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El puente de medieval y la iglesia de San Antón, que ocupa el lugar del castillo, en un grabado del siglo XIX
Tiempo de historias

Bilbao también tuvo su alcázar

La construcción y su destrucción del castillo estuvieron marcadas por los juegos de poder que caracterizaron la política del Señorío durante el segundo tercio del siglo XIV

Igor Santos Salazar

Miércoles, 1 de marzo 2023, 19:07

Igor Santos Salazar es doctor en Historia medieval por las universidades de Salamanca y Bolonia, y profesor de la Universidad de Trento (Italia)

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Nunca alcanzó ... el soberbio porte del de Sevilla ni se erguía sobre el paisaje, fabulosa nave varada en la roca, como lo hace el de Segovia, pero Bilbao también tuvo su alcázar. Eso sí, duró muy poco viendo pasar las aguas de la ría. Su construcción y su destrucción estuvieron marcadas por los juegos de poder que caracterizaron la política del Señorío durante el segundo tercio del siglo XIV. Los desafíos y las pulsiones entre magnates (los Haro y los Lara) y los reyes de Castilla (Alfonso XI y Pedro) explican su inicio y dan sentido también a su fin.

El legítimo señor de Bizkaia, Juan de Haro 'el Tuerto', hijo de María Díaz de Haro, fue asesinado por Alfonso, temeroso de sus conjuras (1326). La muerte del señor y la fuga a Bayona de su hija María Díaz de Haro II, facilitaron que el rey de Castilla se enseñorease de Vizcaya en 1332 y que, como se escribe en su Crónica, dejase «y comenzado a facer un alcázar» en la parte de la villa que conectaba con el puente sobre el Nervión, para asegurar el control sobre el núcleo urbano y sobre la principal vía de tránsito hacia el corazón del territorio vizcaíno.

Con el retorno del Señorío a los Haro y la sucesión del mismo en los Lara, las pugnas políticas no se enfriaron. Los señores de Vizcaya Juana de Lara y su marido, don Tello de Trastámara, vivieron un tiempo marcado por su oposición al hermanastro de Tello, el rey de Castilla Pedro (hijos ambos de Alfonso XI). 'Los Anales Breves de Vizcaya', de autor anónimo, indican que el «concejo de Vilvao derribó el castillo que estaba cerca de la puente» en 1366, una orden probablemente instigada por el señor de Bizkaia, ya viudo de Juana.

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El riesgo de que cayese en manos de Pedro, (nuestro shakespeariano Ricardo III, como pensaba José Jiménez Lozano), era demasiado alto como para que Tello permitiera que el alcázar siguiera en pie. La fortaleza-palacio (de ahí su nombre árabe, 'alqāṣr', es decir, residencia principesca) sucumbió a las estrategias políticas como otros han sucumbido a las bombas o a la especulación edilicia. El turbulento mundo político castellano que separa el inicio del reinado de Alfonso XI del golpe de estado Trastámara (1312-1369), que llenó de cadáveres ilustres Castilla, acabó arruinando también aquel alcázar del que nunca conoceremos la traza.

Memoria de un castillo

La memoria del castillo bilbaíno se mantuvo en los documentos del concejo. Sus menciones en las escrituras van más allá de los muy subjetivos confines cronológicos de la Edad Media. Una vez derruido, los reyes Enrique III (1404) y Juan II (1412) donaron «el solar que solia ser alcaçar en Uiluao», cuya titularidad continuaba siendo pública («el qual perteneze a mi», señala el rey Enrique), a Martín Sánchez de Leguizamón. El Ayuntamiento de Bilbao no tuvo que ver con buenos ojos tanta merced real para pagar los buenos servicios de su vasallo: Martín era uno de los principales líderes de los bandos de la villa y hábil político capaz de desestabilizar la política local. En un acuerdo del año 1515, más de un siglo después de aquellas mercedes, se nos informa de que el concejo de Bilbao había terminado por comprar las ruinas y el solar del alcázar a sus herederos en un momento indeterminado pero que debe ser situado antes de 1485.

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De hecho, un papel conservado en el archivo de Simancas da cuenta, ese mismo año, de una sentencia favorable al Ayuntamiento en un pleito contra Tristán de Leguizamón sobre la propiedad de una parte del solar y de las ruinas de lo que el documento llama «castillo viejo». Tiempo atrás, sobre una parte de las mismas, el concejo había iniciado la construcción de la iglesia de San Antón; evitaba con ello que los Leguizamón realizaran una torre aprovechando los materiales del viejo alcázar, casa torre que el linaje acabó construyendo a escasa distancia del templo.

En 2002, las excavaciones arqueológicas realizadas en San Antón por Iñaki García Camino y Alberto Plata documentaron restos de los muros del alcázar, cuyos escasos paramentos en alzado pueden verse también en la fachada sur de la iglesia. Otros existían entre la misma iglesia y la torre de los Leguizamón y que se identifican en 1515 con una pared que fue del dicho alcaçar e castillo biejo, el qual fue derrocado heçeto la dicha pared que quedó.

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El alcázar ya no existe, pero en su breve vida tuvo tiempo para influenciar los símbolos de la identidad política de Bilbao. Antes de su destrucción, en 1356, ocupaba un lugar prominente en el sello con el que la villa validaba sus escrituras: en el figuraban un puente, un castillo y un lobo. El puente sigue, los lobos son ahora dos y el castillo resiste en aquellas piedras que han atravesado el tiempo y siguen sosteniendo la iglesia de San Antón. Y uno, que es un sentimental, tiene la tentación de referirse para siempre a ella como San Antón del viejo alcázar.

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