«He sido un estúpido por no vacunarme y he pasado el peor momento de mi vida»
Carlos de Lis se recupera de covid en el Hospital Donostia. No se vacunó por «miedo» y ahora admite que «estoy vivo gracias a los sanitarios»
Lleva más de un mes ingresado en el Hospital Universitario Donostia y desde que es consciente de que ha salido de la grave situación que ... ha vivido por covid, da gracias «por cada día que amanece». Carlos de Lis, pontevedrés afincado en San Sebastián, está acostumbrado a lidiar con diversas patologías, la última un cáncer que mantiene controlado. Su experiencia a las puertas de la UCI ha sido traumática. Había decidido no vacunarse a pesar de la insistencia de sus médicos porque él quería «el visto bueno expreso» de su oncóloga en su próxima revisión. «Tenía miedo de la reacción que podía tener mi cuerpo ante las dosis», reconoce. «Con todas las patologías que sufro pensaba que si me vacunaba me iba a morir seguro». A escasos días de su cita médica, el coronavirus le puso en el peor brete de sus 66 años de vida: «Pensaba que me moría», cuenta desde la habitación del hospital, tras un mes de ingreso. Quiere que su testimonio sirva para concienciar a las personas que son reacias a la vacuna.
«Con todo lo que he pasado en mi vida, con lo que me he cuidado todo este tiempo, un tío como yo... ¡Cómo me iba a contagiar!», dice que solía pensar. «Podía haber llamado por teléfono a mi doctora para que me diese el visto bueno pero pensé que en mi revisión anual resolvería mis dudas, que era imposible que me cogiese el coronavirus», explica. «¡Qué estúpido he sido!», se arrepiente una y otra vez con la respiración entrecortada, señal de que todavía a sus pulmones les queda un largo camino de rehabilitación.
Hasta el roce de las sábanas
A primeros de diciembre un test de antígenos confirmó las sospechas de su mujer de que «esa tos no era un catarro». Dos días después, una PCR ratificaba el positivo. En casa rápidamente empeoró. «Me lo subí a Urgencias y la fila de ambulancias era interminable», describe Ostatxu de Andrés, su esposa. Entró por la puerta y no volvió a verlo hasta un mes después. «Los médicos me llamaban todos los días para decirme cómo estaba, tardamos en poder hablar con él por teléfono. Ha sido duro», reconoce.
Noticia Relacionada
Encuentran la clave de la inmunidad contra la variante ómicron
El recorrido de Carlos de Lis este último mes en el Hospital Donostia comenzó en la zona de 'aislados', luego fue a la planta de infecciosos y de allí 15 días a la UCRI -la puerta previa a la UCI-. «Ha sido horroroso», lo describe. «Uno de los médicos me preguntó por qué no me había vacunado; se portó de maravilla conmigo, ni una mala cara». Ese doctor le anticipó cuál iba a ser su futuro a corto plazo. «Me dijo que durante la semana iba a ir a peor, que el fin de semana lo pasaría muy mal, y me aseguró que harían todo lo posible por mi», explica. «Me lo describía y pensaba que no sería para tanto... y lo clavó».
«Si la gente supiese lo que se vive aquí se dejaría de tonterías, tenían que ver cómo se desviven para sacarnos adelante»
Además de estar rodeado por tubos, los sueros, una máscara cada vez más grande y estar monitorizado, se añadían otros problemas. «El oxígeno te reseca la nariz hasta hacerla sangrar, al igual que la garganta y la boca. Me dolían los ojos de una manera tan intensa que pedí que me los taparan. No puedes dormir porque tienes detrás como una gran turbina de avión, es la propia máquina de oxígeno. Hasta el roce de las propias sábanas te hace heridas en codos y rodillas», relata. «Me decían que tenía que aguantar e intentar tranquilizarme, que mis propios nervios hacían que mi nivel de oxígeno bajase».
A un paso de la UCI
El peor momento llegó al escuchar una conversación entre dos facultativos que debatían si ingresarlo o no en la UCI. Cuando les preguntó cuál era la diferencia, no le ocultaron la realidad. En la sala de críticos «hay pacientes a los que hay que sedar, pero decidieron darme una noche más», cuenta. Finalmente, consiguió mejorar ligeramente y se libró de engrosar la lista de pacientes UCI. Pero antes de llegar a planta, tuvieron que pasar muchos días.
«El oxígeno te reseca la nariz hasta hacerla sangrar, el ruido de la máquina no deja dormir y te duelen mucho los ojos»
«Si la gente supiese cómo se pasa aquí dentro, se dejaría de tonterías y se vacunaría», afirma. «Estoy vivo gracias a todos los profesionales que se dejan la piel, que se acaban contagiando y que no dan abasto con todos los que estamos y los estrictos protocolos que deben seguir». Carlos de Lis destaca la implicación de «todo el personal», y agradece que «siempre han sido amables conmigo, ni un mal gesto».
El primer contacto que tuvo con su familia fue telefónico y apenas le reconocían la voz. El propio personal le ayudó con el móvil «porque nunca me ha gustado llevar uno y no me arreglaba con él». Enseguida le llamaban la atención desde monitores porque los niveles de consumo de oxígeno saltaban por la emoción. «Conseguía hablar 15 segundos, lo justo para decirles que estaba vivo».
«Me describieron perfectamente qué me iba a pasar ingresado; entonces pensé que exageraban, y lo clavaron»
Recuerda emocionado el primer día que pudo ver en planta a su mujer. «Solo podía llorar, nunca habíamos estado tanto tiempo sin vernos, sin saber el uno del otro». Carlos sabe que le quedan días por delante para recuperarse del todo. «La vida me ha dado una oportunidad que no voy a desperdiciar, me ha hecho cambiar», afirma.
«Estoy seguro que la gente no sabe lo que pasa aquí. Las personas que reniegan de las vacunas nunca han visto ni vivido lo que yo he pasado, espero que mi experiencia sirva de algo».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión