El cautivo de Óbidos
El Canciller Ayala escribió algunos de sus mejores versos en mazmorras de Portugal. Llegó a estar colgado en una jaula
Sennor, tu no me olvides, ca paso muy penado en fierros e cadenas, en carçel encerrado».
Han pasado 635 años desde que el vitoriano Pedro ... López de Ayala, el canciller, el escritor más importante de la literatura medieval española, escribiera estos versos cargado de cadenas, colgado en una jaula de hierro, en las mazmorras de tres castillos de Portugal, sufriendo malos tratos y en situación penosa. Fue el precio que pagó por la aventura de su rey, Juan I de Castilla, empeñado en extender su reino hacia el Oeste.
Pedro López de Ayala (Vitoria, 1331-Calahorra, 1407) constituye la cumbre de la literatura medieval y es uno de los personajes más relevantes de nuestra historia. Caballero, embajador, diplomático, escritor en sus variantes de cronista, poeta y traductor, dejó una de las mayores herencias artístico-culturales del medioevo, uno de los grandes monumentos alaveses, el conjunto de Quejana.
Álava le rindió homenaje en 2007 con motivo del 600 aniversario de su muerte. Su figura se engrandeció así. Pero no voy a hablar de su impresionante biografía ni de su extensa obra, sino del capítulo más triste de su vida, de su cautiverio, que duró entre año y medio y tres años.
Lo de caer prisionero ya lo conocía. En la batalla de Nájera (1367) lo fue por los mercenarios del Príncipe Negro que combatían al lado de Pedro I el Cruel, al que su familia sirvió un tiempo. Al alinearse con Enrique de Trastámara, el otro aspirante al trono castellano, le hizo alférez mayor de la Orden de la Banda, creada en Vitoria. A los seis meses es liberado tras pagar una fortuna.
En 1383 comienza la crisis dinástica portuguesa. A la muerte de Fernando I, el último rey de la casa de Borgoña, sin hijos, Juan I de Castilla, casado con su hija Beatriz, reivindica sus derechos con el apoyo de gran parte de la aristocracia portuguesa y su nuera, la reina regente Leonor. Los lusos, sin embargo, apuestan por un no castellano y confían en Juan de Avis, que ya había empezado a conspirar. En un primer momento, cuando se produce un asedio a Lisboa, López de Ayala no está con su rey, sino en Francia.
Leyenda sobre su muerte
Sin embargo, en 1385, Castilla intenta de nuevo llegar a Lisboa para su proclamación. Los lusos, con ayuda de un decisivo grupo de arqueros ingleses, eran menos pero habían tenido tiempo de situarse sobre el terreno en Aljubarrota, en el centro del país, y realizado obras defensivas eficaces. El potente ejército castellano-francés fue derrotado y diezmado. Como consejero real, el Canciller había mostrado reticencias a la aventura. En esos momentos era señor de Salvatierra, Arciniega, de la torre de Orozco y del Valle de Llodio; alcaide mayor y merino de Vitoria y alcaide mayor de Toledo.
Pero cuando comienza la campaña militar acompaña al monarca como Alférez Mayor de la Orden de Caballería de la Banda. El desastre castellano terminó con una parte de la nobleza, entre ellos, Pedro González de Mendoza, señor de Hita y Buitrago y también IX señor de Mendoza, señor de Mendívil, señor de Mártioda y merino mayor de Álava, y su hermano Fernando Díaz de Mendoza. También cae Diego Gómez Manrique de Lara y Leire, señor de Treviño. La leyenda –hoy cuestionada– dice que Pedro murió tras ceder su caballo al rey Juan para que escapara. Las crónicas portuguesas señalan que el Canciller peleó como un caballero y cayó «cubierto de heridas, quebrados dientes y muelas».
Tras la derrota, el ejército castellano huye en desbandada. Intenta ir a Santarem, castillo en el que se refugió Juan I, pero este ya se había ido a Lisboa. El Canciller, desprovisto de insignias para no ser reconocido, es hecho prisionero junto a mil hombres. El cautiverio es durísimo. Se describe, por ejemplo, que son llevados a beber al Tajo cargados de cadenas.
Esas crónicas hablan de una buena mujer, la condesa de Guiomar, que tiene compasión de los cautivos repartiendo alimentos. Finalmente es delatado y la dama le llama a su presencia. Pero López de Ayala intenta comprar su libertad a los soldados que lo llevan preso, a los que pide que le acompañen a Castilla. Recibe el no por respuesta. Las condiciones empeoran hasta el punto de que el propio Juan I de Portugal decide soltar a los castellanos para que se busquen sustento. A todos menos a uno, «el malaventurado López de Ayala. La condesa porfía con el mismísimo rey para quedarse con el cautivo, pero el monarca argumenta que servirá para intercambiarlo por muchos rehenes portugueses. Juan I lo deja en el imponente castillo de Leiria y encarga a su criado Lorenzo Martínez que se ocupe de presionarle para obtener rescate.
'Rimado de Palacio'
Parece que López de Ayala era muy mirado para el dinero y solo se compromete a 2.000 doblas de oro. Ante esa resistencia es llevado al castillo de Óbidos. Esta vez sí, la dureza del trato, pues llega a estar encadenado dentro de una jaula de hierro, se combina con otros momentos en los que se le permite escribir. Algunos de los mejores versos de 'Rimado de Palacio' son de entonces; también 'El libro de la caza de las aves'. Entre sus devociones no olvida a la Virgen Blanca de Toledo, la de Guadalupe, Montserrat y su favorita, la Virgen del Cabello de Quejana. Sus oraciones le ayudan.
Finalmente, la aportación de su mujer Leonor de Guzmán, que no ha dejado de juntar dinero entre prelados y ricos hombres, y la intervención de los reyes de Castilla y Francia y del Maestre de Calatrava, Gonzalo Núñez de Guzmán, pariente suyo, consiguen la respetable cifra de 30.000 doblas de oro.
En el otoño de 1386, el Canciller Ayala vuelve a casa.
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