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La popa del Endurance con el nombre y estrella polar emblemática. Falklands Maritime Heritage Trust and National Geographic
Endurance barco: Descubren los restos del Endurance, el barco hundido de Shackleton
Hallazgo en la Antártida

Descubren los restos del Endurance, el barco hundido de Shackleton

Una expedición logra localizar y filmar el gran icono de las exploraciones antárticas. El hallazgo da alas a la fiebre por recuperar los restos hundidos de los barcos con los que se ensancharon los límites del planeta

Miguel Gutiérrez-Garitano

Miércoles, 9 de marzo 2022, 09:40

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Sir Ernest Shackleton, el explorador irlandés de las derrotas épicas, es una de las figuras más admiradas de entre las que configuran el panteón de los héroes polares; y eso a pesar de que nunca consiguió sus objetivos, pero sí traer de vuelta y con vida a todos sus hombres tras firmar algunas de las proezas humanas más sonadas. Hoy ha vuelto a la actualidad. Los restos naufragados de su barco, el Endurance, han sido hallados el pasado fin de semana tras una intensa campaña de exploración en aguas de la Antártida, en el mar de Weddell, 107 años después de que fuera a pique.

La más famosa de todas esas proezas exploratorias se produjo en plena Primera Guerra Mundial. Mientras en Europa se despedazaban entre embarradas trincheras, Shackleton partió hacia la Antártida al mando del rompehielos Endurance, con el ambicioso plan de cruzar a pie la Antártida de un extremo al otro. La expedición se conoció como la Expedición Imperial Transantártica. Pero el barco quedó atrapado en el mar de Weddell, sin ni siquiera llegar al lugar marcado como punto de partida. Tras varias semanas atrapados en el hielo, los exploradores abandonaron el barco antes de que este se hundiera. Y protagonizaron un regreso a mar abierto tan dramático como heroico. Conocemos las coordenadas del punto donde el Endurance quedó atrapado gracias al marino neozelandés Frank Worsley, su capitán, que las midió y anotó con toda precisión. Y ahora, por fin, vemos imágenes del pecio capturadas por drones submarinos.

El éxito ha sido colectivo. A principios de enero partió de Ciudad del Cabo la misión bautizada como Endurance22, a bordo del rompehielos Agulhas II y capitaneada por el explorador polar John Sears; la expedición buscaba localizar, filmar y estudiar los restos del legendario buque. Para ello han usado vehículos-robot submarinos Sabertooth, además de tecnología capaz de mapear el fondo marino y realizar una reconstrucción del pecio en 3D. No es la primera vez que lo intentan, pues el mismo equipo -y a bordo del mismo barco- tuvo que suspender la búsqueda en 2019, tras quedar, como Shackleton y sus hombres, atrapado en el hielo en el mismo mar de Weddell en medio de una climatología muy adversa.

La expedición ha comunicado este miércoles 9 de marzo que el barco ha sido hallado y ha facilitado las imágenes. «Cien años después de la muerte de Shackleton, Endurance fue encontrado a una profundidad de 3008 metros en el mar de Weddell, dentro del área de búsqueda definida por el equipo de expedición antes de partir de Ciudad del Cabo, y aproximadamente a cuatro millas al sur de la posición registrada originalmente por el capitán Worsley», señala el comunicado del grupo expedicionario.

El director de la misión, Mensun Bound, también mostró su entusiasmo. «Estamos abrumados por nuestra buena fortuna de haber localizado y capturado imágenes de Endurance. Este es, con mucho, el mejor naufragio de madera que he visto en mi vida. Está erguido, bien orgulloso en el fondo marino, intacto y en un brillante estado de conservación. Incluso se puede leer 'Endurance' arqueado en la popa, directamente debajo de la barandilla. Este es un hito en la historia polar».

Vídeo. Grabación submarina de los restos del Endurance. «El mejor naufragio de madera que he visto en mi vida», según el director de la misión. Falklands Maritime Heritage Trust

«Sin embargo, no todo se trata del pasado; estamos llevando la historia de Shackleton y Endurance a nuevas audiencias y a la próxima generación, a quienes se les confiará la protección esencial de nuestras regiones polares y nuestro planeta. Esperamos que nuestro descubrimiento involucre a los jóvenes y los inspire con el espíritu pionero, el coraje y la fortaleza de aquellos que navegaron en el Endurance a la Antártida. Rendimos homenaje a las habilidades de navegación del Capitán Frank Worsley, el Capitán del Endurance, cuyos detallados registros fueron una inestimable ayuda en nuestra búsqueda para localizar los restos del naufragio», ha finalizado Bound.

El rompehielos Agulhas II, a través del cual se ha desarrollado la misión.
El rompehielos Agulhas II, a través del cual se ha desarrollado la misión. Falklands Maritime Heritage Trust and Nick Birtwistle

La fiebre por recuperar barcos continúa

El hallazgo del Endurance cierra un capítulo, pero no el libro que relata la nueva fiebre por recuperar los barcos que ensancharon nuestro mundo.

Nos encontramos en los primeros años del siglo XXI, en pleno verano ártico; dos pescadores inuit tratan de hacer su agosto en la bahía del Terror, una perdida ensenada de la remota isla canadiense del Rey Guillermo. Mientras se afanan tras el pescado descubren un mástil que sale del agua y deciden fotografiarlo. Aunque, dada la dureza de su actividad, al fotógrafo, Sammy Kogvik, se le cae la cámara y la pierde. A veces los más grandes descubrimientos se deben a un somero detalle o una simple casualidad. Y este avezado cazador inuit, miembro asimismo de las fuerzas armadas canadienses, sabe que ha descubierto un buque histórico, el H.M.S. Terror, uno de los míticos barcos del explorador John Franklin. Sin embargo, decide callar porque no posee fotos que acrediten su descubrimiento y porque el agua ha derribado finalmente el mástil y ya nada puede apreciarse de la histórica embarcación. Pero su silencio no durará eternamente.

