La tentación de las apuestas 'on line'
Los 'millennials' son el centro de 2,7 millones de spots anuales de juego 'online' carentes de control estatal
Los lectores que han nacido en los cincuenta y sesenta del siglo pasado se acordarán del cowboy que publicitaba una marca de cigarrillos rubios, un ... personaje de carne y hueso que desapareció por ley de los medios de comunicación y que, debido a ello, poco o nada les dice a los 'millennials', la primera generación del siglo XXI. Pero estos últimos jóvenes, educados en los hábitos de vida saludable y adictos a los móviles y a la satisfacción instantánea, quizá se pregunten en el futuro qué fue de las estrellas de fútbol y de los actores que aparecieron en los 2,7 millones de anuncios de juego 'online' emitidos en España durante 2017. Son veinte veces más que en 2013, y componen una ofensiva de márketing que incide en los grupos más jóvenes y digitalizados. Y no sólo no está remitiendo –de enero a junio pasados se han contabilizado 1,3 millones de spots–, sino que carece de un marco legal eficaz.
Porque las normas publicitarias que imponen en Euskadi el reglamento de juego y la Ley de Adicciones del Gobierno vasco no afectan a las retransmisiones deportivas, sea cual fuere su horario. Y aunque es cierto que, igual que otras comunidades, el Ejecutivo de Vitoria tiene controles más o menos restrictivos, en realidad da lo mismo la opinión que se tenga sobre ellos, porque la mayoría de las casas de juego 'online' operan fuera del País Vasco y no están obligadas a respetar la normativa autonómica. De ese modo, el bombardeo publicitario de esas empresas prosigue, mientras el reglamento estatal que debe regularlo está sin aprobar desde 2011, cuando se promulgó la ley sobre el juego por internet en España. Son siete años de retraso que, unidos a la inversión en márketing de las casas de juego –103 millones de euros en 2017–, han animado al Gobierno de Pedro Sánchez y a Podemos a poner fin al vacío legal sugiriendo una legislación tan dura como la del alcohol y el tabaco. Y en el caso de Euskadi han trasladado al Parlamento vasco un debate que también lo es de costumbres.
Los datos
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2.100 máquinas para apostar hay en Euskadi, 1.100 de ellas en bares y el resto en casas de apuestas, salones de juego, bingos y casinos. Kirolbet, una de las tres casas de juego vascas –junto a RETAbet y Codere– da trabajo a 275 personas. Patrocina al Baskonia de baloncesto y a Osasuna de fútbol, pero se «desmarca» de la oleada de publicidad de apuestas. Según Manu Egaña, director de Personas y Organización de esa firma, su actividad está sujeta en Euskadi a controles que no tienen las competidoras radicadas fuera –pedir permiso cada vez que se quiere poner un anuncio–. Propone un juego sostenible y responsable y recuerda que no comparten la «sobresaturación» de spots.
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Encuesta de adicciones De 2012 y 2017 la proporción de personas con juego activo ha subido del 22,6% al 26,3%. La adicción de hombres triplica a la de mujeres y predomina entre las personas jóvenes y de mediana edad.
«Los Simpson tienen un episodio titulado 'Cómo aprendí a amar el juego legalizado'», recuerda Beatriz Alonso, de Ekintza Bibe, organización guipuzcoana que ayuda a los ludópatas enganchados a nuevas modalidades digitales, cuyo perfil ha caído con Internet desde la horquilla de 40-55 años a la de 25-40. «Muchos empezaron cuando eran menores. Si son chicos que practican deporte, lo comentan con los amigos en el vestuario. ¿Quedamos para ir a jugar?», explica Alonso. Su colega Idoia Axpe, de Asajer (entidad que atiende a los ludópatas en Álava) advierte de que a su asociación ya se acercan menores con problemas de adicción al juego. «Vienen acompañados de sus padres», indica. «Con el juego 'online' estamos observando que el proceso de caída en la adicción se ha acortado. Ahora lo llegas a ver en un año. Antes los adultos tardaban cuatro».
Tarjeta de crédito de los padres
No menos preocupación exhibe Jon Antón, de Ekintza Aluviz (organización que ayuda a los ludópatas en Bizkaia). «No se trata de demonizar el juego, pero al ser tan accesible, la posibilidad de caer es mayor», resume. Antón recuerda que los menores pueden eludir con relativa facilidad la prohibición de jugar 'online', utilizando «la tarjeta de crédito de los padres». Tanto él como los demás colectivos que tratan la ludopatía reclaman más rigor con las distancias de los salones de juego y que se extreme el celo para que los chavales no accedan a esos establecimientos ni en general a los locales donde haya máquinas de apuestas.
Son demandas viejas, pero se han convertido en el trasfondo del reciente y espectacular desarrollo del juego 'online', que ha despertado perplejidad y preocupación –sobre todo, los anuncios agresivos a todas horas– y se resume en unos pocos números. En 2013 se apostaban 496 millones en España cada trimestre, y el año pasado fueron 1.600 millones (computando todas las apuestas, presenciales y no presenciales). En Euskadi, la recaudación del canal 'online' –es decir, sólo las apuestas no presenciales de las empresas vascas– pasó de 24,8 millones a 121,5 millones en el mismo periodo. El año pasado se hicieron más de 36 millones de apuestas en el País Vasco (sólo de las firmas de la comunidad).
«Hace falta un estudio epidemiológico sobre la incidencia del juego en menores», dice Jon Antón, por cuya organización vizcaína pasan 500 personas cada año. Su reclamación suscita la pregunta de si los adolescentes están asistiendo a la maduración imparable de una actividad de la que sus padres escucharon de niños que –salvo la lotería y las quinielas– era un vicio. Porque hasta 1977, los casinos estuvieron prohibidos en España, mientras se fumaba en hospitales y autobuses. Sólo un cambio de perspectiva –y las demandas contra la industria tabaquera– le dieron la vuelta a lo que era aceptable y lo que no. No sólo se esfumó el cowboy que fumaba un pitillo. Los creadores de cómics Morris y Gosciny le quitaron el cigarrillo de la boca a su famoso vaquero Lucky Luke, ídolo juvenil de papel. ¿Pasará lo mismo con el juego y sus ídolos del deporte?
Los enfoques «dañinos» de la publicidad del juego
«A nadie se le ocurre que un club de fútbol o de baloncesto pueda lucir publicidad de una marca de cigarrillos o de cerveza en el estadio o en la camiseta», dice Ana Estévez, profesora titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Deusto, uno de cuyos estudios, con medio millar de chicos y chicas alaveses, detectó la incidencia creciente del juego en los menores. Pero Estévez y su colega Hibai López-González, también investigador de Deusto, realizaron otro trabajo más técnico, financiado por la ONCE, que sería mencionado en un texto legal. Más concretamente en un borrador de ese reglamento estatal que lleva siete años esperando a ser aprobado para regular la publicidad del juego 'online'. En su trabajo, Estévez y López alertan contra enfoques «potencialmente dañinos» de los spots, como «la idea de que apostar es una forma de mostrar lealtad a tu equipo o que no hacerlo es un acto de infidelidad». Otro aspecto negativo «es entender las apuestas como un acto racional de inversión y al apostador, como un profesional de las finanzas».
Los expertos tampoco ven «aconsejable» presentar la apuesta como «un hábito equivalente o sustitutivo de practicar deporte, ni a los apostantes como si fueran deportistas profesionales». Por último alertan contra la apelación «a la parte animal de los apostadores» al incidir «en el enfoque impulsivo y poco planificado de jugar».
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