Vascos en Marruecos: «Era desolador. Se te cae el alma al ver tanta tragedia»
Varios vascos de viaje en Marrakech relatan a EL CORREO la angustia que vivieron durante el seísmo, con la ciudad reducida a escombros y sangre
María Rego
Sábado, 9 de septiembre 2023
En la mesa sólo quedaban los platos del postre vacíos cuando Arrate Gómez Marrodán y su pareja, Iván, sintieron bajo sus pies «un temblor que ... jamás habíamos vivido». Estaban en una terraza de Marrakech, a punto de pedir la cuenta, y a ninguno de los dos se les pasó por la cabeza que esa extraña sacudida se trataba, en realidad, de uno de los peores terremotos en la historia de Marruecos. «Mi primer pensamiento fue que venía un camión grande y él creyó que había pasado un avión», recuerda esta portugaluja con el susto aún en el cuerpo. Como a esta pareja, con billete de vuelta para el domingo, el seísmo del pasado viernes sorprendió a numerosos españoles en el país norteafricano, donde unos 18.000 tienen allí su residencia habitual y miles aterrizan cada año por turismo.
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La cuadrilla del vizcaíno Iñaki Hernández decidió este verano sumarse a esa lista de viajeros por tierras marroquíes con un 'tour' que comenzaba «por la zona bereber» y terminaba en Marrakech. Las últimas horas, este sábado, las pasaron en el aeropuerto, el lugar que encontraron más seguro tras sobrevivir al terrible terremoto en la ciudad rosa. «Íbamos por la calle. Habíamos comprado unos 'souvenirs' y, cuando estábamos a dos metros de nuestro riad, empezamos a escuchar como granizo, muy fuerte, y al mirar para atrás vimos a la gente en estampida», relata. Pero del cielo no caía ni una gota, sólo «piedras». «Y el suelo parecía gelatina», cuenta este treintañero, que echó a correr junto a sus amigos Eder, Unai y Andoni –de Bilbao y Urduliz– hacia la plaza más cercana. Lo mismo hizo Arrate con su pareja, que sufrieron esos segundos de temblor «como si hubieran sido horas». «Fue el peor momento de mi vida. Veías personas llorando, con el pelo lleno de polvo, sangre en la cabeza...», retrata esta joven, de 25 años, que estudia Derecho y Relaciones Laborales.
«Lo han perdido todo»
La angustia salpica también el relato de la donostiarra Idoia Barrio, quien se encontraba ya en la cama en su alojamiento de Marrakech cuando todo a su alrededor comenzó a moverse. «Estábamos con la luz apagada. Era una sensación súper rara, empezó a temblar e iba aumentando de intensidad», explica esta chica, de 35 años, que al bajar a la calle con su pareja descubrió «el caos, estaba todo colapsado». Coches aplastados, columnas de humo, ambulancias, escombros... «Era desolador, se te cae el alma al suelo. Nosotros, egoístamente, podemos decir que sólo tenemos cuatro rasguños, pero aquí hay gente que ha perdido todo», recalca Iñaki. Él y sus amigos se dieron cuenta de «la realidad» tras el terremoto cuando, después de un paso fugaz por su riad para «meter todo en las mochilas y salir escopeteados», tomaron un taxi hacia el aeródromo.
Algunos pensaron que se trataba de una tormenta, otros que había pasado un avión. «Era una sensación rara»
Arrate y su novio buscaron un nuevo hotel para su última noche en la ciudad, la del sábado, pero la madrugada del terremoto decidieron pasarla a cielo abierto, en una plaza, donde nada pudiera derrumbarse sobre ellos. «Había personas sentadas en el suelo, tumbadas... La gente de Marrakech fue muy hospitalaria, nos trajeron mantas porque estábamos temblando de frío», recuerda esta vizcaína, que regresará esta tarde a casa. Otros viajeros prefirieron adelantar la vuelta –algo nada fácil por la enorme demanda de turistas que querían salir del país– y escapar cuanto antes del 'shock' del desastre. A algunos les impactó nada más pisar el país norteafricano, como al valenciano Betto García, pues mientras le sellaban el pasaporte en la terminal «hubo un corte de luz y acto seguido un ruido muy fuerte». «Salimos del aeropuerto sin saber si habían tirado una bomba o se había caído un avión», explica.
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A otros les pilló la tragedia en plena luna de miel, como a los asturianos Irene S. Cidón y Alejandro Varela, que vieron cómo «todo se derrumbaba» desde su alojamiento. «Nos pusimos en la zona central tapados con colchones», comenta esta psicóloga que ha reducido el viaje de novios a la mitad. En Marrakech estaba también un grupo de unos cincuenta españoles que habían viajado para asistir al enlace de una pareja de Castellón. «Es sobrecogedor ver que el hotel al que entramos para celebrar la boda unas horas antes estaba derrumbado», comparte Esther Labaig. A la granadina Hermi Sampedro, de 36 años, le parecía «un sueño» lo que veía en la ciudad rosa. Le ayudaba a mantener la calma una de sus amigas que hace unos años vivió otro terremoto, de magnitud 8, en Bali.
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