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Vista del palacio Escoriaza-Esquivel, en Vitoria. Jesús Andrade

El cura guerrillero que soñaba con crear un seminario

Tiempo de historias ·

Domingo Ambrosio de Aguirre aprovechó el exilio forzoso para hacer fortuna en América y el dinero para hacer obras de caridad y una institución académica

Domingo, 25 de agosto 2019, 22:47

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A mediodía del 18 de abril de 1808, el rey español Fernando VII sale del Ayuntamiento de Vitoria camino de Bayona, engañado por Napoleón que le exigirá su abdicación en beneficio de su hermano José. Los alaveses habían demostrado horas antes su fidelidad al monarca cortando los atalajes de la berlina en las que iba el peor rey de la historia para que no pudiera salir de la ciudad. Fue un anticipo del 2 de mayo.

La escolta que acompaña al Borbón está formada por un escuadrón de caballería francesa y por 22 miembros de una guardia de honor de jinetes alaveses, con el diputado general Pedro Ramón de Echevarría al frente. Pertenecen a las familias más linajudas del territorio foral y entre ellos se encuentra Domingo Ambrosio de Aguirre, de 26 años, sacerdote y párroco de Mendívil, nacido en Gamarra Mayor en 1783. Custodiarán al monarca hasta la muga con Guipúzcoa.

El joven cura, al que se le concederá por ese hecho un despacho de retiro con uso de uniforme de alférez de caballería y alguna inmunidad penal, ya empieza a rumiar su desencuentro con los franceses. En el séquito real también iba el Duque del Infantado, Pedro Alcántara de Toledo, presidente del consejo real, y señor de las tierras de donde eran originarios los padres, abuelos y bisabuelos de Aguirre.

El párroco de Mendvil tiene un enfrentamiento con una columna francesa de las que pasaban por su pueblo desde 1807 y entra en la lista de sospechosos, de «patriotas» del jefe de la Policía de las fuerzas de ocupación, general Bouquet. Otras fuentes hablan de que es acusado de formar parte de la guerrilla, concretamente de una partida tiroteada en Arlabán, en compañía de Silvestre Fernández de Gamboa, el posadero de Ullíbarri-Gamboa. Silvestre era el hombre encargado junto a otros vecinos de avisar del movimiento de tropas francesas hacia Guipuzcoa a las guerrillas de Espoz y Mina y 'Dos Pelos'. Su participación fue clave en la sorpresa de Arlabán, el mayor golpe al Ejército francés por parte de los 'brigantes' vascos y navarros.

Participara o no en la preparación de la sorpresa, o simplemente fuera un patriota comprometido con su rey, fue detenido por Bouquet y su gendarmería. Fueron muchos los sacerdotes y religiosos que en vanguardia, como el famoso cura Merino, o en la retaguardia, lucharon a brazo partido con la guerrilla.

Según uno de los biógrafos de Domingo Ambrosio de Aguirre, Rafael Etxegarai Andueza, la persecución francesa se le hace insoportable y decide huir a Cuba. Corría el año 1811. El párroco de Mendívil atraviesa toda la península, sufre penuria y hambre pero alcanza Cádiz, plaza no conquistada nunca por los franceses. Y desde allí toma un barco rumbo a La Habana.

Una vez allí Aguirre se enfrenta al exilio sin un duro pero gracias a su dedicación al sacerdocio y a la casualidad de que el obispo de la capital cubana fuera un paisano suyo, se transformó en una oportunidad que no desaprovechó. Amparado y protegido por Juan José Díaz de Espada, su confesor en el seminario de Calahorra y nacido en la aledaña aldea de Arroyabe, enseguida consiguió hacerse con otra parroquia, esta en una zona de ingenios cafeteros y azucareros, Guara, al sur de La Habana.

Aguirre era emprendedor y supo compaginar su actividad pastoral con las tareas en el cultivo del café sacando abundantes beneficios.

Pero ese dinero acumulado no se lo guardó para él. Refunda y organiza la Real Casa de Beneficiencia y Maternidad de La Habana, considerada la obra social cumbre del reinado de Fernando VII y es el primer impositor de la Caja de Ahorros de La Habana, fundada un año después de la primera de España la de Madrid (1839) y diez años antes que la de Vitoria.

En 1843 el sacerdote alavés vuelve a España. Llega a Vitoria tras empaparse en Filadelfia (USA) de los conocimientos más modernos para fundar una institución académica: un seminario para formar futuros pastores de la iglesia. La desamortización, el anticlericalismo de algunos gobiernos y la práctica desaparición de los conventos de San Francisco y Santo Domingo habían dejado a la capital huérfana de educación religiosa.

No se lo ponen fácil. Finalmente, tras un intento de quedarse con el convento de Santa Clara, compra el palacio Escoriza-Esquível por 80.000 reales de vellón en 1846 a su propietario Fernando María de Salamanca, heredero de los Escoriaza-Urbina.

La restauración de la conocida como Casa de la Sociedad Bascongada duró varios años y tras un intento frustrado en 1854, el seminario arranca en el curso 1857-58, coincidiendo con la muerte de Aguirre y antes que llegara el obispado vascongado a Vitoria. El Seminario de Aguirre, como se le conoció, convivió con el conciliar desde 1878 hasta 1930, cuando se construyó el nuevo edificio de Beato Tomás de Zumárraga.

No fue la única obra buena de aquel escolta de Fernando VII. Hizo donaciones para la Junta de Diputación de Pobres, para las iglesias de Mendívil y Gamarra Mayor, creó una sociedad de seguros de cosechas para los agricultores y trajo para el Hospicio a las Hermanas de la Caridad, creando una escuela de niños.

Su entierro fue un acontecimiento en la ciudad que le reconoció su gran labor altruista. Su cuerpo descansa en el actual seminario diocesano desde 2011

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