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Análisis

'Life is Strange: True Colors' o el poder de la empatía

Deck Nine presenta el videojuego como una herramienta para entender a nuestros semejantes

Lunes, 13 de septiembre 2021, 13:27

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'True Colors' es la cuarta iteración de Life is Strange, franquicia que ejemplifica como pocas la necesidad de apostar por propiedades intelectuales inéditas en esto del ocio electrónico. Nadie duda de que Square Enix dio un salto de fe para con la propuesta de Dontnod Entertainment: ¿una aventura gráfica por episodios de ambientación 'teen' y valores de producción comedidos?

Por suerte el público respondió fervorosamente (es lo que ocurre cuando impactas en el jugador a golpe de brillante narrativa), lo que propició una precuela a cargo del veterano estudio Deck Nine. Veterano decimos porque su historial se remonta a finales de los 90, cuando contribuyeron a series como Cool Boarders bajo la nomenclatura de 'Idol Minds'.

'Before the Storm' demostró que el universo de Life is Strange podía expandirse hasta lo inimaginable a cargo de terceros. Así, tras una secuela incontestable por parte de los galos, Deck Nine recibió carta blanca para desarrollar un capítulo enteramente propio. Sí, True Colors alberga varios guiños a sus predecesores, pero aborda un escenario y personajes inéditos a los que cualquier neófito podrá acercarse.

Sin entrar en demasiados detalles, los cinco capítulos del juego se ambientan en la localidad minera de Heaven Springs, a donde el joven Gabe Chen se muda en busca de su padre. No será a éste a quien controlemos, sin embargo. Tras pasar la adolescencia en centros de acogida, su hermana Alex irrumpe en el pueblo dispuesta a rehacer su vida. ¿El pero? Una cualidad que algunos tildarían de superpoder (eje común a todas las entregas de Life is Strange): la capacidad de sentir, absober e incluso alterar las emociones ajenas, que la joven percibe cual auras de color.

Con semejante premisa, los desarrolladores buscaban dar respuesta a la cuestión de si los videojuegos pueden servir de herramienta para explorar la empatía. Alcanzados los títulos de crédito, la respuesta no podía resultar más afirmativa. Determinadas secciones del título nos piden ver el mundo desde los ojos de terceros; escudriñar los escenarios en busca de ítems aparejados a emociones intensas que conseguirán ponernos en la piel de estos secundarios. A este respecto, True Colors aborda problemáticas a menudo ignoradas por la industria como el duelo, las enfermedades degenerativas o las formas más sutiles de maltrato.

Hasta aquí todo bien. El problema es que el 'don' de Alex se antoja desaprovechado durante buena parte de la aventura. Hasta el punto de no sostenerse: ¿es significativo detectar el pánico de un personaje cuyos gestos ya lo denotan incluso para los NPCs que nos rodean? Tampoco se saca mucho partido a la supresión o transferencia de emociones, sea a lo largo de la trama principal o durante las 'misiones' opcionales que la salpican. Estas últimas representan la gran novedad de True Colors junto a un mapa abierto por el que podremos deambular a nuestro antojo, algo que termina sintiéndose como una estrategia para alargar artificialmente el desarrollo.

Porque sí, la cosa sigue consistiendo en seleccionar diálogos e interactuar con objetos, por mucho que también se hayan incluido abundantes minijuegos (funcionales máquinas recreativas inclusive). El hecho de que Square Enix haya optado por lanzar los cinco capítulos de forma simultánea en lugar de periódica también puede deberse a que ciertos segmentos son menos trascendentes para el conjunto de lo que deberían; desprovistos de la suficiente entidad y giros como para mantenernos en tensión las semanas que los hubiesen separado del siguiente 'fascículo'. Algo que suponemos no entraba en los planes de Deck Nine, quienes marcan abruptamente la conclusión de cada tramo con la habitual comparativa de decisiones.

El gran misterio de Life is Strange: True Colors tarda pues demasiado en desarrollarse, con unos capítulos segundo, tercero y cuarto de transición (anecdótico juego de rol entremedias). El tramo final atrapa y satisface, desde luego, pero quizás no lo alcancen los usuarios menos pacientes. Además, este quinto capítulo es el menos interactivo, limitándose nuestras intervenciones a un par de decisiones clave a lo largo de escenas harto delimitadas.

A nivel técnico sí que estamos ante un paso adelante sin paliativos para la saga. Algunas animaciones siguen resultando un tanto robóticas, pero en general encontramos unos modelados más verosímiles que nunca, expresiones faciales de las mejorcitas que hayamos presenciado a los mandos (captura de movimientos y doblaje se rodaron a la par) y una calidad superior en cuanto a texturas e iluminación. Todo ello acompasado por una ambientación sonora que invita a perderse en las postales de Heaven Springs, mientras nos deleitamos con la banda sonora de Angus y Elisa Stone, los temas originales de mxmtoon y Novo Amor o unas canciones licenciadas escogidas con tremendo acierto (se nos viene a la cabeza 'Creep', de Radiohead). Por su parte, el doblaje al inglés raya a un nivel excelente, lo que no quita para que sigamos esperando una localización completa a nuestro idioma.

Tampoco queremos dejar pasar la oportunidad de reconocer el buen hacer de los desarrolladores en cuanto a la representación de la diversidad de identidades, géneros y orientaciones sexuales, tan necesaria en los tiempos que corren por la merma en valores como el respeto o la tolerancia.

Nuestra valoración

Aunque True Colors no aproveche en exceso su premisa, nos deja ejercicios de empatía inéditos a los mandos. Ésto, junto a un cierre satisfactorio y las excelentes interpretaciones, consiguen que olvidemos un arco narrativo algo más irregular de lo que suele verse en la franquicia. La misma que acaba de dar un salto notable a nivel técnico.

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