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El nivel socioeconómico tiene una incidencia directa sobre la salud de las personas. También a nivel mental. Un estudio llevado a cabo en Euskadi sostiene ... que los jóvenes de una clase social baja sufren una incidencia de trastornos mentales que dobla al de las personas de su misma edad de niveles sociales más favorecidos. En concreto, mientras el 22,1% de los menores de 30 años que se han criado y viven en áreas y condiciones más humildes han sido diagnosticadas con algún tipo de alteración psicológica, esta tasa cae al 11,4% entre quienes lo han hecho en ambientes más benévolos.
Esta es una de las principales conclusiones que se extraen del trabajo firmado por una decena de expertos tras el análisis de los datos anonimizados sobre las consultas de Atención Primaria y hospitalarias, asistencia en Urgencias e ingresos psiquiatricos en población de 1 a 30 años registrados por Osakidetza. La muestra ascendía a 609.381 vascos e identificaba a aquellas personas que habían sido diagnosticadas con algún tipo de trastorno mental. Entre las patologías que se tenían en cuenta estaban aquellas relacionadas con el consumo de sustancias, los trastornos de conducta, la ansiedad, la depresión, la psicosis o el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).
El trabajo, el primero que analiza las desigualdades en salud mental en niños, adolescentes y jóvenes a nivel global en Euskadi, arroja otras conclusiones relevantes. Entre ellas, la de que el sexo es otro factor diferencial a la hora de padecer este tipo de patologías. En los hombres el riesgo de sufrir un trastorno mental de los calificados como externalizantes -conducta, consumo de sustancias, psicosis y TDAH- es «significativamente mayor»; mientras que en las mujeres los más habituales son los catalogados como trastornos internalizantes -ansiedad y depresión-. Es más, las féminas tienen el doble de probabilidades de sufrir estas dos enfermedades concretas que los varones de su edad.
Por tipo de trastorno, el más frecuente entre los chavales vascos es la ansiedad. Afecta al 7,2%. Le siguen los de conducta (4,7%), los derivados del consumo de sustancias (3,2%), el TDAH (2,8%), la psicosis (1%) y la depresión (0,8%). En general en todos los casos las prevalencias de estas patologías es mayor en los adultos jóvenes, que en los adolescentes y en los niños, salvo en el caso del TDAH. Su diagnóstico es más frecuente entre los 13 y los 18 años.
La tasa de diagnósticos es más elevada entre los chicos y chicas de nivel socioeconómico bajo, salvo en un caso. Los trastornos por consumo de drogas son más altos entre los chavales de estatus socioeconómico medio. Afectan al 4,5% de los menores de 30 años de este estrato social.
Trastornos más comunes. La ansiedad es el más frecuente y afecta al 7,2% de los jóvenes vascos, seguido de los trastornos de conducta y los derivados del consumo de sustancias.
Diferencias de sexo. Entre los chicos es más habitual los trastornos de conducta, consumo de sustancias, psicosis y TDAH; mientras que entre las chicas la ansiedad y la depresión.
Muestra. Se han analizado la información clínica anonimizada de 609.381 personas de 1 a 30 años recogida en la base de datos de Osakidetza.
El estudio, publicado en una revista especializada, se ha basado en datos recogidos a 31 de diciembre de 2018, un año antes de la pandemia. Entonces habían sido ingresados en una unidad psiquiátrica, al menos en una ocasión, 683 jóvenes. En su mayoría eran chicos de más de 18 años de clase social baja. Solo en la franja de 13 a 18 es más alta la probabilidad de hospitalización entre las chicas que entre los chicos, una edad en la que comienzan a manifestarse los trastornos de la conducta alimentaria que afectan más a las féminas.
El trabajo, firmado entre otros por expertas como Ana González Pinto, jefa de Psiquiatría de la OSI Araba; Ane Fullaondo, directora del instituto Biosistemak; o Javier Mar Medina, investigador de Biogipuzkoa, alerta también sobre la mayor mortalidad en jóvenes con un diagnóstico previo de trastorno de salud mental. Algo que se agudiza en función del nivel socioeconómico al que pertenezcan. El trabajo concluye que, en pacientes con enfermedad mental, «unos ingresos más bajos se asocian a un riesgo cinco veces mayor de muerte». De hecho, de todos los jóvenes menores de 30 años que murieron en Euskadi en 2018, «la mitad tenían un diagnóstico de trastorno mental».
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