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Euskadi es una de las comunidades donde más porros se fuman. Uno de cada dos vascos reconoce haber probado la marihuana o el hachís, tal ... y como figura en el último estudio sobre el consumo de esta droga realizado por el Ministerio de Sanidad. Más llamativa es la proporción entre los menores de edad. En el País Vasco, uno de cada tres chicos y chicas de entre 14 y 18 años ha fumado canutos. Es precisamente cuando el consumo se inicia a esta temprana edad -o antes-, una etapa en la que el cerebro está aún en fase de desarrollo, y se mantiene durante un tiempo cuando este estupefaciente puede provocar mayores daños a la salud.
Uno de los más graves es la psicosis. «Un adolescente que comienza a fumar porros con 12 o 13 años tiene cinco veces más riesgo de sufrir tiempo después una psicosis que otra persona de su misma edad que no lo hace», indica Patxi Gil, coordinador del programa Lehenak, dedicado a la atención de los primeros episodios psicóticos en Bizkaia. Cada año en este territorio 300 sufren su primer brote de esta severa enfermedad mental. De ellos, «más del 60% fuman porros».
Cierto es que la mayoría de personas que consume cannabis no desarrolla esta patología, pero también lo es que un grupo importante de quienes la padecen fumaba esta droga cuando empezaron a padecer desórdenes mentales como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la paranoia o los delirios. Y aunque dejen de fumar «la psicosis sigue ahí» y precisa tratamiento para intentar superarla. Es por ello que en el equipo que encabeza este psiquiatra preocupa mucho que el consumo de esta droga se haya «normalizado» en Euskadi bajo la apariencia de que es inocua para la salud.
El programa Lehenak, de la Red de Salud Mental de Bizkaia, nació en 2011 y fue pionero en su campo en Osakidetza. Se dedica a atender a pacientes que han sufrido un primer episodio psicótico de forma temprana porque, al igual que ocurre con otras enfermedades, cuanto antes se actúa con estas patologías mejor es su evolución.
El tratamiento que llevan a cabo con estos pacientes se prolonga durante cinco años. En una etapa inicial, más intensiva, se trata de 'bajarles' cuando están en pleno brote. Es la más sencilla, reconocen, y para ello se apoyan en la medicación. Una vez logrado este primer objetivo, se pasa a una fase de estabilización mucho más prolongada. Los tratamientos combinan fármacos antipsicóticos con terapia. «Siempre que es posible se les atiende con su familia, porque son el soporte de esa persona», explica José Manuel Rodríguez, psicólogo clínico de la unidad con sede en el ambulatorio del Casco Viejo.
El entorno familiar es una parte esencial en todo el proceso porque son sus miembros los que normalmente se ponen en contacto con los servicios sanitarios. «Los pacientes no suelen tener, sobre todo al principio, conciencia de que están enfermos», explica Rodríguez. En esa etapa inicial es habitual que surjan tensiones por la falta de conocimiento de la situación. Pero después la familia se convierte en una pieza fundamental en la recuperación del paciente. Se les enseña a detectar síntomas de un posible repunte de la patología y ayudan en la adherencia al tratamiento.
Buena parte de los afectados por un brote psicótico son gente joven. Aunque la horquilla de personas que ha atendido este equipo -más de 2.500 desde su creación- va de los 13 a los 75 años, en los varones esta patología suele debutar entre los 20 y los 29 años. En mujeres el abanico es más amplio y va de los 20 a los 50.
Tres son los grandes factores que están detrás de la aparición de un episodio psicótico. Por un lado hay pacientes que cuentan con una predisposición genética a sufrirlos. Por otro influyen las vivencias de cada uno a lo largo de su vida. En este sentido tienen una alta incidencia los traumas infantiles sufridos en el hogar o en el colegio. Y en tercer lugar se encuentran los consumos de tóxicos, caso del cannabis o el speed (anfetaminas), por su peso como factor de riesgo para desarrollar una psicosis. Cuando se combinan varias circunstancias la probabilidad de padecer estos problemas es mayor. Esto es algo que ocurre con los menores magrebíes no acompañados que llegan a Bizkaia. Según indica Gil, esta población tiene una tasa de brotes psicóticos mayor a la del resto de Bizkaia debido tanto a la dura infancia que han vivido como a los altos consumos de tóxicos que parte de ellos realizan una vez en Euskadi.
Para cada caso se realiza un plan personalizado de recuperación. El modelo de la unidad es comunitario. Los afectados son atendidos a nivel ambulatorio o en sus domicilios. Solo en un 10% se indica su ingreso involuntario. Lo habitual es que estos enfermos no sean violentos. En trece años de historia de la unidad sus profesionales solo han recibido «una agresión».
En cuanto a la evolución que suelen presentar estos pacientes, los expertos indican que «un 35% se recupera y retoma su vida». Otro «20%» no consigue superar esta situación y sufre episodios repetidos o psicosis refractaria. El 45% restante se queda a mitad de camino. «Deja de tener ideas delirantes, pero muestra una clínica negativa». Les cuesta relacionarse con otras personas en la calle o en el trabajo y tienden al aislamiento. No consiguen volver a ser los que eran antes.
Jorge tiene 24 años. Hace siete, cuando estaba en el primer curso de la universidad en Venezuela, sufrió un brote psicótico. De niño vivió el «traumático» el divorcio de sus padres. Padece insomnio severo y en 2018 la mayoría de sus amigos abandonó el país por la grave crisis que afectaba a Venezuela. Fueron momentos de gran estrés para él. «Tenía mucha angustia y la sensación de que se iba a acabar el mundo. Entonces empecé a oír voces en mi cabeza». Le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. Hace unos años emigró a Euskadi. Aquí tiene familia. Él es uno de los pacientes de Lehenak.
«La mayoría de estas personas ha perdido algo por la enfermedad. Algunos se han quedado sin trabajo o tuvieron que dejar de estudiar. Otros perdieron a su pareja o amigos. Por eso les ayudamos a pasar ese duelo, además de tratar su patología», explica Janire Ibarrondo, terapeuta ocupacional y una de las personas que integra la unidad.
Para que la recuperación sea efectiva no solo es necesario que supere su enfermedad psiquiátrica, también deben integrarse en la sociedad para no quedar aislados. En Lehenak les ayudan a formarse o a buscar empleo. «Tratamos la enfermedad con la meta de que retomen su vida».
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