«El reparto es fácil porque están todos en casa»
En primera línea ·
Empleado de Correos Express, aprovecha para echar currículums «de lo mío». Desea que le llamen de una farmacia o un laboratorioDesde su 1,91 de estatura, Pablo Arroyo contempla la situación con cierta resignación. A este repartidor de paquetes le encontramos recorriendo el distrito 10 de Bilbao, todo lo que abarca desde Fernández del Campo hasta María Díaz de Haro, empujando un carrito rojo y dos mochilas enormes. Garbo le sobra y fuerza, también. Es portero del equipo de balonmano Trapagaran Eskubaloia y está más que entrenado. Cuenta que estaban haciendo una temporada casi perfecta, que iban en cabeza en la Liga de Primera Nacional, hasta que el coronavirus ha dado al traste con todo. «El entrenador nos han pasado unas rutinas para seguir en forma, pero si después de las navidades ya notamos que al equipo le costó arrancar, ahora...», lamenta. Como apenas hay gente en la calle, entre lo alto que es, los ojos azules cristalinos que tiene y lo llamativo de sus bártulos, destaca cantidad.
Es técnico de laboratorio y auxiliar de farmacia, estuvo trabajando en el IMQ un tiempo y confiesa que ahora anda «con los dedos cruzados» para ver si tiene suerte y «me llaman de algo de lo mío». El cometido de este joven de 27 años empleado en Correos Express desde julio del año pasado consiste en entregar paquetes a domicilios y locales. «De Amazon, de H&M y de Zara, sobre todo. Ahora lo que reparto parecen, por el tamaño de los paquetes, libros, CDs y películas. No lo veo de primera necesidad». Con el comercio cerrado, la distribución se ha quedado limitada a las casas. Pablo carga el carrito a las diez y empieza a repartir a las once. «Como sabes que todos van a estar en casa, no tengo ningún agobio, sé que siempre va a haber alguien para recoger el pedido. Así que reparto más tranquilo que antes».
«Todas las tardes en casa parecen el típico domingo lluvioso que no sales»
imagen congelada
Paquetes en el felpudo
Muchos vecinos le dicen que deje el paquete en el felpudo. Otros lo recogen con una toalla en la mano. Están también las comunidades con portero, y entonces es éste quien se hace cargo de las recogidas sin que Pablo tenga necesidad de utilizar el ascensor y tocar timbres. Dice que no trabaja con miedo, pero sí con la sensación estar en equilibrio sobre lo desconocido y que es cosciente de que las personas que sacan treinta veces al perro a pasear en realidad pasean por la placita del barrio a su ansiedad. «Los que más miedo tienen que tener -está convencido- son quienes trabajan en la caja del supermercado y los sanitarios».
«Por el tamaño de los paquetes, parecen CDs, libros y películas. No me parece de primera necesidad»
los pedidos
Empleado a tiempo parcial, Palo Arroyo dedica las tardes a mandar currículums y a despejarse un poco. «Que si jugar a las damas con el aita, que si ponerse un rato con la Play...». También está aprovechando el mes de prueba gratis de la compañía HBO para ver películas y series, y hay tardes que coge una cerveza y se planta frente a la pantalla de su ordenador para charlar con la cuadrilla vía Skype.
«La única que no ha dejado de trabajar en casa es mi madre, que sigue haciendo lo suyo. Ahora mi hermano y yo le echamos una mano. Ella cocina, el aita friega, nosotros arreglamos nuestra habitación y pasamos la aspiradora». Seamos francos, no son las mejores condiciones para descubrir los encantos de la vida doméstica. Con el añadido de que el confinamiento convierte nuestras vidas en una extraña imagen congelada. Pablo cuenta que ahora todas las tardes parecen «el típico domingo a la tarde lluvioso que te quedabas en casa». Pero afuera hace sol.