Cada vez hay más niñas de 12 y 13 años con trastornos alimentarios
La asociación contra la anorexia y la bulimia (Acabe) pide que se concreten «fechas y plazos» de la creación de unidades específicas en los hospitales vascos
«Antes, la edad de inicio era de 15, pero cada vez hay más niñas de 12 y 13 años con trastornos alimentarios, e incluso ... de 9, aunque son pocos casos», advierte Mariasun Olano, presidenta de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia en Bizkaia (Acabe). La mayor prevalencia se sigue detectando entre los 12 y los 21 años y especialmente hasta los 18, con un 4,5% de la población adolescente afectada y en tendencia ascendente.
Durante la pandemia, los llamados Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), como son la anorexia nerviosa restrictiva y purgativa, la bulimia, el trastorno por atracón o la vigorexia, se han multiplicado por tres. Y ya antes de 2020 iban en aumento. «Es la enfermedad mental con mayor mortalidad, por suicidios y por las consecuencias que provoca en el organismo». También está variando un poco el perfil. Hasta hace dos años, nueve de cada diez afectados eran chicas. En los últimos datos de primeras consultas, se observa un incremento del número de chicos, que representan ya un 15%.
Y frente a ello, Acabe denuncia una acuciante falta de personal y de protocolos. «Aunque hay muy buenos profesionales en Osakidetza, sólo tenemos 116 psiquiatras y 131 psicólogos para todas las enfermedades mentales de todas las edades». Y apunta un dato revelador: «el 70% de los psicólogos que tratan TCA está en clínicas privadas», no en la sanidad pública. Olano lamenta que haya familias que no pueden hacer frente a los «60 o 70 euros que cuesta cada sesión semanal». Osakidetza puede atender «muy pocos casos, los muy graves».
Respecto a los psiquiatras, «están tan saturados que reciben a las pacientes cada mes y medio, casi exclusivamente para renovar la medicación», se queja. Y una terapia mensual «no sirve de nada». Esas niñas de 12 a 17 años son tratadas por psiquiatras infantiles generalistas, cuando «su manera de vivir la enfermedad no responde a un esquema infantil».
Su principal reclamación histórica, «por la que llevamos años luchando con Osakidetza», pasa por la creación de unidades específicas en los hospitales, una por cada territorio, y que estén relacionadas con centros de día para que las pacientes puedan ir a clase. Los hospitales de Valdecilla o Guadalajara se han convertido por ello en centros de referencia.
Ha crecido el número de chicos, que representan ya el 15% del total de afectados por TCA
Vulnerables y baja autoestima
El anuncio la semana pasada de la consejera Gotzone Sagardui, de que se van a crear centros específicos en Bizkaia y Gipuzkoa ha sido bien recibido por la asociación, aunque mantienen la prudencia. «Es un avance, pero tendrán que determinar plazos y fechas», advierte Olano. En su opinión, para que el proyecto tenga éxito debe contar con «personal preparado», esto es, enfermeras, psicólogos y psiquiatras especializados en TCA.
«Por el perfil de los enfermos, necesitan un tratamiento personalizado». Hasta ahora, cuando una chica necesita un ingreso termina en alguna de las unidades de Psiquiatría de Cruces, Galdakao o Basurto, donde sí hay una especialidad para menores. «Si es de larga duración, tienen que internarse en el psiquiátrico de Zamudio. Y esa es una situación muy dura».
Según la presidenta de Acabe, los ingresos tienen que hacerse en un «contexto terapéutico», es decir, que no se base en «estar en una cama, sin moverse, engordar un poco y a casa». Sino que «hay que iniciar allí la recuperación para que no vuelva a ingresar». «La curación viene por el tratamiento psicológico, por que cambien su pensamiento. Recientemente, se abrió un centro de día en Saralegi para todo tipo de enfermedades mentales, no solo TCA.
Para mejorar la atención, resulta clave que haya «personal preparado»y la «atención precoz»
La formación específica debería extenderse también a la atención primaria, donde primero llegan los casos, para poder abordarlos con rapidez. Resulta vital «una atención precoz intensiva. Tendría que haber un protocolo claro para los médicos de familia porque cuando se deriva al especialista, ha pasado demasiado tiempo, hasta dos meses para la primera cita, y ese tiempo perdido es difícil de recuperar».
Respecto al caso denunciado por este periódico, de una joven enferma de anorexia que tuvo que compartir planta en Psiquiatría de Galdakao con un joven que cumplía condena por violencia de género, Olano recuerda que estos enfermos «son personas muy vulnerables, a las que se les puede hacer mucho daño, porque tienen la autoestima muy baja».
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