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Noelia de Alda

Crimen sobre el Estrecho: el aviador de Elorrio que se convirtió en héroe de la República

La historia del piloto vasco Felix Urtubi, quien desertó del bando fascista para convertirse en uno de los mejores pilotos de la Guerra Civil

Óscar B. de Otálora

Domingo, 17 de marzo 2024, 02:10

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El 26 de julio de 1936 el estrecho de Gibraltar fue escenario de un drama que refleja lo que es una guerra civil y en el que el protagonista fue el piloto vasco Félix Urtubi. Mientras sobrevolaban el mar, Urtubi tiroteó a su acompañante, el teniente de Regulares Juan Miguel de Castro Gutiérrez, hasta acabar con su vida. Este crimen permitió a Urtubi, al que el golpe de Estado había sorprendido en el bando faccioso, pasarse al bando de la República y convertirse en uno de los 'ases de la aviación' de los leales al Gobierno democrático. No solo se convertiría en un héroe, sino que tendría una muerte épica, inmolándose tras ser atacado, mientras sobrevolaba Talavera.

Félix Urtubi fue uno de los aviadores vascos más heroicos de la República. Nació en Elorrio en 1904, en el seno de una familia de farmacéuticos, aunque según algunas fuentes su familia procedía de la localidad guipuzcoana de Aretxabaleta, donde residía en la calle Otálora. En cuanto tuvo edad para ingresar en el Ejército, el joven se incorporó al arma de aviación. En 1936, cuando se produjo el golpe de Estado, Urtubi estaba destinado en la localidad marroquí de Tetuán, dentro del despliegue del Ejército español en el Protectorado de Marruecos.

Bloque del Estrecho

En esta zona se encontraban los militares africanistas que estaban liderando el golpe de Estado y era el territorio desde el que se dirigía la invasión de España, con el fin de ayudar a los cuarteles que se habían sublevado en la península. El momento era tremendamente delicado ya que cruzar el Estrecho era clave para que los golpistas triunfaran. Si no conseguían atravesar esos quince kilómetros, las tropas de élite de los nacionales -la Legión y los Regulares- se quedarían atrapadas en África y el golpe fracasaría. La Armada republicana ya había bloqueado el tráfico marítimo entre Ceuta y Gibraltar para que las tropas coloniales no pudieran llegar a la Península por barco.

Félix Urtubi

Félix Urtubi estaba destacado como piloto en Tetuán, la capital del protectorado, y el 26 de julio, nueve días después del golpe, recibió la orden de volar hasta la Línea de la Concepción, en Cádiz, para bombardear una columna de soldados que no se habían sublevado. En ese momento, Urtubi era un hombre leal a la República rodeado por fascistas que estaban decididos a acabar con el Gobierno en el que él creía. Según las distintas versiones, un día antes de que le encargasen el vuelo de combate hacia Algeciras, ya se había hecho con una pistola que ocultó entre sus ropas.

Urtubi volaba en un Breguet XIX, un avión de reconocimiento y bombardeo de fabricación francesa asignado a la Primera Escuadrilla de las Fuerzas Aéreas de África. En estas aeronaves, el piloto viajaba en la zona delantera del fuselaje mientras que en la zona media lo hacía el observador, quien se encargaba también de manejar una ametralladora. Para cumplir esta misión se embarcó en el aparato de Urtubi el teniente Juan Miguel de Castro Gutiérrez, perteneciente a los Regulares, las tropas indígenas marroquíes y adiestrado como observador de aviación. Este mando era un joven recién casado. Según algunas fuentes, había sido colocado en el puesto trasero del avión para evitar que Urtubi se pasara al enemigo, ya que los sublevados no se fiaban de algunos de los pilotos. También se ha afirmado que el piloto vasco y el teniente eran amigos y que para el teniente se trataba de una misión más.

Un disparo en pleno vuelo

A las seis de la mañana despegaron del aeropuerto de Sania Ramel, en Tetuán, junto con otros tres Breguet. En pleno vuelo y a unos mil metros de altura, Urtubi sacó el arma que escondía en su ropa, se volvió en su asiento y disparó en cuatro ocasiones contra Castro. Según él mismo contaría más tarde, le alcanzó en el pecho, la cabeza y la boca. Una vez que se quedó solo en el Breguet, el piloto vasco comenzó a pensar en qué aeropuerto podría aterrizar que no estuviese controlado por los golpistas. Según crónicas de la época, valoró la posibilidad de probar en Barcelona y Valencia, pero al final decidió dirigirse a Getafe.

