Josemi Benítez
Tiempo de historias

La botadura de un coloso de corta vida

Bizkaia vivió con un entusiasmo desbordado el lanzamiento del crucero Infanta María Teresa en los Astilleros del Nervión el 30 de agosto de 1890

Martes, 5 de agosto 2025, 00:18

De conformidad con lo acordado por el Consejo de Ministros; en nombre de mi Augusto Hijo el Rey Don Alfonso XIII y como Reina Regente ... del Reino, vengo en autorizar al de Marina para sacar a concurso la construcción en España por la industria particular de tres cruceros de faja blindada y tres cañoneros torpederos, con arreglo al art. 9.° de la ley de 12 de Enero y Real decreto de 13 de Octubre de 1887, Dado en Palacio á veintiocho de Diciembre de mil ochocientos ochenta y siete. María Cristina». Esta medida, completada con los requisitos del concurso detallados por el Ministro de Marina, Rafael Rodríguez Arias, iba a determinar la entrada en la modernidad de la industria naval vizcaína.

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En 1888 la sociedad formada por el industrial vizcaíno José María Martínez de las Rivas y la empresa británica Palmer Brothers & Co obtuvo el contrato para construir tres cruceros acorazados destinados a modernizar la Armada Española: el Infanta María Teresa, el Vizcaya y el Almirante Oquendo.

«Así nacieron los Astilleros del Nervión en Sestao, un proyecto que rompió la dependencia de la siderurgia vizcaína de intereses extranjeros y orientó su producción hacia un objetivo nacional de primer orden», según explicaba el historiador Imanol Villa. Se trataba de tres barcos imponentes, de dimensiones inusitadas hasta entonces en los astilleros vizcaínos. El primero en ser botado, el Infanta María Teresa, medía 110,9 metros de eslora por 19,9 de manga. Era un coloso de 6.890 toneladas con un blindaje de hasta 305 mm y armado con cañones Hontoria de 280 mm.

La botadura se celebró el 30 de agosto de 1890. La prensa local se mostró «enfervorizada y totalmente poseída». Si hubo voces críticas, estas no tuvieron eco impreso.

Regocijo universal

De cómo acogió la prensa bilbaína el acontecimiento da fe este resumen previo de 'El Liberal': «Los periódicos de esta ciudad publican entusiastas artículos con motivo de la botadura del crucero, dedicando elogios señalados a Rivas y Palmer, y cariñosas salutaciones a esta tierra, teatro de tantas grandezas y tantos progresos. Los periódicos unánimemente consideran el acto de hoy como un acontecimiento, tanto para Vizcaya, como para España, para la Armada y para la industria naval española. 'El Noticiero Bilbaíno' publica su número de hoy con orla, y termina el artículo diciendo: ¡Viva España! ¡Viva Vizcaya! ¡Viva la paz! ¡Viva el trabajo! 'El Diario de Bilbao', órgano de los fusionistas, da la bienvenida á la reina y le dedica frases entusiastas por su amor a la tierra vascongada. 'El Norte' publica un precioso número extraordinario con fotografías y retratos de Rivas, Palmer y de una vista completa de los astilleros».

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Al día siguiente, 'El Noticiero Bilbaíno' mantuvo el tono. «El movimiento, la animación que desde las primeras horas de la mañana comenzaron a reinar en Bilbao son indescriptibles. Los trenes, los tranvías, los remolcadores, las embarcaciones de todas clases marchaban a los astilleros del Nervión y sus cercanías materialmente atestados de expedicionarios». Al otro lado de la ría se instalaron gradas para los espectadores. «Los balcones de multitud de casas de ambas márgenes ostentaban vistosas colgaduras». En fin, «era aquello un derroche de percalina, de follaje, de laurel, de entusiasmo, de alegría, de regocijo universal».

La reina regente «llegó á los Astilleros, profusa y vistosamente engalanados, a las dos y cuarenta minutos de la tarde». Frente al taller de máquinas «esperaba un hermoso coche abierto arrastrado por ocho robustos mozos vestidos de blanco y con boinas rojas. En este coche tomó asiento la reina con la duquesa de Bailén, la condesa de Villapadierna, los señores Cánovas é lsasa, el duque de Medina Sidonia, el marqués de la Puente y de Soto Mayor, el señor Obispo de la diócesis y el señor Martínez Rivas, que marchaba al estribo derecho».

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Frente al barco «le fueron entregadas á la reina por Mr Wilson las tijeras con que había de cortar la cinta de lanzamiento, y que son una verdadera obra de arte, tasadas en 30.000 reales. Miden unas tres pulgadas de largo, son de oro y están adornadas con una preciosa corona y dos delfines de brillantes».

En la tribuna levantada a la derecha de un templete «se oyó una voz que gritó así: ¡Viva la industria Nacional! En este momento fue izado en lo alto del templete el pendón morado de Castilla. Rompió la música de los Astilleros á tocar la marcha real, y a las tres en punto de la tarde cortó la reina la cinta».

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Cuando el crucero llegó a la ría «irguiéndose majestuoso con gran solemnidad, una exclamación imponente, atronadora, salió de los labios de aquella muchedumbre que presenciaba, llena de regocijo, la ceremonia». El diario estimó que el espectáculo fue presenciado por no menos de 50.000 personas. A la recepción «asistieron los ministros, los generales, el señor Obispo y los altos funcionarios de palacio». Después, la Reina salió para San Sebastián.

Nadie podía imaginar que 7 años, 10 meses y 3 días después de su botadura el Infanta María Teresa y sus dos hermanos acabarían hundidos en la batalla naval de Santiago de Cuba.

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