¿Querrías saber si vas a desarrollar alzhéimer de mayor? La ciencia lo permite pero...
Tres expertos -una genetista, un especialista en Medicina Interna y un psicólogo- reflexionan sobre los beneficios y desventajas de algo así, tras conocerse esta semana una tercera causa genética del alzhéimer
Una simple y minúscula gota de sangre permite conocer el riesgo de padecer miles de enfermedades. ¿Realmente merece la pena saber algo así? La mayoría ... de esas miles de enfermedades que pueden rastrearse con una prueba tan simple no tiene cura, ni siquiera tratamiento, especialmente cuando se trata de patologías neurodegenerativas. Ningún especialista, además, podrá asegurarle en ese caso que lo que dicen los análisis vaya a convertirse en un riesgo real. La amenaza que se le anuncia es solo un cálculo matemático. Un porcentaje de posibilidades, una previsión sin certeza, algo así como un dado sobre el tapete. ¿De verdad querría usted saber que tal vez, quizás, la última etapa de su vida estará marcada por el alzhéimer o el párkinson? A partir de ese día, ¿podrá seguir siendo feliz?
Un centro de investigación de Barcelona ha dado a conocer esta semana el hallazgo de una posible tercera vía genética favorecedora de la más común de las formas de demencia. Pero si usted quiere saber qué riesgo patológico arrastra de serie su ADN no tiene más que navegar un poquito por internet.
La compra de este tipo de servicios de forma directa al consumidor está prohibida en España, porque en nuestro país se entiende que tan delicada información debe ser manejada por un profesional médico con criterios profesionales y humanos. Pero no es algo tan difícil, al contrario. En la web siempre encontrará una ventana abierta a su curiosidad. La pregunta es si merece la pena abrirla.
Incertidumbre frente a certeza.
Las cosas, claro está, también pueden hacerse bien... Y en ese caso, ¿acudiría usted a una clínica especializada en análisis genéticos para salir de toda duda? EL CORREO ha contactado con tres especialistas de la salud para responder a estas preguntas. Una genetista, un médico internista y un psicólogo aportan sus reflexiones personales –en algunos aspectos divergentes– a un debate que, al final, es solo una cuestión de valores. Los que guían la vida de cada uno.
La cuestión es de tal calado que la directora del departamento de Genética Clínica de la red IMQ, María García Barcina, reconoce que no tiene claro, «y con los años, menos» que pesan más los beneficios o las desventajas a la hora de decidir saber el riesgo personal de padecer una enfermedad neurodegenerativa y sin terapia posible. Cuestión muy distinta, recalca, es cuando el fin de un análisis genético busca evitar que una mutación genética provoque una patología a un futuro bebé. En ese supuesto, una donación de gametos puede convertirse en una alternativa terapéutica.
«Hay información que a veces no tiene sentido que se comunique, hay que valorarlo mucho»
María García Barcina
Directora del departamento de Genética Clínica de la red IMQ
«Importa la voluntad del paciente; quizás lo suyo hoy no haya remedio, pero mañana sí»
Nicolás García González
Director médico de la Clínica Universidad de Navarra (CUN)
La muerte aún se ve como un tabú y eso favorece actitudes que son malas para el afectado»
Juan Castilla
Psicólogo Colegio de Psicólogos de Madrid
Por similares razones, tampoco le plantea duda alguna la oportunidad de someterse a pruebas para determinar la predisposición a sufrir un cáncer hereditario, especialmente cuando se trata de determinados tumores, como los de mama, hereditarios en un 7% de los casos, uno de cada 14 ó 15. «Es diferente, porque ahí, como sanitarios, podemos actuar. Toda la carga ética y emocional que conllevan las enfermedades neurodegenerativas no está tan presente, porque tenemos formas de obtener un beneficio», reflexiona.
Pero, ¿qué hacer ante una enfermedad como la de Huntington? No es un ejemplo escogido al azar por la médico vizcaína. Los afectados por esta patología nacen con un gen defectuoso, que provoca el paulatino desgaste de algunas células nerviosas del cerebro. Los síntomas no comienzan a aparecer hasta la edad de 30 o 40 años. Espasmos, problemas musculares, dificultad para caminar, para tragar, demencia... No hay terapia. En muchas ocasiones, la muerte llega antes de que los pacientes cumplan los 60. Si uno de sus padres la ha padecido, el riesgo de sufrirla se eleva al 50%.
«Es una enfermedad terrible. Llevamos años colaborando con la asociación internacional de pacientes y familiares. Todas estas agrupaciones –explica la médico vizcaína– recomiendan una valoración neuropsicológica concienzuda, exhaustiva, antes de realizar un test predictivo...» Y aún hay más. «No se trata sólo de saber si se quiere o no conocer el riesgo, sino que se necesita buscar el momento vital idóneo para facilitar esa información».
Derecho a saber
Por esta misma razón, el director médico de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), Nicolás García González, considera «fundamental» la existencia de una «buena relación médico-paciente» que permita comunicar bien la noticia. «No basta con una nota llena de datos ofrecida por una máquina remota. Hace falta alguien cercano, que sepa cómo y cuándo decírtelo», defiende. Su punto de vista sobre la cuestión resulta, sin embargo, divergente. «Lo importante es el deseo del paciente».
El internista navarro establece en su discurso un elemento que considera importante. «Quizás hoy no haya cura, pero tampoco sabemos si lo habrá mañana o pasado mañana. Tenemos que ver cómo administramos la información, y no olvidar que hay patologías, como el alzhéimer, que sin disponer de un tratamiento específico, sí cuentan con una terapia paliativa y una red asistencial.El beneficio del paciente ha de estar en primera línea».
La psicología aporta un tercer punto de vista al debate. El terapeuta Juan Castilla, del Colegio de Psicólogos de Madrid, cuenta que los humanos no sabemos manejar bien las situaciones de incertidumbre. «Pero tenemos el derecho a conocerlo todo sobre nuestra salud y enfermedad», defiende. «Debemos olvidarnos de modelos paternalistas que ocultan el diagnóstico por protección. La persona con un buen acompañamiento psicológico, médico y familiar puede y debe tomar decisiones», sostiene. Vida, enfermedad y muerte. Tiempo de reflexión.
Personas que se sienten fuertes y a la hora de la verdad se derrumban
El riesgo es sólo un porcentaje, un número y un signo que en medicina indican la probabilidad de padecer una enfermedad. La genética pone una parte, el estilo de vida otra y la suerte, para bien y para mal, la definitiva. Hay quienes quieren saber y quienes prefieren vivir al margen. Los más complejos son posiblemente los que creen ser fuertes y a la hora de la verdad, conocido el resultado del test, se derrumban.
No son pocos. «Hay mucha gente que quiere la información y luego, cuando hablamos de las situaciones que pueden vivirse una vez conocido el resultado, prefieren no saberlo. Descubren que no es el momento», explica la genetista de IMQMaría García Barcina.
La incertidumbre que genera una enfermedad incurable y el miedo a morir favorecen la aparición de ansiedad y depresión, confirma el psicólogo Juan Castilla. «La manera de abordar bien este asunto es hablarlo con el paciente con la mayor confianza», insiste el director médico de la Clínica Universidad de Navarra, Nicolás García.
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