Roberto Brizuela (Palencia, 1978) es uno de los cinco enfermeros que forman parte del equipo de calle de salud mental del hospital público madrileño de ... La Paz. Un grupo compuesto por 18 profesionales cuya misión es recorrer la capital para atender a las personas sin hogar que sufren una enfermedad mental grave y que «están fuera del sistema normalizado». El sanitario, que cursó la especialización de salud mental en Osakidetza, viajó hasta Bilbao para participar en unas jornadas del Colegio de Enfermería de Bizkaia. «Es difícil saber si es la calle la que genera la enfermedad o no».
- ¿Por qué se crea el grupo?
- Porque se percibe un aumento de personas que padecen una enfermedad mental y que están fuera del sistema de salud. Gente que vive en la calle, que ingresa de forma esporádica en los hospitales por otros motivos ajenos a su enfermedad y a los que no se le hace seguimiento.
- El equipo es imprescindible para su bienestar, entonces.
- Somos una oportunidad para que puedan mejorar su situación sanitaria, sí. Pero también pienso que la creación de estos equipos es de por sí un fracaso social. Si se hubiesen prevenido situaciones educativas, familiares, sanitarias o económicas previas, no tendríamos a tantos enfermos en la calle.
- Explíquese.
- Es difícil saber si la calle produce la enfermedad o si es la enfermedad la que lleva a la calle. Pero lo que está claro es que nada es por una sola causa. Y que hay mogollón de determinantes sociales que condicionan la vida que uno tiene. Al final, todos somos vulnerables de acabar así.
-¿Qué patologías padecen?
- Enfermedades mentales graves y duraderas: psicosis, esquizofrenia, trastornos bipolares...
- ¿Y son conscientes de ello?
- No sabría decirte. Son enfermedades que de por sí no tienen conciencia, pero sí que saben que están sufriendo.
- ¿Cómo reconocéis que una persona necesita ayuda?
- Nosotros no vamos por la calle detectando enfermos. Se identifican mediante un grupo coordinado en el que están los servicios sanitarios, sociales, los albergues, asociaciones...
-¿Y después?
- Nos informan de la situación y empezamos a conocerles.
En aumento
- La primera toma de contacto no debe ser fácil.
- Es lo más difícil del trabajo porque no son ellos los que piden la ayuda. Es complicado vencer esa desconfianza. El primer gesto siempre es de rechazo.
- ¿Desconfianza por qué?
- Porque recuerdan vivencias y episodios del pasado en los que no fueron bien atendidos.
- ¿Por ejemplo?
- Cosas que pasan en las unidades de psiquiatría para contener a los pacientes. Recuerdan retenciones mecánicas, medicaciones que no fueron bien entendidas... Muchos luego vuelven a la calle sin tratamiento.
- ¿Cuánto se tarda en tejer esa confianza?
- La media es de seis meses. Ahí nos dejan de ver como una amenaza. Se dan cuenta de que les escuchamos y no les criticamos. Entonces comenzamos a ayudarlos. Les tratamos, les distribuimos fármacos... Vamos viendo qué es lo mejor para cada uno y cubrimos sus necesidades. Quizás antes de darle un medicamento tenemos que garantizar un albergue. El hándicap es que cada vez hay más personas.
- ¿Muchas más?
- Hemos pasado de atender 120 personas a 300. Y cada vez vemos a más gente joven. Observamos también un aumento de mujeres y familias, aunque lo normal es encontrar un varón de mediana edad. Muchos con estudios medios y antiguos empleos.
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