El regalo que les ha permitido seguir disfrutando de la vida
Cambio. ·
Dos vascos trasplantados en 2023 cuentan cómo ha mejorado su situación desde que recibieron los órganos sanosIrene Ortiz y Fernando Sanz tienen dos cumpleaños cada uno. El primero es el la fecha en que nacieron. El segundo es igual de importante: ... el día en el que les practicaron el trasplante que les ha dado vida. Para Irene ese segundo cumpleaños fue el pasado 16 de marzo. Recibió el hígado que le ha permitido salir adelante. Le ha cambiado la existencia. «Empecé a sentirme cansada hace 18 años. Me costaba seguir el ritmo de la gente. Me dolían las piernas. Tenía una calidad de vida bastante baja. Me hicieron muchas pruebas hasta que descubrieron que lo que tenía era una enfermedad autoinmune que me atacaba el hígado. En agosto de 2022 sufrí una sepsis muy fuerte. Estuve fatal. Los médicos de Osakidetza me dijeron que la solución era un trasplante. Confié en ellos y cuando me llamaron un tiempo después para decirme que estaba todo listo salté de alegría», repasa.
De aquel tiempo que pasó ingresada cuando su enfermedad estaba en una fase más aguda recuerda el tono amarillento que adquirió su piel. «Parecía Piolín. Mis hijos me ponían cosas en el pelo y me hacían fotos como si fuese un personaje de Los Simpson», cuenta esta enérgica mujer. Aquellos días llegó a pedir incluso a su marido que le pasase las planchas cuando estaba en la cama del hospital «porque aunque estaba hecha un trapo, al menos quería tener un aspecto presentable cuando viniesen los facultativos a verme», bromea esta vecina de Mungia.
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Ahora es otra. Tras el trasplante de hígado «siento que tengo la misma energía que con 25 años». «Cada vez estoy mejor. El motor vuelve a funcionar. Tengo muchas ilusión por hacer aquello que antes no podía y regresar a mi trabajo en el frontón. Es mi meta». Irene es juez profesional de pelota.
Para Fernando su cumpleaños de vida fue el pasado 21 de junio. Bueno, en realidad para él ya es el segundo. Este vitoriano ha recibido dos riñones. El primero hace diez años. El segundo hace unos meses. Sus problemas renales empezaron en un lejano 1992. Le comenzaron a realizaron pruebas hasta que le diagnosticaron una glomerulonefritis, una inflamación de los filtros de estos órganos. «Mi destino era una máquina de diálisis y era algo que me aterraba», reconoce. Fernando es una persona muy activa, un montañero para quien depender de este equipo durante varios días a la semana y limitar así su libertad de movimientos suponía cercenar su forma de vida.
El trasplante le ha permitido recuperar sus rutinas. «Vuelvo a tener perspectiva de futuro», apunta. De hecho hace poco se hizo una escapada de varios días con su grupo de amigos a la montaña. Vuelve a vivir de forma plena. Algo que no habría sido posible sin la generosidad de su mujer, Ana Garagalza. «Mi marido me ha costado un riñón», bromea. Ya en serio explica que en 2013, cuando Fernando necesitó el primer trasplante, «le dije que se lo daba, pero había tenido un cáncer poco antes y los médicos no me lo recomendaron. Me dijeron que era un poco pronto».
Irene Ortiz | Receptora de un hígado
«Me siento como cuando tenía 25 años. Tengo mucha ilusión por hacer lo que antes no podía»
Fernando Sanz | Receptor de un riñón
«Mi destino era una máquina de diálisis y depender de ella era algo que me aterraba»
Pero este vitoriano tiene gente que le quiere, y mucho, en su entorno más cercano. «Una amiga nuestra navarra se enteró de lo que pasaba y se ofreció ella a donárselo. Les hicieron las pruebas, vieron que el riñón era compatible y se realizó el trasplante», relata. Aquel órgano duró diez años. Es habitual en los riñones donados que al de un tiempo dejen de funcionar correctamente. Así que cuando este año Fernando necesitaba un nuevo órgano esta vez sí pudo ser su esposa quien se lo diese. «Lo hice por él, pero también por mi. Porque si mi marido está mal, yo también me siento mal», confiesa esta mujer, que asegura encontrarse «muy bien» con un solo riñón. «Seguimos haciendo vida normal los dos. La que hacíamos antes y eso es muy importante para ambos», explica.
Fernando, Irene y Ana son tres personas a las que el año 2023 les ha cambiado la vida para bien. Algo que no habría sido posible sin la labor de todos los profesionales de Osakidetza que se activan cada vez que se realiza una donación.
«Todo empieza con la generosidad de una persona y de su familia. Sin este gesto nada sería posible», explica Kepa Esnaola, coordinador territorial de trasplantes de Bizkaia. Cuando se produce una donación multiorgánica la labor de este profesional es frenética. «En una guardia puedo hacer más de 100 llamadas cuando se da un caso de este tipo. Nuestra labor es la de coordinar todo el proceso de donación y trasplante de los órganos y a todos los profesionales que intervienen en él», explica.
Ana Garagalza | Donante de riñón
«Lo hice por Fernando pero también por mí. Si mi marido está mal yo también estoy mal»
Kepa Esnaola | Coordinador trasplantes Bizkaia
«En una guardia con un donante múltiple puedo hacer más de 100 llamadas telefónicas»
«Compañeros de por vida»
Dos de los facultativos a los que se activa son Gorka García Erauzkin y Javier Bustamante, nefrólogo y responsable del programa de donante renal vivo y responsable médico del trasplante hepático en Euskadi, respectivamente. «El trasplante da grandes resultados, pero después les vigilamos de cerca con consultas periódicas por si surge cualquier alteración y problema. Durante los primeros meses tras la intervención les vemos cada diez días, después cada tres semanas, cada mes... Acabamos siendo compañeros de por vida», comenta García Erauzkin.
Bustamante explica que las personas trasplantadas tienen que tomar una cantidad elevada de fármacos, buena parte de ellos para evitar que su organismo rechace el nuevo órgano implantado, y otros para contrarrestar los efectos secundarios de los primeros. Su adherencia al tratamiento es clave, como lo es también una buena dieta y hábitos saludables.
Bustamante anima a la gente que quiera donar a que, además de hacerse el carné de donante, se lo transmita a sus seres queridos, para no dejar en manos de estos la decisión en un momento doloroso y agilizar así el proceso.
Irene no sabe aún si en el futuro podrá ceder sus vísceras. Por el momento lo que está haciendo es dejarse crecer la coleta para poder ceder su cabello para fabricar pelucas para mujeres que las puedan necesitar. A diferencia de Fernando, ella no conoció a la persona que, al morir, cedió sus órganos y le regaló un hígado que le ha permitido vivir y hacerlo aún mejor que antes. «A mi donante, esté donde esté, le diría que le quiero sin haberle conocido».
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