¿Tenemos razones los vascos para ser tan fanfarrones?
De complexión privilegiada, pantagruélicos comiendo, con un matriarcado envidiable, una economía sin comparación, lazos de amistad indestructibles y una lengua ancestral y ultracomplicada... ¿se sostienen estos orgullos nacionales en la realidad o forman parte del terreno de los mitos? Repasemos
De los vascos se ha dicho y escrito mucho a lo largo de la historia. Y no siempre con acierto: ahí está esa referencia clásica que nos define como «el pueblo que baila» y..., bueno, aunque toda generalización conlleva dosis de injusticia y error, no parece descabellado decir que esta cualidad no es la más destacable entre los autóctonos de este rinconcito del mundo. Solo hay que pasearse por los bares de moda para desmentirla. ¿Y qué hay de todas esas cosas que decimos de los vascos los propios vascos? ¿A lo mejor tampoco son tan acertadas como creemos? Revisemos en qué estado se encuentran algunos de nuestros mayores motivos de orgullo nacional para ver si realmente tenemos razones más o menos objetivas para esa tierna chulería que se nos atribuye (y que, ojo, quizá sea otro estereotipo)?
Brutos y fuertes Altura, complexión y arrojo
¿Un poderío físico sin igual?
La realidad:
Es cierto, que, desde siempre, los vascos han tenido fama de ser los grandotes de la península. Y luego, con los tallajes de la 'mili' -los primeros y más fiables registros de datos antropométricos, ya que todos los varones pasaban por ese trámite-, se confirmó aquella apreciación. «Decían '¡ahí vienen los vascos, qué grandes!'», recuerda Ricardo Franco, presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao. Un estudio de la Universidad de Murcia basado en estas tablas indica que antes de la Guerra Civil, en 1934, los habitantes de Euskadi (los varones) medían una media de 1,68 metros (un centímetro más que los segundos con más estatura, que eran los catalanes y baleares). Y en 1980 la media de los autóctonos era de casi 1,76 (1,7581 metros exactamente), la mayor del país, en empate con los navarros..., pero ya solo unos milímetros por encima de los habitantes de otras ocho comunidades. Es decir, la ancestral altura de los vascos acabó siendo igualada... ¿Cómo va ahora? A falta de datos recientes -en 2001 se suprimió el servicio militar obligatorio-, los expertos consideran que la genética que daba a los vascos esa ventaja en la altura se ha ido diluyendo y ya somos más parecidos al resto de habitantes de la Península. De hecho, parece ser que los oriundos de la comarca aragonesa del Alto Gállego son los más altos de España, unos tres centímetros por encima de la media.
Lo que sí puede quedar es el hábito o la herencia cultural de lo que se hacía con esa poderosa envergadura: tareas 'brutas' y poner el cuerpo -o cuerpazo- al límite. ¿Qué opina Julian Iantzi, que desde 'El conquis' ve una y otra vez cómo los autóctonos comprueban la dureza de su carcasa? Hijo de un pastor vasco que marchó a Estados Unidos y gran conocedor de la emigración a Australia, el presentador lo tiene claro: «Cuando en Australia veían a un equipo de trabajadores vascos, su capacidad de trabajo y sus resultados... ya no querían otros. Trabajaban seis días a la semana y el séptimo, cuando descansaban, dedicaban su ocio a levantar piedras, jugar a pelota o cortar troncos... ¡así que los australianos flipaban!», relata. ¿Queda algo de aquello? «Hay gente dura en todos los sitios, pero, cuando la gente ve la intensidad con que apretamos a los concursantes en 'El conquis' y su aguante..., les llama la atención y dicen mucho eso de 'es que los vascos sois de otra pasta».
Algo que al actor Andoni Agirregomezkorta, que sigue el tema de la vasquidad con su monólogo 'Más vasco que la hostia', no le hace mucha gracia: «Estoy harto de ayudar a mis amigos de Madrid con las mudanzas por este tópico». Entonces, si ya no andamos haciendo masivamente deportes rurales ni nos entretienen las mudanzas, esa mítica fortaleza vasca, ¿en qué se nota? Al menos, según los datos del Eustat, tenemos una esperanza de vida que supera en unos siete meses la media nacional, aunque nos quedamos por debajo de los navarros, los madrileños y los castellano-leoneses.
Vida social
Presumimos de cuadrillas sólidas...
