Siempre que algún cazador se pase de la raya y genere inseguridad alguna por pequeña que sea rápidamente los anticaza ponen a caldo a todo ... el colectivo. Sin embargo cuando la administración es la responsable ¡Ay amigo! Con la iglesia hemos topado, son muchos los estómagos agradecidos que van a guardar absoluto silencio por la cuenta que les trae a la hora de pasar por caja vía subvenciones. Es el caso de los faros protectores de la navegación, donde las aves migratorias sufren la irresistible atracción durante el curso de sus vuelos nocturnos a lo largo del litoral. Son atraídas desde gran distancia siguiendo en un vuelo circular a los rayos fascinadores. Lo hacen con viento sur moderado, cielo oscuro o lluvioso en septiembre, octubre, noviembre, marzo y abril, produciendo un enjambre diabólico alrededor de los faros. Antiguamente se sospechaba que iban a chocar ciegamente contra las paredes de la torre. Sin embargo la gran mayoría son víctimas del agotamiento, cansadas por el vuelo incesante alrededor de los haces deslumbradores. La rapidez con que las aves giran es extraordinaria, mayor incluso que la velocidad de rotación del foco luminoso. El número de aves que mueren los días de tormenta es muy considerable. Entiendo ¡como no! que la vida de los navegantes está por encima de los animales ¡faltaría más! Pero cuando el problema tiene solución como es el caso, los responsables políticos deben tomar cartas en el asunto. Que sepa yo nadie ha movido ficha.
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