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El doctor Rafel Olalde y la enfermera Yolanda Carrasco pasan consulta a un paciente con síntomas en el ambulatorio de Santutxu-Solokoetxe. Sergio García

Ambulatorios con las salas de espera vacías y centralitas que «echan humo»

Los centros de atención primaria volcados en contener el Covid-19 asisten a una caída de visitas conforme crece el seguimiento telefónico

Sábado, 4 de abril 2020, 02:14

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Beatriz Guijarro cruza el umbral del ambulatorio de Deusto con decisión. Está dispuesta a resolver la incertidumbre y a no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy. Su médico de cabecera le ha derivado allí -ella viene de Basurto- y tiene cita. Una enfermera le vierte en las manos una dosis generosa de gel y atiende sus explicaciones. «Me he levantado con todos los síntomas», asegura. «Fiebre, tos, dificultad para respirar, flojera...», va desgranando mientras pulsa el botón del ascensor con el codo. No está el patio para tonterías. Beatriz es una más de los miles de bilbaínos que se han acercado esta semana a los cuatro centros de atención primaria reconvertidos para atender en exclusiva el Covid-19. Además del de Deusto, están los de Rekalde, Doctor Areilza y Santutxu-Solokoetxe. El flujo de pacientes ha ido descendiendo de manera paulatina: los servicios desplegados para atender la emergencia o bien derivan a Basurto a las personas en estado más delicado, o las envían de vuelta a su casa con instrucciones estrictas y la promesa de un seguimiento telefónico para controlar la evolución de la infección.

Las salas de espera están vacías, pero basta con echar un vistazo al vestíbulo de atención al público para comprender que «la calma es sólo aparente», desliza Elena Guerra, responsable de Enfermería. Tampoco faltan los despistados que acuden en busca del especialista de digestivo o de mascarillas. Los auxiliares, atrincherados detrás de una fila de sillas, atienden los teléfonos, que echan humo, mientras un facultativo pertrechado hasta los dientes sale a la calle para atender a un paciente a domicilio. Fonendo, termómetro, pulsómetro para calcular la saturación de oxígeno en sangre... Y todo el material que necesita para aislarse del contagio y limpiarse después de cada visita. «Es tiempo de demostrar que somos un equipo», recuerda Guerra, conjurada para no dar tregua a ese 'bichito' que lleva semanas trayéndonos por el camino de la amargura.

El día a día de Elena tiene su correlato en cualquiera de los otros tres ambulatorios consagrados a luchar contra la epidemia. Son la primera línea de defensa, la carpa del triaje, la selección. El primer recurso llamado a poner orden en tiempos de desconcierto. Lo sabe bien Ana Menoyo, jefa de la Unidad Santutxu-Solokoetxe. Desde que se activó la 'zonificación', el jueves de la semana pasada, las ha vivido de todos los colores. «Los primeros días fue tremendo, ni te lo imaginas. Había que sectorizar el propio centro para separar la zona de patología respiratoria del resto, decidir el personal que lo iba a ocupar, adecuar las agendas de todos y ver quién cubría las consultas de Covid 'in situ' y quién las que se hacen por teléfono, por no hablar de la atención a domicilio».

Una enfermera coloca la mascarilla a un mayor en Deusto. Sergio García

Padres, «los más angustiados»

Ellos reciben a los pacientes que les derivan los médicos de cabecera o las enfermeras ante la sospecha de una mala evolución. «Se les explora y, si es necesario, se les hace una radiografía de tórax para ver el grado de afectación pulmonar, si hay o no neumonía». Si su estado reviste gravedad, se envía al infectado a Basurto en taxi o, si su situación es inestable, se moviliza una ambulancia de emergencias. Si la sintomatología es más leve, se le devuelve a su domicilio para su confinamiento y con instrucciones precisas: uso de baño individual, ventilar la habitación, lavarlo todo con agua, jabón y lejía... Un periodo de seguimiento que se prolonga por espacio de dos semanas.

El curso de los acontecimientos, asegura Menoyo, invita a un moderado optimismo. «Hace una semana, los médicos atendieron a 87 enfermos por Covid-19 y a 50 los de Enfermería. Ayer -por el jueves- fueron 28 y 22, respectivamente, lo cual da una idea de cómo evoluciona la propagación». Al contrario de lo que pueda parecer, «acuden menos ancianos -se quedan en casa- y va más gente de mediana edad y jóvenes». También sorprende la actitud de los pacientes, «sin nervios, ni apurados. Responden bien a las indicaciones por teléfono». Imanol Gago, responsable de Enfermería, es de la misma opinión. «Todos, incluidos los administrativos, el personal de la limpieza o los celadores, han estado a la altura. ¿Que hay limitaciones, que faltan cosas? Por supuesto. Esto no es algo que tengas programado en tu agenda de compras. Hay presión, pero saldremos adelante».

Desde su consulta de Pediatría, Carlos González escoge la cautela. «Hace una semana estábamos desolados y, aunque es cierto que la situación ha mejorado, todavía hay miedo de un repunte». No en vano, el objeto de sus desvelos es una población vulnerable y necesitada de especiales atenciones. «Los niños llegan bien al ambulatorio, lo ven como una oportunidad de salir del confinamiento. Son sus padres los que están angustiados». Es cierto que el Covid-19 se ha demostrado más leve en la infancia, «pero la capacidad de contagio es la misma», recuerda González. Y lanza una llamada de auxilio: «Necesitamos test y serología para detectar a los pacientes asintomáticos. Muchos están transmitiendo el virus sin saberlo». Claro como el agua.

La cifra

  • 4 son los ambulatorios de Bilbao dedicados en exclusiva a los enfermos de Covid-19: Deusto, Doctor Areilza, Rekalde y Santutxu-Solokoetxe. Desde allí, los casos más graves son derivados a Basurto, y los más leves al domicilio para su seguimiento telefónico.

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