Anabel Jiménez, superviviente de cáncer de mama: «Sentí que vino un demonio con una guadaña»
La presidenta de la asociación vizcaína de afectadas Acambi habla de los frentes abiertos ante la enfermedad a través de su propia experiencia
El cáncer de mama llamó a la puerta de Anabel Jiménez hace más de veinte años, cuando tenía 41. Sabe en carne propia que la ... edad en que Osakidetza realiza las mamografías para la detección precoz deberían rebajarse «al menos a los 45 años, para todas, no sólo para las que tengan antecedentes familiares. Cada día –explica– nos llegan más casos y más jóvenes». La presidenta de la asociación vizcaína Acambi habla en esta entrevista, a través de su historia personal, de las necesidades de todas las afectadas.
– Cáncer de mama, ¿qué le sugieren estas palabras?
– Mucha emoción, sensibilidad... Me viene a la cabeza la palabra sentimiento. Lo vemos cada día.
– ¿Recuerda su diagnóstico?
– Llevaba tiempo revisándome un bultito. El radiólogo me dijo que había algo malo que tendría que biopsiar. Fue la primera vez que oí esa palabra y a partir de ahí todo fue rodado.
– ¿Le cuesta pronunciarla?
– Entonces no podía. Tuve mucho miedo, mucha incertidumbre, que es lo peor. Muchísimos cánceres tienen curación, pero cuando te enfrentas por primera vez cuesta nombrarlo. Ahora hablo de él con total naturalidad.
– Tenía entonces...
– 41 años. Cuando te dan el diagnóstico es como si cayeses en un túnel negro. Algo se rompe en ti. Eres joven, tienes hijos, estás en una etapa de tu vida en que estás trabajando muchísimo. Tu vida normal desaparece. Los siguientes meses son muy duros.
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– Explíquese, por favor.
– Son los tratamientos, el malestar, el miedo a la muerte, que no lo puedes evitar. Piensas en tus hijos. El mayor tenía 16 ó 17 años y la niña, ocho. Es un drama.
– ¿Le extirparon algún pecho?
– No se necesitó, pero en ese momento no es lo que más valoras. Importa que te quiten el tumor.
– Como mujer, ¿cómo lo vivió?
– Es muy duro, porque el pecho forma parte de tu identidad. Al principio, cuando estás en 'shock', no le das tanta importancia. Luego, hay que vivirlo.
«Reviví, me levanté como el ave fénix y salí del pozo. Nació en mí otra mujer con una forma de ver la vida más auténtica»
«Hay abiertas muchas líneas de estudio, pero mientras siga habiendo muertes, nunca será suficiente»
– ¿De qué modo se cuela en la intimidad de la pareja?
– Lógicamente afecta a tu autoestima y a las relaciones. Puedes tener miedo al rechazo. Unas las llevan muy bien y otras no tanto.
– ¿Y ustedes?
– Fue algo muy emocional. Quizás lo llevé yo bastante peor.
«Tuve suerte con el trabajo»
– ¿Le cambió la vida?
– La enfermedad marcó un antes y un después. Sentí que vino un demonio con una guadaña a darme bien, pero reviví, me levanté como el ave fénix y salí del pozo. Comencé a ver las cosas de otra manera.
– ¿Cómo?
– Todo a tu alrededor sigue igual, pero tú has cambiado. En mí, nació otra mujer. Nacieron otros principios y prioridades, una forma de ver la vida más auténtica, dando importancia a cosas esenciales y menos a las superficiales. Tuve suerte con el trabajo. Me permitieron ir reincorporándome poco a poco y es algo que les agradeceré siempre.
– ¿Por qué lo dice?
– Porque logré mantener mi empleo, aunque luego, con posterioridad, lo cambié. Pero muchos pacientes de cáncer, hombres y mujeres, lo pierden. Incluso se me brindó la oportunidad de reincorporarme suavemente.
«No es rosa, más bien marrón»
– De hablarse de ella de forma tan positiva, ¿se corre el peligro de que la sociedad crea que ésta es una enfermedad curada?
– El cáncer de mama es el que más prolifera. Cada año se diagnostican más de 37.000 casos. Si te lo detectan a tiempo, bien; pero aún hay un 15% o 20% de pacientes que no se curan. Hay muchísimos avances, mejoras, más investigación, pero el cáncer de mama no tiene nada positivo. No es de color rosa. Si lo padeces, más bien tienes un marrón.
– ¿Entiende que las pacientes con cáncer de mama metastásico hayan dejado de identificarse y formado su propia agrupación a nivel nacional y local?
– Claro que lo entiendo. Nosotras también tenemos mujeres con cáncer metastásico. Representamos a todas y algunas socias están en una y otra agrupación.
– Justo esta semana se han conmemorado las dos fechas.
– Sí, sí, pero bueno. Me parece fenomenal que haya mujeres que quieran hacer de forma paralela una labor más intensificada.
– ¿Cree que se investiga lo suficiente?
– Hay muchas líneas de estudio, en Euskadi y a nivel mundial. Pero mientras siga habiendo muertes, nunca será suficiente.
«Los hombres ni se imaginan que también pueden padecerlo»
– El cáncer de mama no solo tiene nombre de mujer. – ¿Les llegan a la asociación hombres afectados?
– Pocos, porque es un porcentaje menor, el 1% o 2%de los casos, pero sí, llegan. Queremos hacer una campaña de concienciación sobre este tema junto con la asociación de hombres Invi (de Invisibles). Ellos ni se imaginan que pueden padecerlo.
– ¿Y ellas, qué les cuentan?
– Historias parecidas la mía. Vienen muy desconcertadas, con mucha incertidumbre, perdidas, porque no sabes por dónde tirar. Intentamos darles información, apoyo psicológico y sostenerlas un poco.
– ¿Cambiaría el color que identifica la enfermedad?
– De momento no tengo un criterio sobre eso. El rosa es el que se le adjudicó. Pero sí me parece que es un color que parece como que le quita importancia, porque puede ser relajante, reconfortante, curativo. Esos conceptos me gustan. No me gusta tanto el uso que se hace del cáncer de mama y de lo rosa en la publicidad.
– ¿A qué se refiere?
– No hay tranparencia en los ingresos que genera el uso de todo esto por parte de muchísimas empresas. En el cáncer de mama hay esperanza, cada día más, pero eso no significa que sea algo positivo
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