Los menores de 30 años saturan la red vasca de salud mental
La creciente incertidumbre que genera el incierto final de la crisis mina el bienestar emocional de toda la población
No es solo cosa de jóvenes o adolescentes, aunque sean ellos los más afectados. La pandemia ha minado la estabilidad emocional de toda la población. ... Los servicios de salud mental de Osakidetza han constatado en estos últimos dos años un incremento de la demanda asistencial superior al 20%. Cuatro de cada diez de esas nuevas atenciones corresponden a pacientes con menos de treinta años. Es lo mismo que ha sucedido en los países más avanzados, aunque con una diferencia. Euskadi, como España, presentaba ya antes del estallido de la crisis un claro déficit tanto de prestaciones como de profesionales de la especialidad.
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Los psiquiatras advierten de que la actual situación, que ya es lo suficientemente preocupante, podría complicarse aún más a lo largo de este año. La creciente incertidumbre que genera el hecho de que ni siquiera se vislumbre el final de la plaga lo enmaraña todo. «A la gente todo esto le ha desbordado, porque ya no se ve la salida», resume la psiquiatra Paz García-Portilla, investigadora del Consorcio de Investigación Biomédica (CIBER) en salud mental y profesora de la Universidad de Oviedo. Pone un ejemplo. «Mete una rata en un barreño con agua. El animal comenzará a luchar por sobrevivir, pero al tener los bordes planos y redondos, se verá incapaz de escapar. Llega un momento en que deja de pelear y se entrega. Lo llamamos indefensión aprendida. Al final -advierte- se ahoga».
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El zarpazo del coronavirus no vino solo. Llegó acompañado de otras epidemias de menor entidad, entre las que destaca por méritos propios la de salud mental. Han aumentado de modo considerable los casos de depresión (+28%), estrés y ansiedad (+26%), y en menor medida, aunque en cifras nada desdeñables, los trastornos de la alimentación y el sueño, que llegaron hasta el 30% en los peores momentos de este tiempo aparentemente sin fin.
Las cifras en Euskadi son similares a las recogidas en el último informe publicado por la reconocida revista médica 'The Lancet', según explica el director de la red de Salud Mental de Álava, Alejandro Ballesteros. «La Atención Primaria se ha visto desbordada, especialmente en esta última ola, y ha acabado derivando a los hospitales de un 20% a un 25% más de pacientes que en el tiempo anterior al covid».
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Aumentan los suicidios
Los especialistas de Osakidetza no dan abasto para atender la demanda; sólo la atención telefónica ha crecido un 40% frente a la demanda de 2019. «No hablamos de enfermedad grave, como esquizofrenia o psicosis, pero tampoco de dolencias que haya que menospreciar. La depresión, que condiciona seriamente la vida de los pacientes -matiza-, afecta a 300 millones de personas en el mundo y se asocia a una enorme carga económica, laboral y asistencial».
Las mentes que se han visto más desestabilizadas han sido las de los más jóvenes de la casa, especialmente las de los adolescentes. Los críos, sin tanta experiencia vital y mayor protección paterna, han sufrido menos. El confinamiento y las múltiples restricciones que le han seguido han favorecido la aparición en los chavales más vulnerables de cuadros de depresión, ansiedad, adicciones a videojuegos y equipos electrónicos, autolesiones e incluso intentos de suicidio.
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Es pronto para ver más esquizofrenia o psicosis, pero se espera que las patologías más graves crezcan los próximos años
El sufrimiento psicológico se ceba en los menores de 30 años. «Los casos se han multiplicado por tres y por cuatro», asegura la especialista Azucena Díez, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Infantil y directora de la unidad especializada de la Clínica Universidad de Navarra. La falta de contacto social, la escuela a distancia, que a la mayoría les motivaba menos; y la menor práctica de ejercicio han favorecido el estallido de esta otra epidemia. La situación se ha complicado especialmente -aunque no sólo- en ambientes propicios como familias rotas, residentes en ambientes menos favorecidos y menores víctimas de abusos.
La sacudida ha sido de tal calado que Osakidetza se ha visto en la necesidad de abrir nuevas unidades especializadas en algunos de sus hospitales, como Galdakao, e incluso poner en marcha un centro de día específico para niños y jóvenes en San Francisco (Bilbao).
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«Lo tenían todo»
«No han pasado una guerra o una dictadura y tampoco han afrontado las vicisitudes propias de la vida. Al contrario, pertenecen a una generación que lo ha tenido absolutamente todo. Ésta ha sido la primera vez que la vida les ha mostrado una cara un poco más dura. Tenían todos los boletos para resultar los más vulnerables», reflexiona el experto Manuel Martín, director médico de la red hospitalaria Aita Menni, especializada en salud mental, y vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría.
