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Las UCI de Osakidetza fueron unidades en las que se atendió a pacientes muy graves, buena parte de ellos jóvenes. Yvonne Iturgaiz

Un virus que dejó 8.580 muertes en Euskadi y desbordó hospitales

Jueves, 13 de febrero 2025

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Calles vacías. La gente encerrada. Contagios. Enfermedad. Muerte. Cada día un nuevo parte actualizaba la lista de fallecidos. Hospitales saturados. Sanitarios desbordados cubriéndose con bolsas de basura y reutilizando las mascarillas por la falta de material de protección ante un virus desconocido. Todo eso, que tiempo atrás habría sonado a ciencia ficción, ocurrió hace cinco años. La mayor crisis sanitaria de la historia reciente. La primera ola de pandemia.

Euskadi no fue una excepción. El covid golpeó al País Vasco con dureza y, aunque Osakidetza llevaba semanas preparándose para hacer frente a este patógeno, cuando se quiso dar cuenta el virus ya estaba dentro. El hospital de Txagorritxu, primero, y después los de Basurto y Galdakao veían como los primeros casos confirmados no eran de enfermos que llegaban a sus centros. Los contagiados eran profesionales sanitarios y pacientes ingresados por otras patologías que no habían estado ni en China ni en Italia, los dos lugares donde en febrero de 2020 se pensaba que había circulación del SARS-CoV-2.

Sanitarias vacunan contra el coronavirus en Gernika. Maika Salguero

Lo cierto es que para entonces el virus llevaba días corriendo por Euskadi. Y no se transmitía solo por gotículas y contacto directo, como pensaban en un inicio las autoridades sanitarias. Los aerosoles se confirmaron después como unos grandes propagadores de este virus. De ahí que al principio las autoridades sanitarias no recomendasen el uso de mascarilla. Luego dijeron todo lo contrario. Para entonces se habían infectado miles de personas.

El primer gran brote en el País Vasco se atribuye a un funeral celebrado el 23 de febrero en el tanatorio del cementerio de El Salvador en Vitoria, cinco días antes de que el Departamento de Salud notificase oficialmente los dos primeros positivos en Euskadi, los de una médica de Txagorritxu y una mujer en Gipuzkoa. En las siguientes semanas se confirmaron muchos más.

Contagios

El primer gran brote enel País Vasco se atribuye a un funeral celebrado en Vitoria el 23 de febrero

El 4 de marzo la pandemia propinó el primer sopapo de realidad. Aquel día el coronavirus se cobraba su primera víctima mortal: un hombre de 82 años que llevaba días ingresado en el hospital de Galdakao. No se supo que tenía covid hasta el mismo día de su muerte. Dos semanas después perdía la vida una de las enfermeras que le había atendido. El fallecimiento de Encarni, de 52 años, mostró a las claras el riesgo al que se exponían los sanitarios ante un virus que también podía provocar afectaciones severas y decesos en personas jóvenes. Diana, la anestesista de 34 años que intubó a algunos de los primeros pacientes críticos ingresados en la Reanimación en Basurto durante la primera ola, entre ellos a Encarni, acabó jornadas después en coma inducido y conectada a un respirador en la misma unidad en la que trabajaba.

La llegada de enfermos a los hospitales era constante. EFE

La sociedad vasca comenzaba a ser consciente de que se enfrentaba a una situación desconocida. El 9 de marzo el Gobierno de Lakua decretó el cierre de los primeros colegios en Álava para tratar de cortar las cadenas de transmisión. Días después les siguieron los de Bizkaia. Lo que en los hospitales comenzó como un goteo de pacientes durante aquellos primeros días de marzo de 2020 se convirtió después en un aluvión de enfermos con patología respiratoria severa y neumonías bilaterales. El 14 de aquel mes el Ejecutivo central decretó el confinamiento para tratar de contener esa escalada que dejaba cientos de nuevos contagios cada día en el País Vasco.

Para entonces eran ya 19 los fallecidos en Euskadi y 22 pacientes ocupaban las UCI. Apenas dos semanas después eran 233 las personas que se encontraban conectadas a un respirador en una unidad de críticos vasca.

Material y medicamentos

Osakidetza puso en marcha un plan de contingencia, coordinado por Alberto Manzano, con el fin de ampliar las camas de UCI hasta las 560. Para ello se ganaron nuevos espacios en los centros. En Cruces se habilitaron los gimnasios de rehabilitación para poner tomas de aire y colocar camas. Osakidetza reorganizó sus respiradores. Los sacó de los quirófanos y de las unidades de endoscopia para dotar de medios a estas nuevas UCI. Por suerte, como recuerda la exconsejera Nekane Murga, a comienzos de 2020 Salud había comprado varias decenas de estos equipos y aún guardaba los anteriores «por si llegaba aquel virus nuevo de China y los necesitábamos». Una decisión que salvó vidas.

Enfermeras se preparan para acudir a vacunar a vecinos de la Montaña Alavesa. Blanca Castillo

En aquellas semanas el covid prácticamente monopolizaba la actividad asistencial. Era raro ver pacientes con otras patologías. Había miedo a ir al hospital si no se trataba de una urgencia máxima. Los médicos aseguran que nunca atendieron tan pocos infartos como durante el confinamiento. Y no porque no se produjesen. La gente se quedaba en casa. Los principales hospitales vascos pasaron a ser casi centros de enfermos infecciosos. Tal fue la cantidad de ingresos de estos pacientes que la sanidad pública tuvo que echar mano de clínicas privadas para poder ingresar allí a pacientes.

A nivel terapéutico fueron semanas de dudas. Durante esa primera fase los propios facultativos no tenían claro qué tratamientos eran los más eficientes. El remdesivir, la hidroxicloroquina, el lopinavir o el interferón fueron algunos de los medicamentos empleados que quedaron después descartados por su escasa eficacia con estos pacientes.

Operarios trasladan un féretro en el cementerio de Ermua. Ignacio Pérez

También escaseó entonces el material sanitario. El consumo de guantes, mascarillas y EPIs se multiplicó. China era –y aún es– el principal proveedor del planeta. Pero no cubría la demanda mundial o lo hacía con retraso. Eso provocó que los sanitarios tuviesen que reutilizar las mascarillas o que, incluso, llegasen a emplear bolsas de plástico como material de protección.

Las cifras con las que finalizó aquella primera ola en junio hay que cogerlas con pinzas. Osakidetza notificó 20.963 contagios, aunque fueron bastantes más. El número de hospitalizados por el virus en aquellos cuatro meses superó los 5.000. La mayoría sobrevivieron, algunos con secuelas importantes, pero otros muchos no. En Euskadi la primera onda finalizó con 1.613 fallecidos por covid, 600 de ellos ancianos contagiados en residencias. Allí estaba la población más frágil y con la que más se cebó el virus. Según los datos de Salud, en los tres años largos que duró la pandemia el virus se cobró la vida de 8.580 vascos.

Cinco años del covid

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