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Una carrera de obstáculos. Sentada Isabelle Delgado, y con bastón Mercedes Cuesta. Ignacio Pérez
«El virus nos ha quitado la vida»

«El virus nos ha quitado la vida»

Jueves, 13 de febrero 2025

Mercedes Cuesta tiene 46 años y ya camina con bastón. Lo poco que anda, porque su marido se ha convertido en su sombra y la lleva en coche a todas partes. Eso sí, cuando sale de casa. «No me reconozco. No me acuerdo de la mujer que era antes. De la noche a la mañana, de estar sana y activa, he pasado a no poder mantenerme en pie. Es como si me hubieran caído 90 años de golpe», relata esta vecina de Ermua, afectada por 'long covid'.

Cinco años después del estallido de la pandemia, en Euskadi, a día de hoy, los registros oficiales de contagios solo tienen en cuenta a los ciudadanos mayores de 60 años, un sector de población que Osakidetza se ha centrado en monitorizar desde que se dejara atrás la época más dura de la crisis. Tampoco contabiliza a aquellas personas que se realizan un test al no tener obligación notificarlo al ambulatorio, por lo que así resulta imposible arrojar un dato real sobre la incidencia del covid.

Mercedes Cuesta. I. Pérez
Imagen - Mercedes Cuesta.

Lo que es un hecho es que muchas personas que no han podido enterrar el virus. De hecho, conviven con él, siguen enfermos desde que se infectaron. Según datos de la OMS, entre el 5 y el 10% de los contagiados han desarrollado lo que se conoce como 'long covid' –también llamado covid persistente o permanente–. No contagian ni sufren secuelas, pero os afectados, el 80% mujeres, padecen síntomas muy variados en diferentes niveles de gravedad que les incapacitan para hacer una vida normal. Cefaleas intensas, mareos, taquicardias o, incluso, lesiones cerebrales.

Eso en lo físico, porque a nivel mental hay quienes han caído en depresiones muy severas. Al igual que Mercedes, Isabelle Delgado, de 55 años, era de las que antes de la pandemia pisaba el médico para lo estrictamente necesario. Y ahora… «De no tener historial médico, ahora parece que tengo un historial de cárcel», afirma esta getxotarra que ejerce de presidenta de la Asociación Long Covid Euskal Herria .Hace solo unas semanas, unos amigos le propusieron un plan de lo más tentador: una ópera en el Euskalduna. Su nivel de cansancio era tan extremo que tuvo que decirles que no. Se fatiga, sufre taquicardias...

«Con lo que me gustaba a mí ir a conciertos, al cine, viajar… Pero la ópera duraba 5 horas y, aunque me llevaran en coche, entre que vas y vuelves era otra hora más. No iba a aguantar». Isabelle se revuelve. Le da rabia. Su mirada, vidriosa, refleja el sufrimiento por el que está pasando. «Se nos escapa la vida de las manos y qué dolor. ¡La vida no espera!».

Algunos enfermos sufren altibajos y otros presentan afecciones continuas que les desquician. Isabelle duerme con oxígeno y ha llegado a padecer la 'neuralgia del trigémino', también conocida como 'dolor del suicida'. «Es el peor dolor que he conocido. Me viene a brotes. Son como descargas eléctricas que te taladran el cerebro. Y eso que soy dura para el dolor: soy de sangre navarra. Pero aquello…».

Isabelle Delgado. I. Pérez
Imagen - Isabelle Delgado.

Mercedes toma 15 pastillas al día. Tiene la cognición afectada. Eso se traduce en falta de atención, pérdida de memoria… «Me encanta leer y a veces me compro libros porque quiero seguir intentándolo, pero no logro concentrarme. Es muy frustrante», relata esta madre de dos niños de 6 y 11 años, a quienes no puede atender como le gustaría. «La pequeña no me ha conocido estando sana. Yo tendría que estar con ellos jugando en el parque, llevarles al cole… Vivo una vida que no me corresponde por mi edad», se duele.

Incomprensión y estigma

Enfermera de profesión, cayó en las garras del virus en la segunda ola. Trabajaba en Medicina Interna en el Hospital de Mendaro y tiene claro que se contagió en un brote interno. Se implicó al máximo en la lucha contra el covid. Fue voluntaria, pero «aquello era un auténtico caos, faltaba mucho material, reutilizábamos mascarillas… Pero no tenía miedo de contagiarme, pensaba que era más dura que un roble». Pasó una infección «malísima» con fiebres altístimas, mareos… Pasaba el tiempo y los síntomas no aminoraban. Es más, iban a peor. «Una vez fui a hacer un recado por mi barrio y me quedé en blanco: no sabía a dónde iba ni quién era. Fue entonces cuando me mandaron al neurólogo y me vieron lesiones isquémicas».

Isabelle se infectó en el primer zarpazo de la pandemia, en marzo de 2020. También lo pasó muy mal y, en su caso, con total desconocimiento sobre la enfermedad. «Tenía que haber estado ingresada pero me mandaron a casa porque no había camas». Con el paso de los meses vio que muchos de los síntomas continuaban y, tras leer artículos científicos y consultar a expertos, se percató de que sufría 'long covid'.

Mercedes e Isabelle lamentan la «falta de comprensión» de familiares, amigos e incluso médicos. I. Pérez

A día de hoy, es difícil contabilizar en Euskadi el número de afectados, ya que no existe un registro y el covid persistente no está reconocido como enfermedad, pero sí que se conoce, explica Delgado, que 1.500 personas han solicitado la incapacidad permanente –en diferente grados– por este motivo. La presidenta de la Asociación Long Covid Euskal Herria ha acogido con «alegría» la noticia de la futura unidad de covid persistente en Basurto, pero también con «prudencia». «La mayoría de los afectados siguen sin estar diagnosticados. ¿Cómo van a saber a quién tratar en esta unidad?», desliza.

Son personas con enormes dificultades para acceder a la baja laboral y, además, se enfrentan a un «estigma social». Afectados como Mercedes e Isabelle lamentan la «falta de comprensión» de familiares, amigos e incluso médicos. «Un neurólogo me llegó a decir que como la enfermedad no sale en los libros, no creía en el tema. Tampoco me dijo que pensara que yo mentía, pero en algunos profesionales y en la sociedad en general a veces se ve una negación» zanja Mercedes.

Cinco años del covid

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