El chiflado padre de la PCR
El nobel Kary Mullis negaba el cambio climático y que el VIH cause el sida, y tuvo un encuentro con un mapache extraterrestre
Era medianoche. «El mapache habló. 'Buenas noches, doctor', dijo. Le respondí algo, no recuerdo qué, probablemente, 'Hola'. Lo siguiente que recuerdo es que era temprano ... por la mañana. Andaba por un camino cuesta arriba desde mi casa». Los protagonistas de esta escena, que supuestamente ocurrió en Mendocino (California) en 1985, son a cada cual más extraño. Por un lado, un «mapache brillante» que habla; por otro, un bioquímico que ocho años después ganó el Nobel por la invención de la PCR o reacción en cadena de la polimerasa, la técnica de laboratorio ahora en boca de todos.
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El humano recuerda el encuentro en su libro 'Dancing naked in the mind field' (Bailando desnudo en el campo de la mente, 1998), cuyas páginas demuestran que se puede ser un genio y estar como una cabra. Porque calificar de excéntrico al padre de la PCR es quedarse corto, muy corto. Kary Mullis, que murió el 7 de agosto del año pasado por una neumonía, creía, por ejemplo, que su fecha y lugar de nacimiento lo decían todo sobre él. «Nací a las 17.58 hora de Greenwich del 28 de diciembre de 1944 en Lenoir, Carolina del Norte. Usted puede descubrir más de mí por eso que por la lectura de este libro», escribió en su autobiografía este científico devoto de la astrología.
Objetivo, causar explosiones
De crío, su madre daba a Kary y a sus hermanos cada noviembre una pila de catálogos para que eligieran los regalos de Navidad. Un año, él echó el ojo al Gilbert Chemistry Set, un juego de química. «Me intrigaron los tubos llenos de cosas con nombres exóticos. Mi objetivo con ese juego era descubrir qué cosas podría juntar para causar una explosión». Eran los años 50, y algunos juguetes contenían sustancias muy peligrosas. Así, el Gilbert U-238 Atomic Energy Lab, fabricado por la misma compañía, incluía nada menos que elementos radiactivos. Con solo 7 años y después de unos cuantos experimentos, decidió que la ciencia podía ser divertida.
En plena Guerra Fría, como todos los escolares de su país, aprendió a meterse bajo el pupitre en caso de ataque nuclear soviético y, tras el lanzamiento del 'Sputnik' en octubre de 1957, él y sus amigos intentaron hacer despegar cohetes desde el patio trasero de casa y provocaron explosiones más o menos incontroladas, a consecuencia de una de las cuales ardió un árbol. «Esto me enseñó una lección importante: nunca mezcles sustancias químicas explosivas debajo de un gran árbol». Mullis se graduó en Química por el Instituto de Tecnología de Georgia en 1966 y se doctoró en Bioquímica por la Universidad de California en 1973, pero antes firmó su primer artículo científico.
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A los 24 años publicó en 'Nature' un artículo en el que describía «todo el Universo desde el principio hasta el final»
Lo publicó la revista 'Nature' en 1968. Titulado 'Cosmological significance of time reversal' (Significado cosmológico de la inversión del tiempo), «era una descripción -desde mi propia experiencia e imaginación- de todo el Universo desde el principio hasta el final». Ahí es nada, y con solo 24 años. Claro que su «propia experiencia» no era ajena a sustancias como el LSD. «Había leído mucho sobre astrofísica y había tomado algunas drogas psicoactivas que mejoraron mi comprensión del Cosmos», admite en su autobiografía, sorprendido de que 'Nature' admitiera el texto.
Su gran idea, con la que revolucionó la Biología y que le hizo merecedor del Nobel de Química en 1993, la tuvo en 1983 cuando trabajaba para Cetus Corporation, una de las primeras firmas de biotecnología. Una noche de mayo conducía su Honda Civic por la Autopista 128 hacia su casa de Mendocino cuando se le ocurrió cómo hacer millones de copias de un pequeño fragmento de ADN o ARN, lo que facilita muchísimo su identificación. Esta técnica, la PCR, permite dar con un criminal a partir de una mínima muestra de material genético y también diagnosticar enfermedades como la hepatitis C, el ébola, el sida y el Covid-19. Cetus recompensó a Mullis con 10.000 dólares por un invento que la farmacéutica suiza Hoffman-La Roche compró en 1992 a la compañía californiana por 300 millones y que usan laboratorios de todo el mundo.
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Surf, mujeres y LSD
Su mentor en la Universidad de California, el bioquímico Joel Neilands -«aprendí de él un poco de Química y mucho sobre la vida»-, le comentó seis meses antes de que le concedieran el Nobel que podía llevarse el premio ese año y le recomendó no salir mucho en la prensa. «Neilands me dijo que probablemente no pasaría nada si admitiera que me encantan el surf y las mujeres (se casó cuatro veces), pero creía que el comité (del Nobel) podría fruncir el ceño si admitía haber tomado LSD. El surf, las mujeres y el LSD podrían ser demasiado».
Dos años después de inventar la PCR, Mullis se topó con el mapache fluorescente en su casa de Mendocino a medianoche de un viernes y, tras cruzar un saludo con el extraño ser, se despertó andando por un camino cercano a primera hora de la mañana, sin recordar nada de lo ocurrido durante ese lapso de tiempo. «Pensé que tal vez me había desmayado y había pasado la noche afuera. Pero las noches son húmedas en verano en Mendocino, y mi ropa estaba seca y no estaba sucia». En sus memorias asegura que no había consumido alucinógenos y equipara la experiencia con las abducciones de la literatura ovni, aunque se resiste a hablar de alienígenas. «Decir que fueron extraterrestres es asumir mucho. Pero decir que fue raro es subestimarlo. Fue extraordinariamente raro».
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Raro para un científico, aunque en su línea, fue también su rechazo a admitir que el VIH es la causa del sida y que la Tierra está viviendo un calentamiento global provocado por la actividad humana. ¿Qué diría el padre de la PCR del Covid-19?
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