La estabilidad mental de los ciudadanos de mediana edad también se ha visto trastocada. Un estudio elaborado por la Universidad de Oviedo a lo largo de todo este tiempo y amparado en 20.000 encuestas realizadas en el conjunto de España (no ingresos clínicos) coincide en que dos de cada tres nuevos casos ligados a la pandemia tienen que ver con episodios de depresión o ansiedad. El tercero se relacionaría con la aparición de síntomas de distinto tipo. «Lo que nos está pasando no es flor de un día», advierte la psiquiatra Paz García-Portilla, que dirige el trabajo. «La gente sigue tocada: y habrá que ver qué pasa a largo plazo».
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La pandemia, según argumenta la especialista, no sólo ha cambiado la manera de vivir de la población, sino que ha golpeado en sus principales estructuras. Han cerrado empresas, se han perdido empleos, ha habido recortes salariales... La población ha tenido que confinarse, se ha quedado sin ocio, ha asistido a la muerte prematura e inesperada de sus parejas, padres, abuelos... «¡Lo de siempre, pero ahora magnificado!», resume. «Hasta tres generaciones -añade- han tenido que convivir juntas, sin salir a la calle, con miedo al contagio, incluso sin poder despedirse de sus seres queridos con naturalidad. Todo eso, claro, tiene un precio».
Confinamientos, paro, restricciones, menos ocio, la muerte sin despedidas... «todo eso, está claro, tiene un precio psicológico»
Esa situación, tensa, inesperada y martilleante, explica que en España las cifras del suicidio se hayan multiplicado por tres entre la población con enfermedad mental. La llamada ideación pasiva (plantearse la posibilidad sin llegar a hacerlo) creció un 20% y la activa (dar el paso), un 9%. En el País Vasco, también han aumentado los casos, de forma más moderada. 2020, el último año del que se tienen cifras, cerró con una tasa de mortalidad por autólisis de 8,36, la segunda mayor de la última década, aunque casi dos puntos por encima de la del año precedente (6,61).
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Quienes mejor afrontan la crisis son los abuelos, aunque tampoco ellos están libres de enfermedad mental. Un 30% de los casos que saturan la red vasca corresponde al grupo de ciudadanos de mayor edad. Para protegerse tienen armas de las que carece el resto de la sociedad, según detalla Manuel Martín. No necesitan socializar tanto como sus hijos y nietos; gozan por lo general de una mayor estabilidad económica; y están curtidos por las experiencias de la vida. Algunos centenarios -aunque sea ayudados por el recuerdo de lo que les contaron sus padres- son incluso capaces de recordar la pandemia de gripe de 1918.
Abuelos solos y rotos
También los hay más vulnerables. A muchos la pandemia les ha sometido a una soledad infernal. Han asistido, además, a la muerte de familiares y amigos a los que no han podido despedir. Los hay que estaban previamente afectados por patología mental, que ahora contribuye a multiplicar los miedos propios de la edad: a caerse, a depender de familiares, a ser víctimas de robos...
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A esa edad, cuidar de los nietos y disfrutar de la familia es lo que más llena el alma de la mayoría, pero el temor al contagio les ha privado de lo uno y de lo otro. Incluso de las visitas en casa y en la residencia. «No es lo mismo perderse la Navidad con 40 años que con 80, cuando uno se plantea que quizás puede ser la última. Muchos dudan de si superarán este tiempo y eso les lleva a la desesperación», detalla el especialista de Aita Menni.
¿Qué va a pasar a partir de ahora? Los expertos no se ponen de acuerdo. El neumólogo español Javier Zulueta, del hospital neoyorquino Monte Sinaí, (y la propia Organización Mundial de la Salud) confía en que podríamos estar ante el final de la crisis, antes de que el coronavirus se transforme en una epidemia temporal, como la gripe. En cambio, el experto en Salud Pública Daniel López Acuña, exdirector de Acciones de Salud de la OMS, pide cautela. «No estamos en ese momento. 'Gripalizar' la pandemia sería un error», advierte.
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Más incertidumbre para la población. «La gente está hasta el gorro de un discurso oficial del todo equivocado, que banaliza una situación que es grave», resume la catedrática García-Portilla. «No ayuda a la salud mental de la ciudadanía», concluye. Alejandro Ballesteros, de la red de Osakidetza, se muestra más esperanzado. «Confío en que la vacunación y la evolución de los últimos meses permitan estabilizar la situación. A partir de ahí, ojalá las instituciones, la escuela y los medios de comunicación contribuyan a través de la prevención a contener el impacto del covid en el bienestar emocional».
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