La realidad: Amigos para toda la vida hay en todos los sitios, pero aquí eso es religión. Aunque ojo también con este tópico. Ricardo Franco considera que, como otros muchos, se está diluyendo con las nuevas generaciones, «aunque todavía queda para rato». Según el psicólogo Enrique Huete -'semivasco', ya que ha pasado años vivendo en Euskadi, y entusiasta 'coleccionista' y divulgador de chistes sobre vascos-, «el sentimiento de grupo y de lealtad hacia él está muy arraigado, no es un mito. Jugar al mus, el txikiteo acompañado de cante, los txokos y sociedades gastronómicas... La importancia del grupo en el ocio es brutal en Euskadi». Así pues, sí, este aspecto puede ser para presumir, aunque a algunos foráneos tanta lealtad a prueba de bombas y tanto control social -la cuadrilla es un oráculo y su dictamen es sagrado para los miembros- puede resultar algo opresivo o, cuando menos, raro.
«¿Raro?¡Raros los de otros sitios que no saben lo que es una cuadrilla! Es que yo ni siquiera entiendo que hayan legalizado antes las parejas de hecho que las cuadrillas, ja, ja... ¡Son una institución! En la nuestra hay una chica y, cuando nos presentó al novio, este fue advertido de que de ese círculo no se podía salir por voluntad propia. Ahora están casados y tienen dos hijos y jura que ha respetado siempre a la chavala, tal y como le dijimos al principio, que no se explica lo de los dos niños...», bromea Agirregomezkorta. ¿O lo dice en serio?
Comilones
Comemos y bebemos como leones
La realidad: No hay mayor índice de obesidad que en otras comunidades, ni tampoco de alcoholismo. «Estamos en la media», resume Ricardo Franco. Tampoco es cierto que en Euskadi haya más bares que en otros sitios para cultivar el comercio y el bebercio. El estudio 'Benditos bares en datos', de la Federación Española de Hostelería y Coca-Cola, recoge que el pueblo con más locales por habitante (15,7 por cada mil ciudadanos) es Sallent de Gállego, y por detrás van Comillas (Cantabria) y Peníscola (Castellón). El cuarto y el quinto son Noja y Potes, ahí al lado, pero en el top 10 no aparece ningun municipio vasco, y entre las diez provincias con más bares per cápita tampoco asomamos la cabeza.
No bebemos tanto como solemos creer: según el INE, menos que asturianos, castellano-leoneses y castellanomanchegos. Y parece que la fama de 'tripones', de comer raciones pantagruélicas, también es puro mito. «Lo que pasa es que nos gusta comer bien, eso sí, el vasco es de paladar fino para comer y para libar», resume Franco. No se come tan abundante en todos los restaurantes y bares -hay zonas, como Asturias o Galicia, donde las raciones son mucho mayores- y, de hecho, platos típicos como el chuletón, las cazuelitas de bacalao o chipirones y los pescados asados se sacan muchas veces para compartir. Y, luego, los pintxos son eso, pintxos, bocados deliciosos pero pequeñitos (y a menudo, por su mimada elaboración, caros). «Nos hacen 'tripones' los de otras comunidades. Nos provocan. Que no se te ocurra ir a comer con algún amigo de fuera y pedirte una ensalada en lugar de un chuletón o una infusión en vez de un pacharán, que te dicen '¿qué pasa con el vasco?'. Y, por no defraudar, pues haces el sacrificio», comenta Agirregomezkorta. Huete, por su parte, da una explicación psicológica a este extremo: «Forma parte del humor de los vascos, que es el de la exageración desde la simpatía, no desde la prepotencia. A los vascos les encanta ensalzar los estereotipos y reírse de ellos mismos. Es algo muy sano», indica el psicólogo.
Matriarcado
¿¿¿A tope con el matriarcado???
