Investigadores españoles descubren una tercera causa genética del alzhéimer
Dos de cada tres personas llevan la variante genética estudiada y el 95% de ellas acaba desarrollando síntomas claramente relacionados con la más común de las demencias
Las causas que desencadenan el alzhéimer pueden ser variadas, y desde hoy se sabe que una de ellas está directamente relacionada con la genética. Un ... estudio liderado por investigadores del Grupo de Neurobiología de las Demencias del Instituto de Investigación Sant Pau, publicado hoy en la revista 'Nature Medicine', ha identificado que casi todos los individuos con dos copias del gen APOE4 desarrollan signos de la más común de las demencias. Los acaban sufriendo, en concreto, más del 95% de las personas mayores de 65 años con esta condición genética.
El trabajo, liderado por el director de la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología, Juan Fortea, revela que las personas con una doble copia de este gen presentan características biológicas del alzhéimer que actúan como biomarcadores de la enfermedad. Son señales, según cuentan, que pueden verse en el líquido cefalorraquídeo y en exploraciones con PET, una técnica de diagnóstico por imagen ampliamente utilizada en los hospitales de los países occidentales. Este hallazgo abre la puerta a que el alzhéimer relacionado con este tipo de causa genética -los hay reconocidas por otras dos- podría ser diagnosticado de forma temprana.
Un viejo conocido
«Este gen se conoce desde hace más de 30 años y se sabía que estaba asociado con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de alzhéimer», ha explicado el investigador catalán. El mérito de su investigación radica en que «ahora sabemos que prácticamente todos los individuos con este gen duplicado desarrollan la biología del alzhéimer. Esto es importante porque -ha detallado- representan entre el 2% y el 3% de la población
Los investigadores analizaron muestras de 3.297 donantes de cerebro, algunas de ellas cedidas por el Centro Coordinador Nacional del Alzhéimer de Estados Unidos, y datos de salud, incluidos biomarcadores, de 10.000 europeos y estadounidenses. Descubrieron que la presencia de biomarcadores en las personas con la variante genética APOE4 era mayor a los 55 años; y que en este grupo, a los 65, el nivel de acumulación de una proteína llamada amiloide (que es una característica propia de la enfermedad) llegaba ya al 95% de los pacientes.
Sólo el alzhéimer temprano y el ligado al síndrome de Down se consideran hasta la fecha de origen genético
El análisis de las autopsias de más de 10.000 pacientes ha permitido conocer el papel clave del gen APOE4 en el desarrollo de la enfermedad
Que la variante genética del gen APOE4 es un factor de riesgo para la enfermedad de alzhéimer también se sabía desde hace años. Lo que ha descubierto el grupo catalán es que su afectación es tan grande que podría representar una forma genética distinta de la enfermedad, la tercera. «Los datos muestran claramente que tener dos copias del gen APOE4 no sólo aumenta el riesgo, sino que también anticipa la aparición de esta demencia, lo que refuerza la necesidad de desarrollar estrategias preventivas específicas», valoró Víctor Montal, investigador del estudio, que ahora trabaja en el Centro de Supercomputación de Barcelona.
La tercera vía genética
La ciencia conocía que la mutación de tres genes (APP, PSEN1 y PSEN2) se relaciona con la aparición temprana de la enfermedad. La aparición de esta demencia a partir de los 40 años suele deberse a modificaciones genéticas ocurridas en cualquiera de ellos. También se sabía que APOE (el gen que se ha estudiado ahora) es uno de los que entrañan un riesgo genético «más potente» para el desencadenamiento y posterior desarrollo de la enfermedad de alzhéimer de aparición tardía, ligada al síndrome de Down. Ese es el mérito de la investigación catalana, el descubrimiento de una posible tercera vía de alzhéimer genético.
El diagnóstico temprano del alzhéimer constituye uno de los principales desafíos frente a la enfermedad. Los médicos utilizan pruebas para evaluar el deterioro de la memoria y otras habilidades de razonamiento, aunque lo definitivo suele ser el uso de técnicas de neuroimagen (PET) y el análisis del líquido cefalorraquídeo. El centro Sant Pau, precisamente, lidera una investigación internacional para el diseño de un análisis de sangre que simplifique el proceso.
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