Urtubi sobrevivió a dos derribos en combate gracias a que consiguió saltar en paracaídas

Cuando aterrizó en este aeródromo madrileño, no sabía si estaba en territorio amigo o enemigo. Si caía en suelo sublevado, el hecho de viajar con el cadáver del hombre que acababa de matar supondría su muerte inmediata. Así que saltó del avión con la pistola en la mano dispuesto a luchar o a suicidarse. Sin embargo, reconoció a un piloto monárquico pero fiel a la República y supo que había tomado tierra en el bando leal.

El vuelo de Urtubi fue utilizado por la prensa republicana como un acto propagandístico y el aviador apareció en varios periódicos, en los que relató cómo había matado al teniente y su decisión de abandonar a los facciosos. Además, fue ascendido a alférez y asignado a una escuadrilla de cazas. El piloto volvería a llamar la atención poco después, cuando fue derribado por un avión del bando franquista en la acción militar de Talavera. Quien narró su acción fue otro vasco, el vitoriano Ignacio Hidalgo de Cisneros, en ese momento, máximo responsable de la aviación republicana.

El vitoriano Ignacio Hidalgo de Cisneros.

Según escribió Hidalgo de Cisneros en sus memorias, un día les comunicaron que un aldeano con un burro había aparecido en la línea del frente y aseguraba ser un piloto republicano. Los militares, sin embargo, creían que se trataba de un espía. Los mandos ordenaron a uno de sus subordinados que se acercase al frente y entonces descubrieron que se trataba del desaparecido Urtubi. Según escribiría Hidalgo de Cisneros, el aviador de Aretxabaleta se había salvado gracias al paracaídas cuando su avión fue ametrallado por el enemigo. Una vez en el suelo, robó un burro que encontró en el campo y luego se hizo con ropa de un aldeano, con la que consiguió vestirse y deshacerse de su uniforme. Así consiguió atravesar las líneas enemigas y regresar a su bando. Todavía sufriría otro percance cuando volvió a ser derribado, esta vez sobre terreno republicano, y de nuevo le salvó el paracaídas.

Pero la suerte de Urtubi se acabó el 13 de agosto de 1936. Volaba en solitario cerca de Madrid cuando fue rodeado por una cuadrilla de Fiat italianos. Aunque consiguió derribar a uno de los atacantes, se quedó sin munición para las ametralladoras de su Nieuport. En un acto final, embistió con su avión uno de los aparatos enemigos y ambos se estrellaron contra el suelo. En un principio se especuló con la posibilidad de que el vasco se hubiera salvado por tercera vez gracias al paracaídas. Pero este rumor se terminó cuando el cuerpo de Urtubi apareció entre los restos del avión.

'Taran', el ariete

La técnica suicida empleada por Urtubi fue bautizada en España como el espolonazo. Ya se había empleado con anterioridad en Primera Guerra Mundial, cuando la aviación se incorporó a las estrategias bélicas. Pero el momento de esplendor de esta táctica llegaría en la Segunda Guerra Mundial. Los aviadores soviéticos la bautizaron como 'taran' (ariete, en ruso) y la incorporaron como una solución más con la que continuar luchando cuando sus armas agotaban toda la munición.

Urtubi tenía 32 años en el momento de su muerte. Fue enterrado cerca de Talavera de la Reina y, como había sucedido otras veces en su corta carrera de aviador de combate, la prensa republicana le llevó a sus portadas, donde fue despedido como un héroe. La familia del teniente de Regulares que mató Urtubi tuvo otro destino. La esposa de Juan Miguel de Castro Gutiérrez estaba embarazada y tuvo una hija que nunca conoció a su padre. Los golpistas aseguraron en un primer momento que había muerto en un accidente de aviación pero luego tuvieron que reconocer que había sido asesinado en pleno vuelo.

Vincent Patriarca.

Patriarca, el mercenario italiano derribado

La historia de Urtubi tuvo una continuación internacional. El piloto que había derribado con su táctica suicida era Vincent Patriarca, un italoamericano del Bronx que se había incorporado como mercenario a las tropas italianas. Patriarca salvó su vida gracias al paracaídas pero fue hecho prisionero. Tras pasar por varias cárceles republicanas y sufrir dos fusilamientos simulados, fue liberado gracias a la labor de la embajada estadounidense. Patriarca regresó a Italia y siguió luchando al lado de la aviación fascista de Mussolini. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, permaneció en el Ejército italiano, donde llegó a ser mariscal.

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