La realidad: Algo queda, sí, pero tiene mucho de tópico. Agirregomezkorta aporta su visión: «¿Quién está a la cabeza del Gobierno vasco y de las diputaciones? Queda mucho por hacer». «Yo, en los años que viví en Euskadi, tampoco lo he visto», reflexiona Huete. «Yo lo que sí veo es que hay muchos hombres que son 'amazulo', apegados a la madre..., pero poco más», añade Ricardo Franco. Si hoy en día la sociedad vasca es bastante igualitaria comparada con otras viene por otras razones -políticas de igualdad, un bienestar social que se traduce en mejor educación- y no por la tradición. La escritora alavesa Toti Martínez de Lezea, en las investigaciones históricas para dar forma a sus novelas, se ha topado con el matriarcado, claro. «Es la creencia en una diosa madre (fecundidad, familia, futuro) en contraposición al patriarcado (un dios padre que significa orden, organización y gobierno, que fue el que trajo el cristianismo). En Euskadi, como en todas las sociedades, se empezó con al matriarcado hasta que llegó el cristianismo, pero aquí, sobre todo en las zonas de montaña y costa, lo hizo muy tarde, sobre el siglo V», detalla la escritora. Ese tiempo 'extra' de matriarcado ha dejado huella y sorprendió a los romanos cuando llegaron a estas tierras, ya que vieron «que la organización de la casa estaba en manos de las mujeres, que eran propietarias, además: heredaban ellas si sus padres así lo querían, en otros lugares todo pasaba a los varones». Pero, ojo, «solo mandaban de puertas para adentro y por razones prácticas: los hombres muchas veces se ausentaban porque iban a pescar, a cazar o a las guerras». ¿Se notan estas peculiaridades históricas hoy en día? «Mmmmm... ¿cuántas alcaldesas o gobernadoras hay?», pregunta la escritora.
Sueldos
Ganamos más y la calidad de vida... sin comparación
La realidad: Cuántas veces habremos dicho u oído eso de que en Euskadi se vive como en ningún sitio... Puede ser amor al terruño, claro, pero objetivamente, en términos económicos, los habitantes de nuestra comunidad tienen argumentos para pensar así. A nivel nacional, el salario mensual bruto es de unos 2.038 euros, cantidad que varía mucho de un lugar a otro, según datos del INE. Y los vascos salen bien parados: con 2.564 euros mensuales (por trabajar a jornada completa) es la segunda comunidad donde más dinero se gana, después de la de Madrid, con 2.579 euros. Muy lejos de los colistas, Extremadura y Canarias, que rondan los 1.900, aunque, por supuesto, también estamos en los puestos de cabeza en cuanto a precios. «La calidad de vida es buena y hasta el clima y la geografía ayudan -explica Ricardo Franco-. Por eso Euskadi es una 'pequeña Suiza', como el título de la película». Con datos de 2021, el Índice de Desarrollo Humano de la sociedad vasca está entre los más altos del mundo: si lo intercalamos entre los 194 países del mundo, quedaría en el puesto 14, a la altura de Canadá, según datos elaborados por el Eustat atendiendo a los criterios del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Euskera
La lengua más ancestral y difícil
La realidad: Que es antiquísima resulta innegable. En cuanto a la dificultad, ¿está entre las complicadas? Fuera de nuestras mugas creen que sí, aunque tampoco saben decir muy bien por qué. Quizá por algunos estudios, como uno realizado por el Ministerio de Exteriores británico, que en su día concluyó que la lengua vasca era el idioma más difícil de aprender -¡entre los 6.000 que existen en el mundo!-. Quizá sean unos exagerados los embajadores y diplomáticos internacionales de la Foreign Office británica, originarios de 23 países diferentes, que así lo determinaron y que pusieron al húngaro, el chino y el polaco justo por dentrás en la escala de dificultad. Lázaro Pérez, riojano afincado en Bilbao, ha estudiado euskera -con sus conocimientos puede presentarse al EGA, así que se le supone un buen nivel- y admite «que es una lengua apasionante y muy entretenida de aprender». «Su complejidad para mi es que no se parece a otras que conozco, como el inglés o el francés, pero también conozco a gente que dicen que el euskera les resultó más fáciles. Será como todo en la vida, depende de lo motivado que estés», apunta. De hecho, sectores docentes indican que hay adultos -por supuesto, los críos lo dominan mucho más rápido- que en uno o dos años consiguen hablar euskera sin ningún problema. Así que mito desterrado. «A la gente le gusta el euskera más de lo que admite», añade Andoni Agirregomezkorta, quien considera que es una pequeña joya a conservar y que hay que cuidar. Así lo hace él en casa con sus peques. «¿Complicada? Qué va. Pero depende de a quién preguntes, si se lo planteas a Toni Cantó... te saldrá con alguna teoría rara. Pero, hablando en serio, de eso sí que podemos presumir. Es una legua preciosa y es nuestra y de nadie más». Bueno, aunque nos toman 'prestados' los nombres cada vez más. Ane, June, Iker, Jon, Markel...