Actos políticos, boxeo y lanzamiento de botellas: Las navidades en Bilbao hace un siglo
En la dictadura de Primo de Rivera las fiesas mantenían su sentido religioso pero ya incorporaban diversiones que iban de los partidos de fútbol a las escandalosas borracheras en grupo
En 1923 la Navidad bilbaína presentaba características modernas. Mantenía su empaque religioso, pero incorporaba diversiones públicas que podrían considerarse profanas, además de que el consumo ( ... de bebidas y comestibles) formaba parte prioritaria de los festejos. Como sucedía con todas las celebraciones colectivas, éstas adquirían una gran intensidad social, mayor que las que alcanzan actualmente, impactando en toda la vida urbana.
Así, además de los actos religiosos, muy concurridos (especialmente la misa del gallo), celebraban conferencias, competiciones deportivas (fútbol, carreras pedestres y boxeo), conmemoraciones históricas, actos políticos, desfiles militares, feria de ganado, llamamientos caritativos, espectáculos cómicos, juergas nocturnas y disparo de cohetes algo anárquicos. Hubo de todo. La secuencia de los días navideños se vivía con pasión.
El punto de arranque era el sorteo de Navidad, con ilusiones y decepciones muy parecidas a las actuales. En 1923 no cayó ningún premio importante en Bilbao, suscitando lamentos sobre la mala suerte local. «¿Y para qué hemos invertido los bilbaínos nada menos que cuatro millones de pesetas? La verdad es que dan ganas de no volver a jugar… Hasta el año que viene». Volverían las desilusiones, pronosticaban, pero aumentarían los ingresos de Hacienda. El que no se consuela es porque no quiere.
Asombra la cantidad de actos culturales que acompañaban a los días navideños. El sábado 22, por la tarde, hubo simultáneamente cuatro conferencias en Bilbao. La prensa recogió con detalle el contenido de tres: en la Escuela de Ingenieros Juan Usobiaga habló de «La telefonía sin hilos»; en la Biblioteca Pérez Galdós, que estaba en la calle Marzana, Fernando Quadra Salcedo disertó sobre «Vidas Ejemplares», refiriéndose a personajes históricos vinculados con la villa (García de Salazar, Arriquibar, Poza, Heros, etc.); en el Ateneo y Círculo de Bellas Artes hubo un recital de poesía a cargo de Julio Fernández Vara, poeta andaluz afincado en Bilbao desde 1900, que fue presentado por Manuel Aranaz Castellanos. Simultáneamente, en la Filarmónica el concierto, brillante, estuvo a cargo de la soprano francesa Ritter-Ciampi y del pianista Fernando Ember, artistas de primera línea.
El domingo 23 se celebraba el Ferial de ganado en Basurto, con abundante asistencia y ventas de ganado. Pero sobre todo ese día estuvo consagrado al deporte. El Athletic organizó sus «tradicionales encuentros de Navidad». En 1923 invitó al Slavia de Praga. La expectación fue enorme. Y el desastre también: el Athletic perdió 2-9, recibiendo la que quizás sea la mayor goleada de su historia. La prensa buscaba excusas: «El vencedor es un team de primer orden». Aunque encontraba extraño que el vigente campeón de España recibiese semejante paliza. ¿Qué había pasado? «Un equipo que juega mucho, infinitamente más que los nuestros, una tarde desgraciada del Athletic». Otra conclusión: «El Athletic es el equipo más genial que existe. Junto a sus partidos cumbres, en los que tiene a raya a famosos equipos, presenta sus debacles inexplicables. Términos medios son mediocridades y el Athletic es grande». Lo dicho: el que no se consuela… Hubo revancha, dos días después, el de Navidad: empataron a 4, se contenía la depresión.
No sólo fútbol. Por la mañana del domingo 23 hubo cross: corrían alrededor de 7,5 km, salía del campo de Chimbo-Ibarra (campa de los ingleses) y terminaban en Diques tras recorrer un circuito que iba por Basurto y Autonomía. Tiempo del vencedor: 31.44. Por si fuera poco, había matinal de boxeo en el Salón Vizcaya, con tres combates en los que participaron boxeadores locales, un senegalés y un americano, que no gustó nada (fuera de combate en el primer asalto, un «macana»).
