'The DioField Chronicle': Un cuento épico de guerra y honor

Square Enix mueve ficha ahora que los RPG de estrategia están de muy buen ver. Aprovechando la oportunidad brindada por obras de mayor calibre como 'Fire Emblem: Three Houses' o, en menor medida, 'Triangle Strategy', el gigante japonés pretende sacar rédito con títulos menos ambiciosos de lo acostumbrado. 'The DioField Chronicle' abandona las encorsetadas casillas de juegos como Final Fantasy Tactics o Fire Emblem para enfocarse en el movimiento libre tipo 'Pillars of Eternity'.

Más allá de la apariencia bajo la que se presenta, DioFIeld nos introduce en una historia profundamente compleja: desarrolla un conflicto político por el que dos poderosas facciones confluyen por la dominación de recursos que permitan abastecer de poder mágico a sus filas. El 'jade' recuerda levemente a las neticitas de Ivalice en 'Final Fantasy XII', obviamente salvando las distancias con respecto a ambos títulos. Su historia se fragmenta en episodios a lo largo de una treintena de horas, y la diversidad de localizaciones y personajes con los que perdernos está asegurada.

El juego nos pone a los mandos de un reducido grupo de camaradas que actúan como mercenarios; cada uno adopta la forma de un arquetipo concreto (guerrero, arquero, mago, pícaro...) con la que serán funcionales en batalla. A lo largo de la trama se irán uniendo más personajes, por lo que la gestión de los miembros será condición para la resolución de las escaramuzas. Aquí las alianzas políticas y su posterior traición, la intríngulis bélica, será el pan de cada día, por lo que los seguidores de 'La Casa del Dragón' están de enhorabuena.

Como ya se ha comentado, el campo de batalla no se construye tablero de casillas mediante, sino cual mapa totalmente libre y plagado de obstáculos. Las unidades se desplazan de forma mucho más mediada por el jugador, por lo que los flanqueos requerirán de mayor precisión a los mandos. Cada unidad precisa del autoataque (dentro del rango preestablecido) hasta que decidamos cambiar el curso de la acción.

Sorprendentemente, aquí la clave reside no tanto en el posicionamiento de las unidades como en el correcto uso de las invocaciones. Las estrategias impuestas en el género gracias a exponentes como Disgaea acerca de rodear al oponente quedan relegadas a un plano secundario, sustituidas por Bahamut y compañía (al más puro estilo de los Final Fantasy clásicos). Además, contamos con un buen número de técnicas y magias que alteran los estados de los oponentes y tornan la rueda del destino a nuestro favor.

También las condiciones físicas del terreno son una variable importante a tener en cuenta: la posibilidad de colocar trampas (sabiendo aprovechar el espacio adecuado durante los combates) puede ser decisiva para cumplimentar los objetivos de cada misión. Éstos variarán según las necesidades del guion (derrotar a todos los enemigos, capturar puntos clave…), pero no difieren de lo visto en otros títulos.

Otro de los aspectos positivos del juego son sus herramientas de personalización. Contamos con una gran variedad de equipo, útiles y árboles de habilidades para profundizar y desarrollar los arquetipos sin necesidad de encasillarnos en estadísticas constantes. Por suerte, resultan lo suficientemente versátiles como para generar grandes diferencias dentro de un mismo arquetipo en materia de combate. Un soldado puede ser tanto el tanque del grupo como una fuente de daño adicional.

Esta reseña se ha elaborado mediante la versión de Steam, por lo que se ha contado con la posibilidad de alternar pad con teclado y ratón. Aunque lo segundo es siempre preferible en este tipo de casos, el control al mando tradicional ha sido bien adaptado y las microgestiones no son tan necesarias como para notar diferencias significativas entre ambos métodos de manejo.

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