Grabado de la proclamación de la República por la Asamblea Nacional, en La Ilustración Española y Americana, 16 de febrero de 1873.
Tiempo de historias

El caos utópico y fugaz de la Primera República

Cuando se conmemora el 150 aniversario del inicio de la primera experiencia republicana en España el politólogo Javier Santamarta del Pozo repasa en su último libro las vicisitudes de «esta gran desconocida»

Martes, 14 de marzo 2023, 18:56

El pasado 11 de febrero se conmemoró el 150 aniversario de la instauración de la Primera República Española, aunque en realidad se conmemoró poco porque, ... como es habitual con esta efeméride, pasó sin pena ni gloria. Aunque hay una notable historiografía sobre el periodo, la literatura de divulgación sobre el mismo es un páramo bastante sorprendente. Entre los pocos libros que se han publicado estos días, destaca por el tirón que está demostrando 'Eso no estaba en mi libro de la Primera República' (Almuzara), del politólogo y escritor Javier Santamarta del Pozo.

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La Primera República (11 de febrero de 1873 - 29 de diciembre de 1874) «es la gran desconocida, y es una pena porque es un periodo apasionante», asegura al autor. Quien se acerca por primera vez a la historia de la Primera República se encuentra con varias cosas llamativas. De entrada, que llega porque el rey, Amadeo de Saboya, elegido por las Cortes Generales en 1870 tras el destronamiento de Isabel II en 1868, simplemente se va «cuando apenas había pasado dos años de reinado». El monarca, «cuyo gran valedor, Prim, había sido asesinado antes de llegar él», vio «que no tenía apoyos» en un panorama de gran inestabilidad política. Hay una frase que se le atribuye y que «resume muy bien su situación: 'Io non capisco niente! Siamo una gabbia di pazzi!» (No entiendo nada, esto es una jaula de locos!).

El Gobierno, encabezado por Manuel Ruiz Zorrilla, del Partido Radical, devuelve sus poderes a las Cortes, y estas –el Congreso y el Senado– «se constituyen en Asamblea Nacional, asumiendo todos los poderes y de acuerdo con la Constitución, porque en ese momento sigue vigente la que había, la monárquica» de 1869. Sin embargo, se impuso el sentir de que era buen momento para cambiar de régimen. Un diputado llegó a exclamar «no saldremos de aquí sino muertos o con la República». La situación era tan peculiar que Ruiz Zorrilla protestó «'contra aquellos diputados que habiendo venido al Congreso como monárquicos constitucionales se creen autorizados a tomar una determinación que de la noche a la mañana pueda hacer pasar a la nación de monárquica a republicana', según sus propias palabras».

¿Federal o unitaria?

Pero hubo votación y el resultado fue «apabullante» en favor de la República, por 258 votos contra 32. Se proclamó así «la República como forma de gobierno de España, dejando a las Cortes Constituyentes la organización de esta forma de gobierno». «Esto sí que fue un auténtico harakiri de la monarquía y no lo de las Cortes franquistas que dieron paso a la democracia», apunta Santamarta.

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Se formó un primer Gobierno con Estanislao Figueras al frente y del que, curiosamente, formaron parte «los otros tres presidentes canónicos» que tendría esta primera República, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Porque otra peculiaridad de este breve régimen es que sus presidentes, formalmente, «no fueron tales. Estrictamente hablando, porque eran presidentes del Poder Ejecutivo», comenta el escritor. Los citados cuatro se sucedieron en solo 11 meses.

Caricatura de la revista satírica 'La Flaca', del 3 de marzo de 1873, sobre la pugna entre los radicales, que defienden la república unitaria, y los republicanos federales, que defienden la federal.

En su libro, Javier Santamarta da mucho peso como factor desastibilizador del nuevo régimen al hecho de que «no se tuvo demasiado claro si se quería una república federal o una república unitaria. Al final fue mayoritaria la decisión de tomar la vía federal». Y así se reflejó en la Constitución de 1873 «que no llegaría a ver la luz» y que contemplaba la articulación del país en 17 estados. «Curiosamente, como ahora hay 17 autonomías». Entre ellos, no hay que olvidarlo, Cuba y Puerto Rico, pero no Filipinas, que quedaba como una Capitanía General.

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Esta República, que no llegó a promulgar su Constitución, tuvo que enfrentarse a tres problemas gravísimos: la Rebelión cantonal, que se extendió sobre todo por Murcia, Valencia y Andalucía, entre julio de 1873 y enero de 1874; la tercera guerra carlista que se había iniciado tras las elecciones de abril de 1872 y se alargaría hasta 1876;y la Guerra Grande de Cuba, la primera de las tres guerras cubanas de independencia, que había comenzado en octubre de 1868 y terminaría en 1878.

Cartagena, capital de España

Santamarta presta especial atención a la Rebelión Cantonal más allá de sus hechos más llamativos o incluso estrambóticos, como el que la Armada Naval del cantón de Murcia, bajo pabellón rojo, salga en expedición a Alicante, «una nación extranjera», como ellos mismos dicen. O el caso de Granada y Jaén, que se declararon la guerra por una cuestión de fronteras.

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El cantonalismo «no es exactamente un secesionismo, sino que es una especie de republicanismo federal extremo», explica el escritor. «En un momento dado Cartagena se constituye en capital de España. O sea, no solamente del cantón murciano. Consideran que en Madrid son un desastre y deciden dar un paso adelante, ir más allá».

La Primera República vio pasar rápidamente a cuatro presidentes. Pero en realidad hubo un quinto, «que ocupó el puesto casi más tiempo que los otros cuatro juntos, pero no suele figurar en la lista canónica». Es el general Francisco Serrano, que ya había sido regente, que alcanza el poder tras el golpe de estado encabezado por el capitán general de Madrid, Manuel Pavía, el 3 de enero de 1874.

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'Memorable batalla de Pavía', caricatura del golpe de Estado de Pavía, en 'La Madeja Política'.

El libro reproduce íntregro el diario de sesiones del Congreso la noche del golpe. «Mi idea era citarlo, pero al leerlo me pareció que merecía la pena dejarlo tal cual, porque casi es un guión cinematográfico», explica Santamarta. «Se podría utilizar para hacer una película sin cambiar una coma». Según el texto – parece que convenientemente manipulado–, todos los diputados, independientemente del partido, llamaron a la defensa, pidieron armas e hicieron votos de dejarse matar en sus escaños antes que abandonar. El caso es que las fuerzas de la Guardia Civil y del Ejército entraron en el edificio, hubo disparos al aire por los pasillos y los diputados lo abandonaron rápidamente, más de uno saltando por la ventana.

El golpe de Pavía fue el final de hecho de la Primera República, aunque oficialmente el régimen continuaría casi otro año más con Serrano al frente. «La República se convirtió en una dictadura. En una dictadura republicana unitaria. Mantuvo la forma republicana, pero eliminó las Cortes». Un formato insólito en España. Un nuevo golpe, frente al que Serrano ordenó no resistir, el 29 de diciembre de 1874, daría paso a la Restauración monárquica.

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