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bilbao. Vivimos rodeados de ruido. El del tráfico generado por los miles de coches que recorren nuestras ciudades, el de las obras al lado de ... casa, el de la música a todo volumen que escuchamos durante el viaje en metro al trabajo… Todo ello hace que hasta 400 millones de personas en todo el mundo sufran pérdida auditiva incapacitante, lo que los expertos llaman hipoacusia. En Euskadi, «la cifra ronda los 300.000 afectados», calcula el doctor Francisco Santaolalla Montoya, catedrático de Otorrinolaringología de la UPV/EHU y especialista en el Hospital Universitario Basurto de la OSI-Bilbao de Osakidetza.
Aunque lo que más llama la atención son los jóvenes que escuchan música con cascos a un volumen elevado, lo cierto es que no son ellos los que más sufren de hipoacusia. Son los más mayores. Y supone un problema especialmente acuciante en sociedades envejecidas como la nuestra. «Los humanos, como los electrodomésticos, tenemos una obsolescencia programada. Nosotros también estamos programados para tener una determinada calidad de vida, pero a partir de cierta edad, que en el caso de la audición es, más o menos aunque con muchas excepciones, a partir de los 70 años, se van muriendo las células del oído interno que mandan los impulsos bioeléctricos a la corteza cerebral, donde se reciben y se transforman en lenguaje», explica.
Esta mala audición tiene graves consecuencias, mucho peores de lo que podrían pensarse a priori. Las personas que la sufren tienden a aislarse y ello impulsa y agrava el deterioro cognitivo. Es una especie de círculo vicioso. «Oír mal a partir de cierta edad es fisiológico, pero quienes no oyen bien, no se comunican y no tienen los estímulos externos suficientes, con lo que se produce un mayor deterioro mental. Ello conduce a que las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer progresen más rápidamente en los pacientes con hipoacusia. Las personas con mala audición empeoran sus demencias», subraya el especialista.
En el caso de los jóvenes, ¿cómo de perjudicial es escuchar música con cascos a todo volumen? El doctor Santaolalla lo compara con los «traumas acústicos» que sufrían «trabajadores de industrias como los altos hornos o las herrerías donde, además, no se utilizaban cascos o tapones protectores». Lo que ocurre en este caso es que se destruyen las células del oído interno, un daño que, como en el caso del deterioro auditivo que sufren los mayores, es «irreparable». Para que esta práctica sea verdaderamente lesiva, se debe llevar a cabo durante un mínimo de tiempo y a una intensidad elevada.
Empezando por esta última variable, el nivel de ruido perjudicial para la audición se sitúa en torno a los 90 o 100 decibelios (como un martillo neumático). Para que se hagan una idea, sería un punto intermedio entre el ruido del tráfico, que ronda los 50-60 decibelios, y el del motor de los aviones, que es mayor de 140 decibelios. En cuanto al tiempo, serían necesarios unos «10 o 15 años».
¿Y los conciertos? Dos o tres horas escuchando música a alto volumen de vez en cuando no sería tan lesivo. «Otra cosa sería permanecer mucho más tiempo al lado de un bafle o trabajar de continuo como técnico de sonido, por ejemplo», precisa el doctor. ¿Y las obras al lado de casa con el taladro a pleno rendimiento? «En principio serían más molestas porque no nos dejan descansar y nos provocan ansiedad, insomnio... que porque sean perjudiciales para nuestra audición».
Santaolalla trató algunas de estas cuestiones en los Encuentros de la Salud de EL CORREO este miércoles. También ofreció una serie de consejos prácticos para evitar o prevenir estos problemas. Uno sería evitar la exposición prolongada a ruidos intensos, bajando el volumen o utilizando cascos o tapones, según la situación o el trabajo que se desempeñe. Otro sería no automedicarse, ya que hay fármacos que perjudican a nuestros oídos –ototóxicos, en jerga médica– como «la aspirina o algunos tipos de quimioterapia». A ellos habría que añadir evitar los golpes en los oídos y los cambios bruscos de presión y la humedad, llevar una dieta saludable, hacer ejercicio, y revisarse la audición de forma regular acudiendo cuando haga falta a un buen otorrino.
Como punto final, un consejo que sirve para casi todo: ayuda y mucho un «envejecimiento saludable». «Al final, no oímos con el oído, sino con la corteza cerebral, con los que es bueno todo lo que redunde en el buen estado del sistema nervioso central», concluye.
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María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
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