Chemsex o dopaje sexual
Sexo y drogas: el español que atiende desde Londres a las víctimas del 'chemsex'Ignacio Labayen de Inza, cuya ONG Controlling Chemsex ayuda a afectados de todo el mundo, advierte de que «es una pandemia»
Quedar con otras personas para una sesión de sexo y drogas, el llamado 'chemsex' o dopaje sexual, no es nada nuevo, se practica desde hace ... décadas. Y, sin ahondar en cuestiones morales, lo cierto es que siempre ha conllevado cierto riesgo porque precisamente la deshinbición que se busca en este tipo de experiencias puede irse de las manos. Lo que ocurre es que ahora mismo hay al menos dos factores que se han aliado para crear la tormenta perfecta y aumentar exponencialmente la peligrosidad de estos encuentros: algunos casos de violencia que han trascendido y el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS).
Ahora mismo es, más que nunca, una ruleta rusa. Por eso este tipo de encuentros se están replegando al mundo virtual, donde no te pueden dar una paliza, ni violar, ni robar, ni contagiar una ETS. Ignacio Labayen de Inza, madrileño de 54 años y uno de los mayores expertos del mundo en lA materia, revela esta nueva deriva del 'chemsex'. Fundador de la ONG Controlling Chemsex, con sede en Londres, sabe de lo que habla porque él mismo cayó durante un tiempo en ese abismo.
Tal y como explica, antes el 'chemsex' consistía en quedar en un lugar con uno o varios individuos para practicar sexo bajo los efectos de drogas euforizantes, como la metaanfetamina. Los contactos se establecían a través de foros y aplicaciones de citas como Grindr (una especie de Tinder que en origen estaba vinculado al mudo gay). Es decir, se trataba de «desconocidos» que quedaban con un propósito muy claro: sexo y drogas, un cóctel que hace que a veces los intercambios sexuales se conviertan en situaciones espeluznantes. «Muchos de quienes han acudido a mí en busca de ayuda han sido víctimas de violencia, robos y situaciones muy incómodas», afirma Labayen.
Sesiones largas, sexo escaso
De ahí que, para evitar estos sustos, se hayan empezado a extender las reuniones de 'chemsex' virtuales (aunque las presenciales siguen en auge). «Ahora se queda mucho por Zoom y luego inicias otra sala privada con quien tú elijas». Esto evita agresiones y otros delitos, sí, pero como se siguen consumiendo estupefacientes sin control mientras se practica, la salud mental de los implicados sigue sufriendo las consecuencias negativas del 'chemsex', donde no sólo te juegas el tipo, también el equilibrio emocional. Los afectados tienen un fuerte sentimiento de vergüenza: la idea que la sociedad tiene de quien practica el 'chemsex' es la de alguien que está en orgías que duran hasta varios días seguidos, aunque la realidad no es exactamente así. «A veces les pregunto cuánto duran sus sesiones. Pueden estar hasta 72 horas, sí. Pero cuando les pides que te digan cuánto tiempo han estado practicando sexo hasta ellos se sorprenden, puede que solo una».
«Los afectados tiene miedo de encontrarse con conocidos cuando van en busca de ayuda»
Ignacio Labayen de Inza
¿Y el resto del tiempo? Entra en aplicaciones de citas o sexuales, hablan con gente, se drogan, discuten, experimentan paranoias, bajones y subidones a causa de los estupefacientes... Vamos, que la supuesta fiesta, no es tal en la mayoría de las ocasiones. Para colmo, la resaca de estos encuentros es muy triste: muchos acaban tirando su vida por la borda, sienten una gran soledad y se ven incapaces de mantener relaciones de cualquier tipo, incluidas las sexuales, si no es con droga de por medio.
Es un infierno, «una pandemia», alerta Labayen de Inza, que lo equipara al sida en sus inicios, incluso en cuestiones de estigma. Él tuvo su primer contacto con este fenómeno en 2008, cuando todo era cara a cara y cuerpo a cuerpo. «Me vine a Londres después de superar mis problemas con las drogas y el alcohol y me acerqué a una ONG para ayudar a gente que estaba en esa misma situación», explica sin tapujos. Enseguida empezó a ver que cada vez había más personas cuyos problemas con estas sustancias estaban íntimamente ligados a sesiones maratonianas de sexo. «Fueron los inicios del 'chemsex'», explica.
Perfil en Grindr
Desde entonces, siempre ha estado vinculado a organizaciones o clínicas que ayudan a personas en esta situación. Solo hubo un periodo de tiempo en el que 'desapareció'. «Es que yo también caí», confiesa. De 2012 a 2015 vivió el periodo más negro de su vida: «Pensé muchas veces que no saldría de ahí. Y aún me sorprende estar vivo». Por eso, está volcado en atender a personas con este problema.
Incluso en la red. Antes de fundar Controlling Sex, se abrió un perfil en Grindr para facilitar un manual de primeros auxilios cuando las cosas se complicaban. «Estaba bien que lo tuvieran los sanitarios, conductores de ambulancia, etc. Pero yo quería llegar a los propios afectados, que son los primeros que se encuentran con situaciones difíciles», dice. En un año recibió nada menos que 13.000 consultas. «Y no solo eran afectados que pedían el manual. También había personas que te pedían ayuda para sacar a su pareja o familiar de esta práctica»
En su ONG, que tiene un equipo de medio centenar de personas, atienden a todo el que se acerca: «El 60% son personas que viven en Londres, otro 20% proceden del resto de Reino Unido y el 20% restante es gente de todo el mundo que se pone en contacto con nosotros». Y no solo de países como Malasia, Singapur o Irán, donde ser gay es delito y allí no hay ninguna red de apoyo, sino también de ciudades de nuestro entorno. «En el último año he atendido a cuatro de Bilbao», desvela.
– ¿Les cuesta pedir ayuda?
– Sí. Los afectados tienen miedo a encontrarse con conocidos en los sitios donde se la ofrecen. Yo esto lo he averiguado en la práctica y, desde que me di cuenta, he cambiado la manera de tratarlos para que pierdan ese temor.
Desinhibición y la 'PrEP', en el centro del crecimiento de las infecciones sexuales
El último informe del Instituto Carlos III sobre salud sexual en España ha alertado de que se están alcanzando cifras récord en infecciones de transmisión sexual. A Ignacio Labayen no le sorprende el dato. Influyen que hay «una mayor desinhibición», que nos hace creernos intocables, «una necesidad o interés por explorar de los jóvenes» y un mayor número de parejas sexuales con las que nos e mantiene el contacto después. No se trata, por tanto, de falta de información como tal.
«Si de repente te diagnostican una, lo normal es que informes a las personas con las que has estado... pero no siempre tienes su teléfono para decírselo», explica.También ocurre, asegura, que hasta ahora, los medios barrera se han usado para evitar embarazos y el VIH. Pero al extenderse la profilaxis preexposición frente a este virus, lo que se llama 'PrEP', el condón han pasado a un segundo plano y es el único que nos evitaría coger infecciones como la clamidia o la gonorrea, por poner solo dos ejemplos.
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