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Los avances en la cirugía y tratamiento de los juanetes permiten ya a los pacientes caminar desde el primer día y quizás no sin dolor, pero sí con muy poco y siempre tratable hasta el punto de minimizar su impacto. En torno a esta enfermedad, ... que tiene un amplio impacto en la población, especialmente entre las mujeres, existen múltiples y variadas creencias. La más común es que la deformidad de los huesos del pie que se produce por el uso de un calzado inadecuado; y no es cierto. «El zapato puede agravar un problema que en más del 80% de las ocasiones es hereditario», explica el especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica del hospital Quirónsalud Bizkaia Andrés Eduardo Delgado, que esta semana ha acudido al foro Encuentros con la Salud de EL CORREO para hablar sobre los avances que en los últimos años se han dado en la cirugía para la superación de este problema.
Juanete es un nombre que puede resultar gracioso, pero en absoluto lo es para el casi 7% de la población que los padece, una de cada 14 ó 15 personas. Una teoría apunta al origen español del término y en concreto a los hombres y mujeres del campo que lo padecían. Como burla a todos ellos, se unió al nombre común de Juan el sufijo despectivo de ete. También hay quienes defienden que procede del francés 'jointe', que se pronuncia 'juante' o 'yuante', significa nudillo y parece ser que es como se llamaba en la época medieval a los nudillos salientes.
Sea como fuera, los juanetes son una deformidad que afecta a la articulación del primer dedo del pie, el 'gordo' o hallux (de ahí que el nombre técnico de la patología sea 'Hallux valgus'). Según el mal va evolucionando, la alteración se va desplazando hacia los dedos segundo y tercero y, en consecuencia, genera cada vez más dolor y más insoportable. Generalmente el problema arranca en la adolescencia, pero no es hasta pasadas varias décadas, hasta los 50 ó 60 años, cuando comienza a generar complicaciones cada vez más serias. El uso de un calzado inadecuado complica la enfermedad, que sólo se opera cuando el dolor se convierte en algo insoportable. Ambas cuestiones explican, según detalla Delgado, por qué son mujeres -uso de tacones...- la mayoría de los pacientes que acaban siendo intervenidos.
La cirugía consiste en hacer una serie de cambios en el esqueleto del pie con el fin de conseguir una forma lo más normal posible. El cirujano practica varios cortes en el hueso con un doble objetivo, eliminar el dolor y conseguir un pie «más funcional». «No operamos por estética. Nos resulta muy difícil tener que explicar a un paciente que se trata de un acto quirúrgico de un impacto suficiente como para no llevar al quirófano a alguien que sólo quiere lucir sandalias en verano», apuntilla el especialista.
Tradicionalmente, la cirugía exigía a los pacientes guardar reposo de cuatro a seis semanas, hasta que los huesos intervenidos se 'soldaran'. El proceso resultaba doloroso, pero ya no lo es tanto, sino muchísimo menos.
Además de que la intervención resulta ya menos invasiva, las técnicas de anestesia y alivio del dolor han mejorado tanto que los afectados pueden caminar desde el primer día. La primera semana, que suele ser la más compleja, son tratados con analgésicos y en algunas ocasiones, que cada vez son menos, se les proporciona unas inyecciones autoaplicables, que se ponen en la barriga para evitar trombos. «Cada vez se usan menos. El protocolo es de tres semanas, pero yo les mando una y, si son jóvenes, ninguna, no se necesita». Un zapato ortopédico, que ha de utilizarse durante un mes, facilita caminar desde la primera hora, ayudado de un bastón o una muleta. «En unos días, se puede salir a la calle, aunque volver al trabajo requerirá que los huesos consoliden», detalla el experto.
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