Tomás Ondarra

El criado de Begoña que atacó a su jefa con hacha, cuchillo y azada

TIEMPO DE HISTORIAS ·

Lorenzo, tras ver frustrada la pretensión de casarse con la viuda Emilia, se coló de madrugada en el caserío donde había servido tres años y se dispuso a matar

Sábado, 28 de enero 2023, 19:47

La crónica de 'El Noticiero Bilbaíno' no se anduvo con rodeos a la hora de explicar el episodio de violencia ocurrido en un caserío de ... Begoña. «El criado Lorenzo de la Fuente, que es de aspecto idiota y casi un degenerado, se hallaba enamorado locamente de su dueña doña Emilia, que es bastante agraciada y de aspecto varonil», planteaba el texto. En realidad, repasando distintas versiones del suceso, no queda tan claro si de verdad existía esa pasión arrebatada o si se trataba más bien del deseo de medrar socialmente, aunque sí parece confirmarse que Lorenzo (de 21 años y natural de Sedano, en la provincia de Burgos) pretendió a su jefa, la begoñesa Emilia Irigoyen (de 33 años y viuda), y acabó desairado, despedido del trabajo y dispuesto a cargarse a cualquier miembro de la familia que se le pusiese por delante.

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Emilia, a quien otro periódico describía como «de belleza nada común», residía en el número 2 de la calle Virgen de Begoña con sus tres hijas (de 15 meses y 2 y 9 años), su hermana soltera Adelaida, su suegro Domingo Arteche (que solo se pasaba por allí a dormir, porque comía en casa de una hija) y la joven sirvienta Estefanía. La propiedad contaba con una huerta muy extensa y, durante tres años, se había encargado de trabajarla el mozo Lorenzo, un tipo que –según el mismo texto de 'El Noticiero'– «hacía vida errante por las casas de mal vivir». Emilia había avisado a los miñones de que se sentía acosada por el criado: ya lo había echado una vez, a raíz de que le pidiese matrimonio, pero lo había readmitido por pena. Ocho días antes de los hechos, se había producido la expulsión definitiva y Lorenzo había jurado venganza.

A las cuatro de la madrugada del 24 de agosto de 1909, Lorenzo subió la cuesta de Zabalbide, atravesó varias huertas y se acercó sigilosamente al caserío de Emilia. Se encaramó hasta una ventana del primer piso –la que correspondía al dormitorio del señor Domingo–, rompió los cristales y, una vez dentro, se quitó las alpargatas. Después, cogió un hacha que había en el cuarto y asestó un fortísimo golpe en la cabeza del anciano, no con el filo sino con uno de los lados de la hoja. Emilia oyó ruido, se levantó precipitadamente y, «en paños menores», corrió a cerrar la habitación donde dormían las niñas. Después, acudió a encararse con el intruso, mientras las aterradas Adelaida y Estefanía saltaban por una ventana a tres metros de altura: afortunadamente, fueron a caer sobre un mullido montón de estiércol.

Lorenzo se abalanzó sobre la mujer «pronunciando frases groseras» y la golpeó con el hacha, pero solo le produjo una contusión poco importante. «Doña Emilia luchó cuerpo a cuerpo con el Lorenzo, lo derribó, le quitó el hacha, le dejó levantar y le dijo que huyera», relató 'El Noticiero'. Pero, en vez de marcharse, el agresor se apoderó de un cuchillo de cocina y volvió a atacar a Emilia. Pese a recibir tres puñaladas, la mujer, que sin duda combinaba fuerza física y presencia de ánimo, «luchó de nuevo y también venció al criminal». Esta vez, Lorenzo sí dejó la casa, pero regresó al momento, forzando la ventana de la cocina. Ahora traía un azadón.

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Amenazas con respeto

«Volvió a acometer a su heroica dueña, que luchó por tercera vez desesperadamente, hasta que cayó herida de un tremendo azadonazo». Ahí se produjo un breve diálogo en el que, según lo reprodujo la prensa, Lorenzo mantuvo con su exjefa el respetuoso tratamiento de usted.

–Me has matado –dijo ella.

–Y, si no muere con esta, volveré –dejó claro antes de irse, descalzo y con la ropa llena de sangre.

Un vecino que pasaba en aquel momento, empleado del ferrocarril de Lezama, escuchó los gritos, vio salir a Lorenzo y abrió fuego contra él, pero ninguno de sus dos tiros dio en el blanco. Según se sabría más tarde, el criado bajó por las Calzadas de Mallona, pernoctó en un carro del muelle de El Arenal, visitó a un pariente para pedirle ropa y calzado –le contó que había sido víctima de un asalto– y pasó el día buscando empleo en las minas de los alrededores de Bilbao. Por la tarde, se tomó una copa en una taberna de la calle de los Fueros antes de que lo apresaran en la Plaza Nueva, cuando se liaba un pitillo recostado en una columna.

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Emilia Irigoyen se recuperó de sus lesiones, pero su suegro falleció en el hospital de Basurto a los cinco días de la agresión. En el juicio, celebrado en junio de 1910, Lorenzo declaró que le habían despedido sin motivo, que Emilia había prometido casarse con él y después se retractó, que incluso le había visitado en la cárcel y le había dado un duro y, en fin, que había sido Domingo Arteche quien le había atacado con el hacha y él se había limitado a defenderse. Emilia, por su parte, negó toda relación sentimental con su criado, así como la historia de la visita a prisión y las cinco pesetas.

El fiscal atribuyó el crimen a los «móviles censurables» de Lorenzo, mientras que el abogado defensor insistió en que había entrado al caserío sin intención de causar ningún mal. El jurado lo declaró culpable y el juez le impuso la pena capital por un delito de asesinato y cuatro años de cárcel por homicidio frustrado, además del pago de 5.000 pesetas a los herederos de Domingo Arteche y otras 28 a Emilia Irigoyen. En mayo de 1911, con ocasión del cumpleaños del rey, se le conmutó la pena de muerte por cadena perpetua.

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Compañeros de indulto

Entre los indultados a la vez que Lorenzo estaban Amadeo Calero, de Cuenca, que arrojó un niño dormido a un pozo para vengarse de su tía, y los murcianos Pedro Martínez (alias 'Bocainfierno') y Francisco Gómez (apodado 'Tripa'), que asfixiaron a una anciana para robarle.

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