El torpedo de los ríos
A pesar de las muchas penurias que están sufriendo los salmones -cormoranes por doquier que arrasan con los alevines, contaminación de los ríos, furtivismo, pesca ... industrial en el mar, regresión de la especie…-, su captura sigue atrayendo con especial interés a un importante número de pescadores, deseosos de vivir emociones inéditas. No todos tienen la fortuna o habilidad de sacar uno de estos torpedos del río, si bien el mero hecho de verlos saltar en los pozos con esa fuerza que los caracteriza justifica una jornada de pesca.
Existen muchas variedades de moscas como cebo, pero bastará media docena para emplearlas según la luna, temporada y claridad del agua. Todo pescador de truchas puede en brevísimo tiempo convertirse en pescador de salmones. El salmón, cuando está por entrar a la mosca, lo hace más fácil y bruscamente que la trucha.
Al llegar a un pozo de salmón hay que empezar a pescar desde la misma cabecera y terminar en la cola, donde ya el agua apenas tiene corriente. Si el río lleva poca agua, lo probable es tropezar al salmón hacia la cabecera; es decir, de la mitad para arriba del pozo. Lo contrario suele ocurrir cuando el río va crecido. La mosca debe lanzarse desde unos cincuenta grados, aproximadamente, aunque el salmón suele salir cuando la línea y la mosca forman un ángulo recto con la caña. En las corrientes fuertes nunca debemos tirar de la mosca arrastrándola en contra del agua.
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