Sir John Franklin -un veterano explorador polar que había servido a las órdenes de John Ross y liderado partidas pioneras en el remoto norte de Canadá- desapareció en el Ártico canadiense junto a los 128 hombres de su tripulación mientras buscaba el paso del noroeste, una ruta para unir los océanos Pacífico y Atlántico por el norte. Partieron de Londres en 1845 a bordo de dos buques de proas reforzadas con acero, el H.M.S. Erebus y el H.M.S. Terror.

Llevaban a bordo todo tipo de comodidades, desde una surtida biblioteca, hasta vajillas de lujo más propias de un palacete inglés que de un barco de exploración. A Franklin, sus rivales le apodaban con malicia «El Hombre que Comió sus Botas», por una desastrosa expedición al territorio del río Coopermine, en Canadá, en la que varios de sus hombres perecieron de hambre. A pesar de ello su condición de veterano de las guerras napoleónicas y su dilatada experiencia como explorador y colono, hacían pensar en un inevitable éxito. Pero no fue así y la expedición desapareció para siempre. Algunos apiadados de su viuda -que costeó varias expediciones de rescate-, otros buscando explorar los mismos territorios, los pioneros no dudaron en partir tras sus pasos; las partidas de búsqueda se prolongaron durante décadas. Aparecieron cadáveres, mensajes en mojones y otros restos.

Gracias a estos testimonios sabemos hoy que todo lo que podía ir mal fue mal en la expedición Franklin. La comida mal enlatada produjo un posible envenenamiento en muchos hombres, que enfermaron y murieron. El mismo Franklin murió de un ataque cardíaco en 1847. Después de eso, su segundo al mando, Crozier, tras quedar los barcos atrapados en el hielo, lideró una fatídica fuga por tierra que terminó cuando todos murieron por inanición. Después llegó el silencio y la fascinación del público por un enigma que no terminaba de alumbrarse. La situación de los buques de Franklin se consideró como el gran misterio ártico de nuestra era.

Misterio que quedó desvelado en 2014 cuando arqueólogos de Parks Canadá descubrieron el H.M.S. Erebus a 11 metros bajo el mar, al sur de la Isla del Rey Guillermo. Tras el hallazgo, con la ayuda de la Marina Real Canadiense y el Artic Research Foundation, continuaron buscando a su buque hermano, el Terror. Pero solamente tuvieron éxito cuando el explorador inuit, Sammy Kogvik se sumó a la búsqueda y habló a los arqueólogos del hallazgo que había hecho mientras pescaba en Bahía Terror siete años antes. Su testimonio era válido y el barco apareció en 2016. El gran misterio ártico quedaba desvelado al fin.

El descubrimiento del Endeavour

La búsqueda de las naves que, bajo el mando de héroes, exploradores o guerreros, ensancharon nuestro mundo, ha sido obsesión del hombre desde que Apolonio de Rodas versó sobre el Argo, sobre cuya cubierta Jasón y sus argonautas viajaron al mítico país de La Cólquide, cruzando el mar negro desde Grecia. Desde los viajes der estos pioneros, hasta que Cousteau nos deleitó con su sabiduría a bordo del «Calipso», muchas son las naves que han fascinado a los amantes de la Historia.

En el siglo XXI, tras el hallazgo de los barcos de Franklin, se ha desatado una suerte de fiebre en este sentido. A principios de febrero, sin ir más lejos, científicos pertenecientes al Museo Marítimo Nacional australiano han anunciado el descubrimiento del Endeavour -el mítico buque del explorador británico James Cook-, junto a la costa de Newport, Rhode Island. A bordo de esta nave, el explorador, cartógrafo y naturalista inglés circunnavegó el globo cruzando el Pacífico por su inexplorado lado meridional, firmando descubrimientos y estudios que son ya parte de la leyenda. Después, el barco fue rebautizado como Lord Sandwich y utilizado en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, cuando fue hundido en torno a Rhode Island en 1778. Basándose en las descripciones y el estudio de su morfología, los científicos australianos aseguran que un pecio del siglo XVIII conocido hasta el momento como «RI2394», es el perdido barco de Cook. Aunque, como suele suceder, el anuncio ha suscitado cierta polémica; porque desde el Proyecto de Arqueología Marina de Rhode Island, entidad científica asociada al equipo australiano, han pedido paciencia y prudencia, calificando el anuncio de «prematuro» y asegurando que aún no hay pruebas suficientes para certificar el hallazgo.

Y hay más. En el mismo año de 2019 un equipo de arqueólogos mexicanos y estadounidenses, descubrió una serie de anomalías en la costa de Villa Rica, que ellos achacan a los restos de los barcos incendiados por Hernán Cortés. Por su parte, el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, Manuel Martín-Bueno, lleva empeñado desde la década de 1990 en demostrar que el buque San Telmo, un navío de guerra español perdido en un huracán cerca del cabo de Hornos en 1820, fue el primero en llegar a la Antártida; y sus náufragos, los primeros en poner pie en aquellas desoladas tierras, lo cual no es baladí, pues dicho hallazgo podría incluso tener consecuencias de índole geoestratégica.

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