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El Sistema Nacional de Salud después de la tormenta

Viernes, 12 de marzo 2021

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Se ha hecho evidente que no estábamos preparados para un virus de estas características. Su enorme capacidad de transmisión asintomática ha creado una situación nueva en control epidemiológico, así como una enorme tensión en el sistema sanitario.

A pesar de eso, el SNS ha podido con la situación más compleja de su existencia. Sin embargo, quedarán cicatrices muy profundas tanto como organización como en los profesionales de la salud y trabajadores que la componen. Como sistema de salud se ha debilitado y a partir de ahora necesita ser reforzado antes de que se difumine la memoria colectiva de esta crisis Covid-19.

Para que no se diluya la memoria colectiva corresponde primero al ámbito político dejar de considerar a la sanidad y los servicios sociales como sectores de gasto. Es el sector que ha salvado la situación juntamente con la ciencia. Esa inversión presupuestaria, en recursos humanos y tecnológicos no será un premio, sino que será necesaria para estar mejor preparados para la próxima crisis.

No se debe concluir que el SNS podrá resistir la próxima pandemia. Todo indica que habrá más pandemias y que no serán cada 100 años sino bastante más frecuentes. Hemos sido arrogantes pensando que ya estaba bajo control el mundo de las enfermedades infecciosas. Se comentaba recientemente por ejemplo qué el VIH/SIDA, un virus que también proviene del mundo animal ha sido una excepción. No lo es. Tampoco lo son el SARS1 , ni el MERS con una mortalidad del 35 % , ni la gripe H1N1 de hace 10 años ni tampoco lo fue la famosa gripe española de hace cien años que también fue una gripe H1N1. Mato a 50 millones de personas.

Las plagas siempre han estado entre nosotros y han condicionado nuestra evolución como especie. Ahora la frecuencia de las epidemias se ha acelerado por nuestra interconexión global. Es necesario recordar que hubo solo un intervalo de 9 años entre dos pandemias de gripe entre 1957 y 1968.

No son una excepción, son la regla. La amenaza se debe considerar como permanente.

Parece prioritario no seguir siendo arrogantes y, entre otras cosas, reforzar urgentemente el SNS.

Sin embargo, invertir en el SNS no será suficiente. Será necesario lanzar su trasformación. La pandemia debe servir para iniciar un modelo asistencial más proactivo y preventivo.

El modelo actual sigue siendo un modelo de rescate, de reparación. Es un modelo que espera que alguien enferme de alguna enfermedad prevenible, atenderle en atención primaria, urgencias o el hospital y a menudo es necesario ingresarle. Ese modelo no nos sirve para las próximas décadas y aún más dramáticamente no nos sirve para controlar epidemias. Estas últimas se controlan proactivamente vigilancia epidemiológica, con tests rápidos, con un rastreo y aislamiento eficaz, todas actividades de salud pública y actuaciones n la comunidad, no en hospitales.

Para ese cambio los presupuestos a corto plazo no sirven. Es necesario equilibrar los presupuestos sobre varios años.

La pregunta que hay que hacerse es; ¿Por qué seguir con un modelo asistencial pasivo que rescata a gente y luego les devuelve a las condiciones que les han hecho enfermar?

Esa situación pre-Covid no nos sirve para estas próximas décadas.

A pesar del sufrimiento causado la pandemia nos muestra nuevas posibilidades. En este año hemos comprobado de múltiples formas lo interconectados que estamos todos. En los servicios sociales hemos asistido de la forma más cruda posible al drama de subsectores de nuestra sociedad, los cuales viven en condiciones de vulnerabilidad extrema.

Tenemos que evitar el futuro equivocado. Sería un futuro que se rendiría a las fuerzas gravitacionales que existen en la sanidad y los servicios sociales, unas fuerzas que intentaran volver a la situación pre-Covid.

Entre esas fuerzas está la seguir percibiendo la sanidad y los servicios sociales como sectores que gastan, en lugar de un foco de inversión y de creación de empleo.

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