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Biescas, 25 años de la tragedia
Aniversario ·
87 personas fallecieron en la riada que arrasó el camping Las Nieves, entre ellas la madre de Olatz Alonso, una de las seis víctimas guipuzcoanasaiende s. jiménez
Viernes, 6 de agosto 2021, 00:38
Han pasado 25 años desde que una tremenda riada de agua, tierra, rocas y árboles arrasó el camping de Las Nieves de Biescas. Es una ... de las tragedias recientes más terribles que se recuerda, por el número de víctimas y porque entre ellas había familias, incluidos niños. En total fueron 87 muertos y 200 heridos. Entre los fallecidos había seis guipuzcoanos, tres mujeres, dos hombres y un niño.
Era el 7 de agosto de 1996. En el camping había registradas unas 600 personas que por la tarde se refugiaron de la lluvia que había empezado a caer con fuerza. Olatz Alonso, que pasaba unos días allí junto a sus padres, María José Idígoras y Patxi Alonso y su hermano Gorka, estaba con unos amigos en la zona de la barbacoa, en un bajo cubierto. Su familia se había quedado dentro de la caravana.
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Todo ocurrió rápido. De repente vieron cómo un coche estaba siendo arrastrado, si bien reconoce que no eran conscientes de lo que estaba pasando. El agua comenzó a entrar dentro del cobijo y tuvieron que subirse encima de las mesas. Desde una ventana pequeña Olatz, que tenía 11 años, vio a sus padres y a su hermano encaramados al capó del coche. «Después el hermano de una amiga me apartó de la ventana para que no viera más», recuerda.
En poco tiempo los militares irrumpieron en el barracón y les trasladaron a un polideportivo y después a un colegio, junto a otros supervivientes. Fueron horas de miedo e incertidumbre, hasta que cuando iba al baño, Olatz se cruzó con su abuelo, que había ido a buscarla. «Fue como ver a Dios». Las horas siguientes fueron muy duras. Tras reunirse con su hermano, que había resultado herido pero se encontraba bien, fueron a visitar a su padre al hospital, donde estaba ingresado en estado grave. Allí mismo sus familiares les comunicaron la peor de las noticias: su ama había fallecido.
Los diques de contención de la torrentera no soportaron tanta cantidad de agua y se rompieron
Han pasado 25 años, pero apenas hace cinco que Olatz puede verbalizar sin quebrarse todo lo que ocurrió ese día. «Hay momentos en los que parece que no ha pasado el tiempo. Hay imágenes que nunca voy a poder borrar», reconoce. La ayuda psicológica que ha recibido durante mucho tiempo le ha permitido superar muchos miedos y poder sobrellevar una herida «que nunca se va a cerrar». Entre esos temores, el miedo al agua o poder regresar a un camping con sus hijos.
También se ha podido reconciliar con el lugar donde sucedió el horror. Cuando se celebró el 20 aniversario acudió a un homenaje a las familias y «cerré una etapa». Desde entonces regresa cada año. Esta vez no podrá ir el mismo día 7 por trabajo, pero sí unos días después. «Ahora no es amargo, me gusta estar allí. Me da paz».
Pudo haberse evitado
La tragedia de Biescas dejó una imborrable huella no solo en el Pirineo aragonés, sino en toda España. Una huella más dolorosa si cabe cuando se evidenció que podría haberse evitado. Aquel 7 de agosto amenazaba con mucha lluvia y en apenas una hora cayeron 185 litros por metro cuadrado. El camping estaba ubicado en la desembocadura del barranco de Arás. Los diques de contención de la torrentera no soportaron tanta cantidad de agua y se rompieron, y una ola gigante arrasó el camping.
En el proceso penal, se supo que existía un informe que desaconsejaba la construcción del camping en esa ubicación. Los expertos señalaron que se sabía que a ese valle iban a parar los torrentes de la zona y que la duda no era si podría inundarse, sino cuándo ocurriría. Tras muchos años de lucha, la Audiencia Nacional condenó al Estado y a la Diputación General de Aragón por autorizar la instalación del camping en un lugar inadecuado y los familiares fueron indemnizados.
Un alivio que no repara las 87 vidas que el agua se llevó. Entre ellas la de la lasartearra María José Idígoras, la madre de Olatz. El tiempo no elimina el dolor, «pero ayuda a amortiguarlo». Olatz no puede evitar pensar cómo sería su vida con ella y con su padre, que falleció dos años después. Los años le han permitido conocerles mejor a esas personas, a través de vídeos familiares y de los testimonios de sus tíos y abuelos. «Les encantaba disfrutar de la vida», resume.
Una vida que Olatz comenzó a rehacer cuatro años después, cuando se mudó de Donostia a La Rioja. «Necesitaba un cambio de vida, romper con todo allí y empezar de cero. Ha sido liberador. Aquí estoy tranquila, con mi familia».
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