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Reinserción entre vacas

En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

Viernes, 10 de agosto 2018, 22:52

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En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

Jonathan Nackstrand - AFP
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

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Jonathan Nackstrand - AFP
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
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Jonathan Nackstrand - AFP
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En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

Jonathan Nackstrand - AFP
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

Jonathan Nackstrand - AFP
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

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En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

Jonathan Nackstrand - AFP
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»
En Suecia, el país con menos reclusos del mundo, la granja de Rodjan, una prisión abierta en la ciudad de Mariestad, a 300 kilómetros de Estocolmo, es un establecimiento singular. No dispone de cámaras, barrotes o alambre de espino y los internos pueden desplazarse libremente por sus instalaciones. Sesenta de ellos se ocupan del mantenimiento y cortan el césped, y alrededor de diez, cuidan y ordeñan las vacas. Trabajan 35 horas semanales, cobran 40 euros y tienen dos días de descanso. La única medida es un recuento, por la mañana y por la noche. «Si hacen algo malo, dicen los responsables, son enviados a un centro con un nivel de seguridad más alto.»

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