Tres asesinos en serie, 28 muertes... y un caso cerrado tras 40 años de investigaciones
Entre 1982 y 1985, tres criminales conocidos como 'los asesinos de Brabante' acabaron con la vida de 28 personas en unos asaltos sobre los que pesa la niebla. ¿Quiénes eran y por qué fueron tan inhumanos?
La fiscal especial antiterrorista belga Ann Fransen tuvo que admitir la semana pasada lo que nunca le gusta confesar a ningún integrante del sistema judicial: ... su fracaso. Tuvo que hacerlo a su pesar al cumplirse 40 años de la mayor matanza registrada en Bélgica, el caso de los asesinos de Brabante. Entre 1982 y 1985, tres individuos asesinaron a 28 personas, varias de ellas niños, en una sucesión de tiroteos y desaparecieron sin dejar rastro. Tras cuatro décadas de investigaciones, en las que se han cotejado miles de huellas dactilares, se han comprobado restos de ADN y se han examinado cientos de testimonios, los investigadores belgas han claudicado y, tras disculparse con las víctimas, han anunciado que no hay nada más que hacer. Caso cerrado.
En los 80, tres criminales -conocidos como 'el gigante', 'el asesino' y 'el viejo'- llevaron a cabo una campaña de atracos en pequeños supermercados que fue escalando en violencia. En muchos de los casos, se llevaban un botín mínimo y disparaban a los clientes de manera indiscriminada. Su territorio de actuación era la región de Brabante, en el centro de Bélgica, donde sus crímenes consiguieron que los ciudadanos llegaran a temer la hora de ir a hacer la compra. En aquellos años, la imposibilidad de la policía para detenerlos o identificarlos hizo que se pusiera en duda la capacidad del Estado para garantizar la seguridad pública. Esta crisis se acentuó con la aparición de teorías que vinculaban la ola de asesinatos con organizaciones de extrema derecha, con gendarmes corruptos y con organizaciones mafiosas. Incluso se relacionó las muertes con la 'red Gladio', la trama ultra creada bajo el amparo de la OTAN.
Las primeras actuaciones de los asesinos de Brabante comenzaron en 1982 con una serie de robos de armas y vehículos. Ese año, en septiembre, mataron a un policía en el asalto al depósito del dueño de una armería. En diciembre, en un robo a un restaurante, torturaron y asesinaron a un vigilante. Al año siguiente cometieron una docena de atracos de escaso valor en los que asesinaron a los trabajadores de los centros comerciales e incluso a personas que se cruzaban en su camino. De repente, desaparecieron. No hubo más asaltos ni asesinatos cometidos de manera sádica.
Un cadáver que nunca apareció
Las investigaciones que se llevaron a cabo tras esa ola de crímenes solo permitieron poner apodos a tres personas que habían sido descritas por los testigos de sus atracos. Los retratos robots realizados por la Policía hicieron que se bautizase a los asesinos como 'el gigante', 'el viejo' y 'el asesino'. El primero de ellos, un hombre corpulento y de casi dos metros de estatura, actuaba como el jefe. 'El asesino' era un joven con acento culto francés que se encargó de 22 de los asesinatos. El tercer hombre era una persona mayor, no muy alta, y que en la mayoría de los ataques fue visto en el coche con el que huían tras sus atracos.
Estos tres criminales volvieron a actuar en 1985, esta vez con una oleada más breve pero más violenta. Su último ataque tuvo lugar en el supermercado Delhaize, en el pueblo de Parklaan. En el centro comercial mataron a ocho clientes, pero la policía pudo llegar cuando los asaltantes se encontraban todavía en el interior. Tras un tiroteo, los asesinos de Brabante consiguieron escapar pero uno de ellos, el que podía ser 'el asesino' resultó alcanzado por las balas.
La sospecha de la policía, a partir del relato de testigos, es que 'el asesino' murió a consecuencia de las impactos de bala. O que resultó herido grave y sus compañeros lo remataron. En cualquier caso, el cadáver jamás apareció. Ese crimen fue el último cometido por los asesinos de Brabante. Un año después, los buceadores de la policía encontraron en el canal 'Largue au faquez' un saco arrojado al agua en el que estaban las armas utilizadas en el atraco al supermercado así como otros elementos de los criminales. Esa fue la última pista sobre la oleada de atrocidades.
Gendarmes, una hipótesis
La policía belga inició una investigación intensa pero no consiguió ni un solo dato sobre los ahora desaparecidos. Por el contrario, muchas de las pesquisas alentaron la sospecha de que los asesinos podían haber sido gendarmes o estar compinchados con ellos. La preparación casi militar que mostraron en algunos de sus golpes iban en esa dirección. Pero no se consiguió ninguna pista fiable. Se investigó también al banquero Louis Finné, que había sido asesinado por los tres tiradores en uno de sus golpes. Este financiero, vinculado con el tráfico ilegal de armas, había alertado a la Policía de una conspiración violenta ultraderechista en el seno de las fuerzas de seguridad. Pero tampoco esta línea permitió encontrar una solución a los enigmas.
Los medios políticos y mediáticos llevaron a relacionar los crímenes con uno de los hechos más siniestros de la 'guerra fría': la 'Red Gladio', la trama creada en el seno de la OTAN para preparar una serie de grupos terroristas que actuasen en Europa en el caso de que la Unión Soviética consiguiera invadir el continente. Tampoco de este rumor se obtuvo ninguna verdad. Se investigó a las mafias locales e incluso a un intento de chantaje a la cadena Delhaize, ya que muchos de los golpes tuvieron como objetivo centros comerciales de esa marca. Tampoco se consiguió demostrar nada.
En 2017, el hermano del antiguo gendarme Chris Bonkoffsky, alias 'Bonno, relató a la policía que su allegado había confesado en su lecho de muerte que él era 'el gigante'. Los análisis de ADN no permitieron considerar cierta esta tesis. Para entonces se había investigado a tramas neonazis vinculadas a un periodíco ultraderechista y a células terroristas de ultraizquierda. De nuevo, nada. El Gobierno belga incluso modificó la ley para que el delito no prescribiera y creó una legislación especial para arrepentidos, ante la posibilidad de que alguien quisiera confesar su relación con la banda. Nadie lo hizo.
Un sumario de dos millones de páginas
En 2018, medios de comunicación belgas relataron que algunos jueces temían que las pruebas encontradas en el canal habían sido manipuladas o arrojadas al agua como una pista falsa. El sumario contenía para entonces dos millones de páginas. Se habían llevado a cabo más de 1.500 investigaciones y examinado medio millar de restos de ADN sin resultados.
El 28 de junio, la fiscal especial Ann Fransen anunció en una rueda de prensa que el caso quedaba cerrado ante los nulos avances de la investigación. «Para las víctimas y sus familiares, es sin duda un nuevo mazazo. Sentimos una enorme compasión por ellos», agregó. Los abogados de los afectados, por su parte, consideraron que el fallo suponía «una vergüenza para la justicia y la política belga». El letrado Peter Callebaut agregó una frase que resume el estupor ante la imposibilidad de resolver los crímenes. «Es imposible que, en esta oleada de crímenes, nadie haya conseguido averiguar nada».
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