Suicidios en la adolescencia: cinco señales de alarma que los padres deben vigilar
Una reconocida psiquiatra de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid aporta las señales que deben vigilar los padres para prevenir el suicidio de sus hijos y la manera de protegerles
«El acceso temprano al móvil ha sido la auténtica perdición para la salud mental de los adolescentes». Los equipos inteligentes de telefonía, «y no tanto la pandemia», están detrás del preocupante auge del suicidio infantil y juvenil que se está registrando en España -en 2021 se produjeron 72 muertes de entre 15 y 19 años, un 36% más que el año anterior-, según explica la reconocida psiquiatra Pilar de Castro, de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid.
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La decisión de quitarse la vida no llega, sin embargo, de la noche a la mañana. Es fruto de un paulatino derrumbamiento personal, un proceso psicológico que comienza con un fracaso mal gestionado y la idea equivocada de que quizás la vida no merezca la pena vivirla. De ahí a la decisión de arrancarse el dolor mediante la adopción de una medida sin marcha atrás, como la muerte, media un camino en el que los adultos pueden hacer mucho por ayudar a los chavales a salir del laberinto. Pilar de Castro aporta los aspectos que padres, profesores, incluso vecinos deben vigilar para proteger a niños y adolescentes de una decisión sin retorno. El suicidio se puede prevenir si se sabe cómo.
«Cuando hablan de la idea de quitarse la vida, cuidado. No es un farol; es que ya se lo han planteado»
Tradicionalmente se ha dicho que quien amenaza con suicidarse solo busca llamar la atención. No es cierto. Mucho ojo con las advertencias, porque representan una clarísima señal de alarma. La mayoría de las personas que lo anuncian acaban por atentar contra su propia vida.
«Un cansancio físico mantenido en el tiempo es en realidad un agotamiento mental, pero ésa es una situación que los chavales no saben expresar con palabras»
La sensación de abandono por un ser querido, la soledad y la frustración actúan como detonantes de una situación crítica en los adolescentes. Se llama ansiedad física. Ellos lo interpretan como cansancio, porque no saben definirla de otro modo. Un hijo o un alumno permanentemente fatigado puede ser, en realidad, un chico agotado mentalmente que no sabe poner en palabras lo que le está pasando. Y lo que es peor, ignora que todos los problemas tienen solución, salvo la muerte.
«Si no se puede evitar que utilicen el teléfono móvil hay que cuidar los tiempos y estar muy vigilantes a lo que pasa en ellas»
Las redes sociales ejercen una presión emocional extremadamente fuerte sobre la personalidad por definición inestable de los adolescentes. No es solo el impacto que les genera un 'me gusta' o la falta de ellos. La gestión del acoso puede resultar una misión imposible como consecuencia de la ineludible persecución a la que se pueden verse sometidos. Antes de internet, el mayor hostigamiento podía terminar con un cambio de colegio. Pero hoy no. Hoy la presión social continúa a través de las redes, allá donde uno vaya, aunque se recluya en su habitación. Y eso acaba por derrumbar la mayor fortaleza psicológica.
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«Cuando un chico se vuelve mudo es porque tiene problemas que no sabe resolver. El adulto ha de saber que algo está pasando y preguntárselo»
El crío más parlanchín puede volverse mudo en la adolescencia, pero ese silencio puede ser un indicador ineludible de malestar emocional. Silencio y aislamiento social actúan como percutores de actitudes autolíticas. Los chavales necesitan ser aceptados socialmente. La desestructuración familiar, la falta de comunicación, la falta de amigos y, como consecuencia de todo ello, el aislamiento, favorecen la idea de suicidio. Los adolescentes no saben expresar su malestar emocional ni resolver los conflictos que lo provocan. Los mayores han de ayudarles.
«Hay que erradicar el cannabis maldito, que está destrozando el cerebro de los jóvenes y favoreciendo la aparición de trastornos mentales que dulcifican la muerte»
Está más que demostrado que el consumo de cannabis favorece la aparición de cambios de humor, conductas violentas y patologías graves como psicosis y esquizofrenia. Sucede en todas las edades y especialmente en jóvenes y adolescentes, ya que el proceso de desarrollo y maduración del cerebro se prolonga hasta los 25 años. La enfermedad mental se acompaña de grandes dosis de ansiedad y desesperanza, que conllevan la idea de suicidio. «Hay quien defiende el uso del cannabis para aliviar la ansiedad, pero no funciona. La ansiedad se resuelve de otra manera. El consumo de alcohol y otras sustancias tóxicas puede actuar de un modo similar.
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Cómo ayudar a un hijo desesperanzado
Transmítale seguridad. Hágale saber que, como padre o madre, su bienestar personal constituye su principal preocupación. «Lo más importante para mí, hijo, es que tú estés bien»
Hágale sentir que siempre estará a su lado. Superar la crisis pasa por encontrar la causa del sufrimiento y afrontarla. Explíquele que usted le acompañará en ese proceso en todo momento, que nunca le abandonará.
«La muerte es irrevocable». Hable con él del sentido de la vida, de las soluciones que pueden adoptarse para salir del lugar en que se encuentra y de algo muy importante, de la irreversibilidad de la muerte. Todas las decisiones que tomemos en la vida pueden ser modificables, pero la muerte es el final, ya no habrá retorno. Fin.
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«Déjame que te ayude». Explique a su hijo o alumno su deseo de apoyarle para encontrar otras opciones que en este momento pueden parecer imposibles. Es necesario recorrer un camino que va a resultar complejo, pero merece la pena intentarlo.
«La mayoría cambia de opinión». Esta es otra cuestión importante que debe tratarse con el afectado. La mayoría de las personas que creía tener razones para la autodestrucción acaba cambiando de opinión cuando ve soluciones y alternativas. Cuando descubre que la vida merece la pena.
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«Tienes ante ti un nuevo desafío». Dar protagonismo a la persona que se plantea la muerte como solución actúa en ella como un revulsivo, porque le lleva a cambiar completamente de perspectiva. El reto ya no es la muerte, sino la vida.
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