La terapia ya no es lo que era: «No es solo sentarse ante una persona y escuchar»
La terapia psicológica no se limita a ser una escucha atenta; cambiar la forma en que uno reflexiona y afronta la adversidad requiere tiempo y trabajo personal
El psicólogo, como el psiquiatra, no es un confesor. Lo que ocurre en su consulta no se limita a una escucha atenta de preocupaciones y ... desvelos, por mucho que los pacientes se protejan diciendo aquello de 'voy al psicólogo, a contarle mis cosas'. Esa, lamentablemente, es solo una frase hecha que oculta lo mucho de estigma que aún existe en torno a la enfermedad mental y el reconocimiento del sufrimiento humano. Cambiar la forma de reflexionar de una persona, la manera en que afronta la adversidad y aprende a reconocer errores –incluso aciertos– implica la realización de un proceso profundo que requiere tiempo, esfuerzo y, sobre todo, trabajo personal. Los especialistas en la mente humana lo llaman psicoterapia.
«La terapia psicológica no es algo pasivo, que se limite a sentarte frente a una persona y ya está», resume la catedrática de Neuropsicología de la Universidad de Deusto Natalia Ojeda, asesora de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre discapacidad y esquizofrenia. «Es una herramienta de trabajo con una metodología propia, que está valada científicamente y que nos permite a los profesionales abordar problemas psicológicos o de salud mental».
Aunque el profano pueda verlo de otro modo, el desafío es enorme. No es igual ayudar a una persona a superar una ruptura amorosa que acompañar a un paciente con una psicosis que le perseguirá toda la vida. Los pozos en que uno y otro se hunden son muy diferentes. El proceso terapéutico para salir de ellos, también. «Revisar con una persona cuestiones de su vida que tienen que ver con su comportamiento, su forma de pensar o el modo en que se interpretan distintas situaciones es un proceso que suele resultar complejo», detalla Ojeda.
Por la senda de las emociones
A los humanos, con frecuencia, no nos basta con que nos indiquen que 'ése no es el camino' para asumir un error. Para modificar la ruta, necesitamos darnos cuenta de que nos hemos equivocado y entender por qué es así. El tránsito por la senda de las emociones requiere no solo conocerse bien a uno mismo, sino aceptarse también hasta el punto de estar dispuesto a cambiar.
Ésa es, en esencia, la labor del terapeuta, una misión que ha cambiado de manera sustancial desde que Sigmund Freud estableció las bases del psicoanálisis a finales del siglo XIX. Desde entonces hasta los años 70 del siglo pasado, imperó en las consultas de forma exclusiva lo que los expertos llaman terapia conductual. Es un tratamiento que se centra en la identificación del problema y la búsqueda, para superarlo, de un cambio de comportamiento por parte del paciente.
Tras aquella «primera generación de terapias» que marcaron el devenir de la psicología, surgieron nuevas formas de intervención que la complementaron o refinaron. La terapia cognitiva, que le siguió, se centra en el análisis de los esquemas mentales de cada persona, en sus filtros y su sistema de valores.
La gestión de las emociones se ha convertido en uno de los grandes retos del siglo XXI
Con posterioridad, en los años 90 llegó una 'tercera generación' de psicoterapia, que centró el foco no tanto en modificar los patrones de conducta de la persona, como en trabajar su afrontamiento individual. Lo importante pasó a ser el modo en que uno se enfrenta la realidad que le ha tocado vivir. «Comenzó a buscarse una aceptación de los pensamientos y emociones propias. La idea es que si eres capaz de comprender mejor tu conducta, te adaptarás mejor a la realidad», detalla Ojeda, que moderó una mesa sobre la cuestión en el último curso nacional sobre Actualización en Psiquiatría de Vitoria.
En los últimos años, desde 2016, algunos especialistas han comenzado a centrar su trabajo en el uso de la compasión, «incluso de la autocompasión», como forma de restar culpabilidad a las acciones personales. Vivir sin el enorme peso de la culpa ayuda, según defienden, a propiciar cambios vitales. Es una corriente con no pocos detractores, que consideran que no asumir responsabilidades tampoco parece la mejor manera de construir algo, mucho menos el bienestar personal. «Las terapias –detalla la catedrática de Deusto– siempre han partido de la aceptación por parte de la persona de, al menos, un cierto grado responsabilidad en lo que le sucede. Los cambios sólo pueden comenzar cuando, por fin, identificas posibles áreas de mejora».
Mucha pantalla y poca gente
La gestión de las emociones se ha convertido en uno de los principales desafíos de la sociedad actual. Las consultas de psicólogos y psiquiatras están hoy más llenas que nunca porque la presión laboral, económica y social es incompatible con el estilo de vida que requiere nuestra mente. «Pasamos demasiado tiempo sin cuidarnos, mirando pantallas, sin mirar a la gente que nos rodea, ni siquiera a nosotros mismos», reflexiona la especialista.
Algunas terapias se centran ahora más en la autocompasión y olvidan la responsabilidad
La actual crisis de salud mental no ha llegado sola. Muchos ciudadanos, reflexiona Natalia Ojeda, llegan a casa tan agotados que se sienten sin fuerza para dedicar cinco minutos al aseo de su boca. Sin una higiene y una alimentación adecuadas parece lógico que las enfermedades aumenten, como lo hacen. Estreñimiento, obesidad, infartos, cánceres... ansiedad, depresión. «Los seres humanos, para sobrevivir, necesitamos relacionarnos más, incluso con nosotros mismos». La vida está ahí fuera. Eso es todo.
«Terapia breve es solo un nombre engañoso»
Cada vez más especialistas se anuncian con el reclamo de brindar lo que se ha acuñado ya con el nombre de terapia breve o rápida. Seis o siete sesiones para ir al grano permiten, según prometen, centrarse en la búsqueda de soluciones y no perder energía en analizar el origen del problema. La catedrática de Neuropsicología de la Universidad de Deusto, Natalia Ojeda, no acaba de verlo.
Cualquier terapia, según razona, necesita su tiempo. «Puedo entender una intervención rápida ante situaciones como catástrofes que precisan una actuación puntual, porque luego todo evoluciona rápidamente. Pero si alguien es capaz de curarlo todo en sólo 7 sesiones –ironiza– seguramente le darán el Premio Nobel».
Tras el fomento de las intervenciones breves, según detalla, está el altísimo consumo de psicofármacos que registra España. No critica su uso, sino que busca una explicación a lo que sucede. «La psicoterapia requiere tiempo y recursos humanos.Una receta se firma en cuestión de segundos», acusa.
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