Tiempo de Historias

Un atraco al estilo del Far West en Olabeaga

Hace un siglo, tres asaltantes encañonaron en el tren a un ordenanza de la Naval, le robaron 33.000 pesetas y mataron a un guardagujas en la fuga

Domingo, 18 de septiembre 2022, 09:08

Al leer los periódicos vizcaínos de hace un siglo, uno tiene a menudo la sensación de encontrarse ante algún diario del Lejano Oeste: la actualidad ... de aquella época estaba repleta de personajes que portaban armas de fuego, dispuestos a liarse a tiros por los motivos más nimios, y no escaseaban los individuos de identidad dudosa y pasado turbio, que cambiaban de aires como parte de la inmigración masiva que mantenía en marcha la minería y la industria. Lo curioso es que esta imagen no es solo una apreciación de nuestra mirada retrospectiva y ajena: «Nuestra villa y sus alrededores, más que a otra cosa, se van pareciendo a las intrincadas latitudes del Far West», comentaba hace un siglo 'El Pueblo Vasco' a raíz del atraco cometido en el tren de Portugalete, un suceso que se contempló en aquel momento como un preocupante hito de la violencia criminal en nuestro territorio.

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Bilbao, 1922

  • Publicidad oportuna La crónica de 'El Noticiero Bilbaíno' iba acompañada de un anuncio de los seguros de «robo, infidelidad y atraco» de La Previsión Nacional. «Antes de que os atraquen, asegurad», decía.

Las crónicas relataron con todo detalle lo ocurrido aquel miércoles 18 de octubre de 1922, a partir del momento en que el ordenanza de la Constructora Naval acudió al Banco de Vizcaya para retirar las 58.000 pesetas de los jornales. El hombre se llamaba Santiago Artalejo, tenía 61 años, era guardia civil retirado y había trabajado también como bedel de 'El Pueblo Vasco', pero acabó dejando el puesto porque no le gustaban los horarios tardíos del periodismo. Aquella mañana le acompañaban dos mujeres cargueras, ya que salió de la sucursal con 33.000 pesetas en billetes y otras 25.000 en monedas de plata, repartidas en cinco pesados sacos de los que se encargaban las subalternas.

Según su costumbre, el ordenanza se instaló en un coche de segunda de la línea de Portugalete, con los sacos a sus pies. Se daba la circunstancia de que, en primera clase del mismo convoy, iba con 50.000 pesetas un pagador de Altos Hornos que se libró del robo. El de Artalejo era un vagón viejo, con asientos corridos y sin cristales en las puertas de madera. En él viajaban también tres jóvenes de unos 20 años con indumentaria de mahón azul «de obreros metalúrgicos», los tres enfrascados en la lectura de sus periódicos. También había un operario lesionado de la Naval, que acudía a hacerse unas curas en la clínica de la empresa, y un estanquero con cajas de tabaco que se había colocado en la plataforma.

«Vamos, que ya ha llegado la hora», dijo uno de los tres jóvenes cuando el tren llegó a la altura de la Campa de los Ingleses. Los sujetos se levantaron, esgrimieron tres «pistolas enormes» (así las describía la noticia de 'El Liberal') y ordenaron a los demás pasajeros que se echasen al suelo. Uno de los atracadores se acercó a Santiago Artalejo y le arrebató la cartera con los billetes. Otro echó mano a uno de los sacos de monedas, pero su compañero le disuadió: «Eso déjalo, que pesa mucho». En la estación de Olabeaga se apearon del tren y emprendieron la fuga.

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Según la versión policial, en el andén les esperaban dos o tres cómplices para cubrir su huida, pero las cosas se complicaron. A los gritos del revisor, varias personas trataron de prender a los delincuentes y corrieron suertes dispares. El guardagujas Demetrio Torres, de 35 años y natural de la localidad palentina de Cubillas de Cerrato, se cruzó en el camino de uno de los asaltantes y recibió un tiro en el corazón que le provocó la muerte inmediata. El sargento de carabineros Francisco Vicente Ardanaz (de 32 años y de Bera de Bidasoa, en Navarra) se encontraba en la estación para despedir a su suegro y salió en persecución de los ladrones: acabó con un balazo en el vientre y otro en el muslo, pero salvó la vida. Y el guardabarreras Amancio Moreno se interpuso audazmente en el camino de uno de los fugitivos, pero, cuando este le amenazó con «meterle cinco tiros», resolvió que era más sensato echar a correr: «¡De buena me he librado! Me dije: 'Vaya, Amancio, guarda el pellejo, que aquí no vas a sacar nada en limpio'», comentó después a 'El Liberal'.

Corredor campo a través

La investigación fue tan aparatosa como estéril. No faltó el detalle novelesco de unos misteriosos papeles hallados en Olabeaga: contenían unas líneas indescifrables (en uno de ellos, manuscritas en rojo; en el otro, mecanografiadas) que algunos creyeron mensajes en clave de los delincuentes, aunque 'El Liberal' desdeñó esta tesis como «sueño de las mil y una noches». La Guardia Civil hizo batidas por el monte, interrogó a aldeanos, registró caseríos y a punto estuvo de cargarse a un incauto que hacía «ejercicios de cross-country».

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Se acabó deteniendo a más de una docena de 'sospechosos habituales' de la época, de ideología socialista, comunista o anarquista. Por ejemplo, se arrestó en el tranvía de Durango a tres jóvenes que llevaban armas de fuego y un ejemplar roto de 'La Bandera Roja', lo que dio lugar a interrogatorios al borde del absurdo: uno de ellos aseguró que, en el momento de los hechos, estaba preparándoles la comida a sus cerdos; otro sostuvo que la pistola la había comprado por encargo de un hermano seminarista. En el ambiente enrarecido e ideologizado de aquellos años, este rosario de detenciones sin motivo dio lugar a graves conflictos de orden público y también a la apertura de un expediente por malos tratos policiales a algunos sospechosos.

En su domicilio de Olabeaga, la viuda del guardagujas atendió, desconsolada, a un reportero de 'El Noticiero Bilbaíno'. «Esto me costará a mí también la vida –lloraba la pobre Justa–, porque Demetrio para mí era un ángel».

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