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Una de las principales enseñanzas de la pandemia de coronavirus ha sido la importancia de que la población pueda beneficiarse cuanto antes de los avances científicos. El conocimiento previo en torno a las vacunas de ARN mensajero permitió que en menos de un año la población mundial pudiera disponer de una protección eficaz frente a la infección. De no haberse producido una crisis sanitaria de tal envergadura, esas vacunas quizás estarían aún en fase de desarrollo y experimentación. Científicos de toda Europa se reúnen estos días en Bilbao para hablar precisamente de eso, de encontrar el modo en que el conocimiento se traduzca en terapias y tratamientos que lleguen lo antes posible a la población.
El objetivo es que hospitales y laboratorios trabajen de una forma más coordinada que en la actualidad, de tal modo que el esfuerzo investigador sirva para responder a las necesidades clínicas. Ante una población envejecida, como la europea, que aspira a serlo aún más, y en un momento de crisis económica como el actual, el desafío es ya más que un reto una necesidad. Prueba de ello es la presencia en la Universidad de Deusto de más de 200 especialistas de distintos países en busca de respuestas en la primera conferencia europea de lo que ha venido a denominarse como la 'implementación del conocimiento científico'.
«El problema no es que no haya investigación, sino que toda la investigación no llega a los pacientes», ha explicado a EL CORREO el especialista Álvaro Sánchez Pérez, de la Unidad de Investigación en Ciencias de la Diseminación e Implementación en Servicios de Salud del Instituto de Salud Biocruces Bizkaia, organizador del encuentro. «Simplificar ese proceso requiere método y tiempo».
La llegada a los pacientes de los últimos avances en tecnologías y tratamientos de salud requiere, según ha destacado el experto, de una constante reevaluación de los servicios de salud. Los fondos dedicados a gestión sanitaria no podrán seguir creciendo sin límite, más aún en tiempos como los actuales, de continuadas y permanentes crisis económicas. «Los técnicos podemos informar, pero luego las decisiones sobre prestaciones son ya políticas, corresponden al ámbito del Ejecutivo», justifica Sánchez Pérez.
El manejo de la bronquiolitis aguda en niños menores de dos años es un ejemplo, según el experto, de adecuación de un servicio a la evidencia científica. La prescripción de broncodilatadores de salbutamol ha bajado de un 30% a un 7% o 8% de los críos afectados gracias, ha detallado, a una mayor implicación de los servicios de pediatría y los padres de los niños en el manejo de la enfermedad.
La actualización de los servicios sanitarios en función de la evidencia científica también se ha visto demorada por la crisis del covid, que obligó a centrar todo el sistema sanitario en la lucha contra la infección. «Hay servicios que han recuperado la marcha y otros que están tardando más. Es cierto que el cambio de paradigma en un momento como el actual puede ser más costoso, pero sin duda resulta necesario», ha concluido el investigador de Biocruces.
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