Setenta ensayos persiguen la vacuna en todo el mundo
Reino Unido confía en tener resultados sobre la inmunización de una terapia experimental en agosto mientras comienzan los test en humanos en varios países
Una actitud que la pandemia ha consolidado es el sentimiento humano de esperar. La paciencia. Nada, desde el confinamiento hasta el trágico número de fallecimientos, ... ocurre a la velocidad que la sociedad quisiera. El primero, por su lentitud. El segundo, por su cruel rapidez. Y con la ansiada vacuna contra el coronavirus sucede lo mismo: demasiado tiempo, demasiado miedo. Los datos más fiables manejan los 18 meses como el plazo de respuesta para encontrar un remedio. Los más optimistas esperan obtener resultados en doce. Aunque es difícil correr contra la ciencia, el Gobierno británico ha desvelado este fin de semana que podría tener datos esperanzadores de aquí a agosto.
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Junto con éste, dos proyectos chinos, uno estadounidense y un cuarto europeo figuran entre los más avanzados hasta el momento. Pero existen más. Las agencias sanitarias, encabezadas por la Organización Mundial de la Salud, acreditan la existencia de setenta ensayos en los que participa un millar de laboratorios y equipos de investigación. Eso, sin contar los múltiples estudios para la búsqueda de un medicamento que sirva como amortiguador de los efectos más pervesos del coronavirus y aligere su curación
El remdesivir, un antiviral formulado contra el ébola, es uno de los que han despertado expectativas, siempre dentro de la cautela en un terreno donde nada es seguro hasta que se confirma repetidamente que es seguro. Sin embargo, un estudio conjunto entre hospitales de EE UU, Europa, Canadá y Japón revela ya una mejoría en más de la mitad de enfermos graves tratados con el fármaco.
Reducir la mortalidad
El hospital Vall d'Hebron participa en otra investigación con el remdesivir junto a centros homólogos de distintos países, según reveló ayer su jefe de Enfermedades Infecciosas, Benito Almirante. El trabajo se realiza con 600 pacientes -«es un tratamiento que reduce la mortalidad y la estancia en la UCI y mejora el pronóstico de los enfermos»- y habrá que esperar seis semanas a sus resultados. Se trata de un proyecto muy ilusionante, pero aún no definitivo, como tampoco lo es el relativo a la cloroquina, otro fármaco en debate y del que la farmacéutica Bayer ha distribuido o donado unos doce millones de tabletas en estas semanas.
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El coronavirus tiene la cualidad de recordar al mundo que la amenaza está ahí fuera. Y que las grandes pandemias no son cosa de los libros de Historia ni de civilizaciones perdidas. También ha vuelto a muscular la investigación médica. La última muerte por viruela se produjo en 1978 -una fotógrafa clínica que por un accidente de laboratorio resultó infectada- y la OMS no la dio por erradicada hasta 1980. Posiblemente sea el ejemplo más cercano al Covid-19 en cuanto a búsqueda de una solución colaborativa ante una enfermedad capaz de paralizar el nervio de una sociedad.
El hallazgo definitivo de la vacuna correspondió al científico y poeta británico Edward Jenner en 1796. No es necesario viajar demasiado en el tiempo para conocer sus estragos. El siglo pasado la viruela mató a 300 millones de personas. Solo hace 40 años se dio por finalizado el peligro. Y luego está el ébola, cuya crisis internacional entre 2015 y 2016 demostró su capacidad de desarrollo transfronterizo. Desde 2018, la OMS sigue combatiendo una nueva oleada en África y este último sábado los expertos del hospital infantil de Cincinnati informaron del desarrollo de una posible vacuna universal contra el ébola. La lucha continúa.
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¿Quizá suceda algo parecido con el coronavirus? Un equipo de epidemiología estadounidense asegura que el Covid-19 continuará asomando con distinta intensidad al menos durante dos años más y obligará a mantener las cautelas, hasta es posible que con confinamientos periódicos. En la mayoría de los países, incluido España, se teme ya a lo que puede ocurrir el próximo otoño. Y Singapur acaba de dar una dura lección: sus autoridades sanitarias confirman que han detectado una segunda oleada del brote derivada de los contagios importados.
Los interrogantes
La solución es que, como en el caso de la viruela o de la poliomelitis, una vacuna consiga desterrar el virus y zanje además algunos interrogantes actuales, como la capacidad de mutación del virus o su grado de inmunización, más todavía cuando Asía ha reportado en los últimos quince días casos de personas que vuelven a mostrar síntomas después de haberse curado.
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Algunos de los ensayos en marcha se marcan el horizonte de abreviar los plazos a finales de este año, pero la realidad que se impone es que el remedio llegará en 2021. Desde luego, no la habrá antes de que termine la actual epidemia masiva que asola el planeta, lo que esta semana ha llevado a la OMS a explicar que la distancia de seguridad y la higiene siguen siendo las mejores armas.
Existe una ilusión: los estudios aparentemente más aventajados -entre ellos, el de China liderado por los científicos militares de Beijing, otro en Estados Unidos y uno prometedor de origen europeo y con participación clave de España y el CSIC- están ya en la fase de ensayo con humanos o a punto de alcanzarla. Los gigantes farmacéuticos Sanofi y GSK, radicados en Francia y Reino Unido y aliados también en el hallazgo una vacuna experimental, creen que podrían realizar test de este tipo en el segundo semestre de este año.
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Y a ellos hay que sumar el anunció prometedor realizado el sábado por el Gobierno británico respecto a un ensayo liderado por la Universidad de Oxford: las pruebas sobre humanos empezaron el jueves y en un mes podrían ofrecer resultados sobre su capacidad de inmunización. Eso sí, esta fase no terminará hasta agosto y entonces se verá «si es realmente efectiva», según explicó ayer a la BBC un portavoz del comité científico gubernamental.
Los datos
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2021. Los expertos creen que la vacuna será una realidad el próximo año, aunque algunas de las investigaciones en marcha tratan de abreviar el plazo.
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600 pacientes participan en un estudio internacional, con el concurso del hospital Vall d'Hebrón, para probar un fármaco.
La llave para salir de la pesadilla
Solo la vacuna será la auténtica llave que libere al planeta de la pesadilla del coronavirus. La salida del confinamiento que diseñan a corto plazo países como España, Italia, Reino Unido o Alemania (Israel también empezó ayer a suavizar los cierres productivos) solo podrá cumplirse de manera «gradual» y con grandes medidas de seguridad hasta que una terapia inmunice a toda la población. Llegará y posiblemente pronto. El epidemiólogo Pedro Alonso, director del Programa Mundial de Malaria de la OMS, confió ayer en esa posibilidad porque «decenas» de laboratorios trabajan a «contrarreloj en todo el mundo» para lograrla.
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