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El mejor control de los síntomas provocados por la epilepsia ha favorecido curiosamente el estigma que siempre ha pesado sobre la enfermedad. El actual arsenal terapéutico, compuesto por nada menos que una veintena de fármacos, permite vivir libre de todo síntoma al 80% de ... los afectados; lo que ha contribuido a extender la idea equivocada de se trata ésta de una patología muy poco común, cuando es justo todo lo contrario. Aunque no seamos conscientes, una de cada cien personas vive con la dolencia, o lo que es lo mismo, un niño cada cuatro aulas o un vecino en una comunidad un poco grande, según explicó el miércoles el neurólogo Asier Gómez, de la Clínica Universidad de Navarra, que acudió al foro Encuentros con la Salud de EL CORREO para hablar del diagnóstico y el tratamiento de la patología.
La epilepsia es una enfermedad que cuenta con mayor número de afectados que el cáncer de mama y de pulmón juntos, pero la mayoría de ellos se ve en la necesidad de ocultarla para evitar ser excluido, perder un empleo o ser objeto de burlas y bromas. «No hay ni un solo famoso que haya reconocido esta enfermedad», apostilló el especialista, que estimó en más de 11.000 el número de pacientes existentes en Bizkaia.
El problema, de tipo crónico, porque la mayoría de las veces -no siempre- acompaña al paciente de por vida, se produce por un fallo del sistema nervioso, que provoca contracciones musculares cíclicas. La patología se desata cuando las neuronas, las células cerebrales que organizan el pensamiento, los sentimientos y las acciones del individuo, descargan impulsos eléctricos excesivos de manera intermitente. Tradicionalmente se creía que estas sacudidas provocaban daño cerebral, algo que, sin embargo, sólo sucede en ocasiones tan puntuales que resultan excepcionales.
Una pérdida de conocimiento repentina, gestos raros y la falta de respuesta ante preguntas reiteradas son signos de alarma que deben llevar al paciente a acudir a una consulta especializada. «No siempre tiene por qué ser epilepsia. En ocasiones, como una fiebre alta, el cuerpo también reacciona con convulsiones, que nada tienen que ver con la enfermedad, aunque sí es cierto que ésta será la primera opción que el especialista tratará de descartar», argumentó Asier Gómez.
Las convulsiones constituyen su síntoma más característico, aunque no todas las formas de la enfermedad se manifiestan con ellas. Unas veces se expresa con movimientos reiterados más propios de un tic nervioso, otras con ausencias, desconexiones temporales de la realidad e incluso con ataques nocturnos, mientras se duerme. El neurólogo de la Clínica Universidad de Navarra, institución que financió la sesión, recordó en este sentido la importancia de no poner nada en la boca del afectado que sufre una convulsión, como se hacía tradicionalmente, para evitar que se atragante. «Mucho menos un dedo, porque podría morder con fuerza al auxiliador», apostilló.
El neurólogo destacó la importancia de evitar tanto del consumo de alcohol como del descanso -dormir al menos ocho horas diarias e incluso echar la siesta si se va a salir una noche- como medidas para evitar crisis epilépticas en personas predispuestas. Cuando los pacientes no responden a la medicación, un tercio de los casos más rebeldes pueden resolverse con cirugía del cerebro.
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