Las compras cuando no había neveras
La víspera de Navidad estaba dominada por los preparativos de la fiesta. Era lunes, pero no existía el concepto de puente. El 24 algunas oficinas cerraban al mediodía y la mayoría a primera hora de la tarde. Y era el día de las compras (no había neveras ni medios eficaces de conservar los alimentos, por lo que convenía adquirirlos a última hora): hubo enorme movimiento en «tienda de ultramarinos, mercados, turronerías, etc.». A última hora de la tarde las calles quedaban desiertas, para cenar en casa, pero luego seguía una fiesta bulliciosa. «Hay que divertirse, hay que bailar, reír, cantar, comer turrón …». Y existían algunas costumbres que algunos tildaban de «bárbaras» (también el día 24, no sólo el 31) como «el lanzamiento de botellas desde los balcones y ventanas a la vía pública», además de «explosivos» y «disparo de petardos y armas de fuego». El ayuntamiento lo prohibió tajantemente. Por lo que luego dijo la prensa la prohibición fue un fracaso rotundo. La diferencia con otros años, cuando la algarabía se producía en los barrios populares, es que se produjo también en las calles del centro. Había comenzado la dictadura de Primo de Rivera unos meses antes, pero en esto la autoridad no se imponía. También hubo «instrumentos callejeros», «orfeones», y algunas borracheras en grupo que imprimían su carácter a la noche.
Curiosamente, el día de Navidad tenía un cariz histórico-político. Ese día, a primera hora de la mañana, se colocó en la sociedad El Sitio el busto del republicano Horacio Echevarrieta, agradeciendo sus gestiones en la liberación de los soldados presos tras el desastre de Anual. La censura impidió que se publicase el discurso pronunciado en el acto.
De la sede de la calle Bidebarrieta los liberales marcharon al Ayuntamiento. Seguía conmemorándose el levantamiento del sitio de Bilbao por Espartero, y desde hacía unos años le habían dotado de un ritual propio: el alcalde, rodeado por la corporación, leía solemnemente desde las escaleras del Ayuntamiento la carta que en enero de 1837 habían enviado las Cortes Constituyentes a la villa de Bilbao, felicitándola por su resistencia al tradicionalismo y por su liberación. «Las Cortes miran con un deber y se complacen en dirigir un tributo de gratitud y de admiración a ese pueblo heroico que por tres veces se ha salvado de las garras de la facción». «No se rindió ni pudieron destruirlo [sus bárbaros sitiadores]. Bilbao se salvó». En 1923 hubo una diferencia con años anteriores: la acusada presencia de tropas que participaron en el acto.
Hubo más actos militares los días siguientes, no por motivo de recuerdos históricos. Tras dos años desplegados en Marruecos, regresaron a Bilbao los soldados del cuartel de Garellano. Los «garellanos» -así se les llamaba- desfilaron por la Gran Vía y fueron objeto de recepciones oficiales, además de subir a Begoña. Cuesta encontrar una presencia tan acusada del ejército en Bilbao, salvo en épocas de guerra.
Se celebraba el primer día de pascua y, aunque oficialmente se había suprimido, Bilbao se aferraba a mantener el segundo día de pascua, si bien no tenían un rito especial. Se iba a cines, teatros y bailes, tanto en los jardines de los Campos Elíseos como en la Plaza Nueva.
Mantenía su impronta jocosa el día de los inocentes, si bien aseguraban que en los últimos diez años la festividad y las inocentadas habían perdido enjundia, quedando reducidas a chiquillerías, como colocar un monigote de papel, inventarse el paso de un aeroplano, esconder alguna boina… «¡Qué tiempos aquellos en que el ingenio de un humorista movilizaba media población hacia el lugar de una catástrofe minera, del hundimiento de la Alhóndiga o del Palacio Consistorial, la llegada de un superdreaghnout norteamericano de 35000 toneladas, cinco chimeneas y 6000 hombres de tripulación!». Cualquier tiempo pasado fue mejor… No habría inocentadas como las de antes, pero se organizaban en los teatros funciones cómico-líricas. «Risa para toda la noche». También contaban las preocupaciones sociales por asistir a las familias pobres y por organizar unas buenas comidas de Navidad y Nochevieja en los asilos.
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