Un aviador nazi prisionero en Portugalete
Derribado su avión sobre Bilbao el 4 de enero de 1937, Karl Gustav Schmidt fue entrevistado por Cecilia G. Guilarte, única mujer reportera en el frente del Norte
Las sirenas de alarma volvieron a sonar en Bilbao pasadas las tres de la tarde del lunes 4 de enero de 1937. Ocho cazas rusos Polikarpov I-15 –conocidos como 'chatos'– despegaron para proteger la villa de una escuadrilla de bombarderos alemanes Junkers JU-52 que se aproximaban escoltados por cazas. Cuando por fin aparecieron, cuatro de los defensores se habían retirado a repostar y fueron los aviones restantes los que se enfrentaron a los agresores.
El bombardeo causó cinco muertos y otros tantos heridos, más la pérdida del piloto republicano cordobés Juan Roldán Maldonado, derribado sobre Zeberio. A cambio, los defensores derribaron uno de los trimotores alemanes, que se estrelló cerca de Alonsotegi. Tres de sus tripulantes murieron en el impacto, pero los otros dos lograron saltar antes en paracaídas. Uno, el subteniente Adolf Hermann, berlinés de 27 años, cayó en el barrio de San Adrián y fue linchado por la muchedumbre, que luego arrastró su cadáver por la ciudad hasta la sede del Gobierno vasco. El otro, Karl Gustav Schmidt, cayó cerca de Enekuri y estuvo cerca de correr la misma suerte que su compañero. Según el diario 'Euzkadi' «no faltó en el valle de Asúa quien pretendiera que el aviador enemigo debía ser fusilado en el acto. Uno de los que protegió pistola en mano al parachutista fue precisamente el aviador que poco antes había tomado tierra con su aparato victima de la metralla alemana». Schmidt «fue conducido a Bilbao, donde quedó detenido a disposición de la autoridad». De hecho, y como una turba se dirigió al Gobierno vasco para matarlo, Joseba Rezola, secretario general de Defensa, hizo que fuera trasaladado al cuartel del Cuerpo Disciplinario en Portugalete.
Mientras, se desencadenaba uno de los episodios más oscuros de la Guerra Civil en Euskadi. «Cuando corrió la voz de que no podían hacerse con la cabeza del otro aviador alemán, todas las miradas apuntaron hacia los presos derechistas que se hacinaban en las cárceles de Larrínaga, El Carmelo, la Casa Galera y los Ángeles Custodios y hacia allí se dirigieron miles de personas con ansias de venganza», resume el investigador Guillermo Tabernilla. «Todos los resortes del sistema se vinieron abajo y una masa de gente incontrolada, entre la que había milicianos del batallón UGT n.º 7 Asturias, enviados precisamente para evitar aquello, y de otras organizaciones políticas y sindicales, causó la muerte de 225 personas».
Schmidt no solo sobrevivió sino que además fue entrevistado, con lo que se conserva su testimonio. Si bien pasado –y muy posiblemente alterado– por la censura. La periodista tolosarra Cecilia García de Guilarte, la única mujer corresponsal de guerra en el frente del Norte, habló con él y publicó la entrevista en el periódico 'CNT Norte' el 7 de enero.
300 pesetas
«Creo que en Berlín comería salchichas y bebería cerveza, si como dicen, es costumbre de los súbditos de Hitler. Aquí bebió agua con buena gana. Rubio, entre caoba y platino. Mandíbula fuerte, cuadrada. Ojos azules, pequeños como los de un lechonchillo rosado», describía la reportera guipuzcoana en su reportaje al aviador. «No habla francés ni español. Algo de inglés. Así nos entendemos», precisaba.
La periodista le preguntó por qué estaba en España. «Yo soy nacional-socialista —respondió Schmidt–. Como otros muchos en Alemania. Llevaba mucho tiempo sin trabajo. Un día, los dirigentes de las Juventudes Hitlerianas nos ofrecieron un contrato para trabajar en España. Trescientas pesetas mensuales además de la comida y la ropa. Hace ya tres meses que llegué a Sevilla en un barco con tres compañeros más. En el Cuartel General de Sevilla, se nos controlaba de acuerdo con nuestra profesión, enviándosenos a los distintos frentes».
El alemán precisó que era «oficial telegrafista. Manejo también la ametralladora». Sobre su experiencia en la guerra en España, explicó que había volado «sobre Madrid, hasta que órdenes superiores me trajeron al frente del Norte». La reportera le pidió su opinión sobre la aviación leal: «Son valientes», se limitó a responder.
Juicios de Núremberg
Acabada la Segunda Guerra Mundial, la entrevista de Guilarte a Schmidt fue utilizada como prueba contra Hugo Sperrle, comandante en jefe de la Legión Cóndor. Capturado el 1 de mayo de 1945 y acusado de crímenes de guerra, Sperrle fue juzgado por un tribunal militar estadounidense en Núremberg. Fue absuelto.
Schmidt no era optimista: «Ya sé que no saldré de aquí. Al principio creí que esto terminaría enseguida...» «¿Me matarán?», preguntó a su interlocutora. «No lo sé», añadió ella, para escribir a continuación que «quien deja su hogar y su patria por ir a sembrar la muerte y el dolor entre los que ni siquiera conoce, no pagaría con cien vidas tanta maldad».
Schmidt, que tenía 21 años y era natural de Rostock, ciudad situada a orillas del Báltico, tuvo suerte. Tras su cautiverio de casi cuatro meses se mostró «contento con el trato que se me ha dado durante mi prisión, pues he recibido habitación y comida y no he sido maltratado». El aviador alemán «fue canjeado por Jean Pelletier, un católico francés, antiguo capitán de aviación y excombatiente de la Primera Guerra Mundial. Pelletier fue hecho preso cuando la marina rebelde capturó el bou Galerna en viaje a Bilbao», precisan los historiadores Xabier Herrero y Josu Santamarina. El intercambio de prisioneros se realizó el 22 de abril de 1937 en San Juan de Luz. Unos días más tarde, Schmidt regresó a Alemania, donde parece ser que se le pierde la pista en la Segunda Guerra mundial.