en el barrio de Cadegal y después se encaminaron hacia la mina 'Concha II'. Decidieron ir por el viejo túnel de la Orconera, muy utilizado como atajo por los habitantes de la zona: se trataba de un pasadizo por el que, originalmente, discurría uno de los trazados ferroviarios de las minas, aunque a aquellas alturas ya había quedado en desuso e incluso se habían levantado las vías. El túnel medía unos doscientos metros, con la peculiaridad de que, debido a su trazado en curva, había un tramo en el que reinaba una oscuridad casi completa. Justo ahí, protegidos por las sombras, se habían apostado los forajidos.

Según recogieron las informaciones de prensa, era Eulogio quien llevaba al hombro el saquito de lona, forrado de cuero por dentro, con las 3.500 pesetas de los jornales. A eso de las dos y media de la tarde, los dos hombres entraron en el túnel. Lo que ocurrió allá dentro también quedó envuelto parcialmente en oscuridad, aunque algunos testimonios permitieron reconstruir parcialmente los hechos. Parece que, cuando los asaltantes gritaron «¡arriba las manos!», el guarda jurado empuñó su carabina, pero no tuvo tiempo de abrir fuego porque se le adelantaron los ladrones, que dispararon al menos siete tiros. La única bala que alcanzó a Eulogio resultó mortal de inmediato, ya que entró por la parte alta de la espalda y le atravesó el corazón. Florentino, en cambio, recibió cuatro impactos -dos en un brazo y otros dos en el vientre- y pudo llegar hasta el exterior del túnel, donde se apoyó en un poste y dio voces para llamar la atención de unas mujeres. Lo trasladaron al hospital minero de Triano y desde allí, en una ambulancia del Instituto de Higiene, lo llevaron a Basurto, donde falleció pasadas las diez de la noche.

La niña Valentina

Los investigadores que acudieron al lugar descubrieron, con sorpresa, que el saco con el dinero estaba debajo del cadáver del desventurado guarda. Al marcharse del túnel, los asaltantes también habían dejado atrás los pañuelos con los que se tapaban la cara, seguramente por entender que sin ellos llamarían menos la atención en su huida hacia Ortuella. Los agentes de Vigilancia localizaron además siete casquillos del calibre 7,35 y una bala sin disparar. También pudieron interrogar a varias personas, entre las que destacaba una niña de 12 años, Valentina, que iba a hacer un recado en Gallarta y coincidió con Florentino y Eulogio en la boca del túnel. El listero, de hecho, le propuso que caminase con ellos, pero la muchacha receló de los adultos y prefirió adelantarse. Ya estaba cerca de la salida cuando le llegaron desde atrás las voces de los salteadores (gracias a ella se supo lo de «arriba las manos») y el estruendo de los disparos. Valentina estuvo a punto de convertirse en la tercera víctima mortal del ataque, ya que una bala perdida le atravesó la blusa y le dejó una marca «sin lesión» en la espalda. Además, al echar a correr, perdió los 45 céntimos que llevaba para el recado.

El pagador logró salir del túnel y apoyarse en el poste de la foto.
El pagador logró salir del túnel y apoyarse en el poste de la foto. Gil del Espinar/Espiga/'Ahora'

Los funcionarios tomaron declaración a varias mujeres y a obreros de la mina 'Concha' y de la escombrera del Zarzal, que habían visto pasar a los tres sujetos antes o después de su acción. Varias de estas personas coincidieron en destacar que uno de los maleantes llevaba la gabardina al hombro y que otro presentaba una marca en la cara, como una especie de arañazo. Se daba la circunstancia de que, en las inmediaciones del túnel, había una pareja de la Guardia Civil con la encomienda de proteger a otro pagador, el de la mina 'Carmen', pero desde donde estaban ni siquiera se enteraron de lo que ocurría en el interior del pasadizo.

Los funerales conjuntos por Mariano y Eulogio se celebraron en Ortuella, con todos los comercios cerrados y una comitiva fúnebre en la que participaron unas cuatro mil personas. Mientras tanto, los encargados del caso proseguían sus investigaciones y, a mitad de la semana siguiente, practicaron dos detenciones. Se trataba de Julián Serín, de 21 años y residente en el barrio de Las Calizas (Abanto), en cuyo domicilio se localizó una prenda que podía ser la famosa gabardina, y de un vecino de Gallarta conocido como 'Zapaterín', que fue puesto en libertad. También se difundió que se buscaba a otro sospechoso, el militante comunista Nicolás Chopitea, que no fue apresado hasta 1934.

Finalmente, los tres acusados en el juicio -que se celebró en febrero de 1935- fueron Serín, Chopitea y un tercer individuo llamado Pedro Santisteban, pero las pruebas contra ellos eran muy endebles y no dejaban nada clara su supuesta culpabilidad. El propio fiscal, que había pedido en sus conclusiones provisionales 21 años de cárcel para cada uno de los procesados, acabó retirando los cargos. Los tres quedaron en libertad.

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