«Al principio no sabes lo que va a pasar y te sientes muy solo»
A los 6 años, Kimetz Renteria tenía muy claro que era un niño y no una niña, pero, como esa idea tan nítida no coincidía ... con lo que opinaba el resto del mundo, llegó a una conclusión lógica: «Empecé a pensar que estaba loco», recuerda hoy este bilbaíno de 20 años, estudiante de Psicología. Los tiempos habían cambiado con respecto a la infancia de Aitzole, su compañera en estas páginas, y de hecho la experiencia de Kimetz ha resultado ya más plácida, menos traumática. Pero seguía sin haber modelos que le sirviesen de guía en un camino tan difícil: «El único referente era La Veneno, a la que llevaban a la televisión para ridiculizarla. Además, pensaba que había solo mujeres y que era cosa de personas adultas».
«Hoy los niños oyen sobre la transexualidad. Alguno se verá como yo, se lo explicarán y sabrá que no está mal de la cabeza»
nueva época
Con 15 años, se puso a investigar y por fin logró ir desenmarañando las ideas sobre su identidad. «Al principio no sabes lo que va a pasar y te sientes muy solo. Aceptarte a ti mismo, entenderte, es lo más duro». Los primeros a los que se lo explicó fueron sus amigos: «Sabía que no les iba a importar, mientras que con mi familia tenía dudas. Prefería contar con un salvavidas, un espacio seguro fuera de casa». Sin embargo, la conversación decisiva con su madre es uno de esos momentos que evidencian una nueva época: «A mi madre le encantaba mi pelo largo. Me rapé la cabeza, fui con un gorro a casa y le dije que tenía que decirle algo. No encontraba las palabras. Me quité el gorro y mi madre me miró y me preguntó: '¿Eres trans?'».
Qué maravilla, ¿no? «Sí, también es verdad que llevaba un año presentándole a toda la gente trans que conocía y poniendo vídeos -se ríe Kimetz-. Luego, como yo quería que la gente lo supiera pero no quería ir diciéndolo, mi madre mandó un texto a todos sus contactos de WhatsApp». La familia aún le reservaba más sorpresas: «Mi amama es una señora burgalesa de ochenta y tantos años, muy religiosa, y se lo tomó muy bien. Ahora les habla a sus amigas de su 'nuevo nieto'. He tenido muchísima suerte con mi familia: si no, no sé lo que habría sido de mi vida».
«He tenido muchísima suerte. Mi amama, de ochenta y tantos años y muy religiosa, habla ahora de su 'nuevo nieto'»
la familia
Activista voluntario
Kimetz acometió los cambios registrales hace tres años: «Como aún era menor, no podía cambiarme legalmente el sexo, solo el nombre. En realidad, se encargaron mis padres. Lo otro aún no lo he cambiado, no lo necesito», explica. ¿Eligió él mismo su nombre? «Con mi madre y mi hermana. Quería un nombre en euskera que empezara por A, porque mi nombre empezaba por A, pero todos estaban ya en mi clase y me gustó el significado de Kimetz, 'brote'». Por supuesto, tuvo que pasar por el psiquiatra de cara al tratamiento hormonal: «Te tienen que 'diagnosticar' la transexualidad, pero fue bastante normal».
Hoy, Kimetz es lo que él llama «activista voluntario», para recalcar que esa faceta de divulgación no es algo que deba asumir por fuerza cualquier miembro del colectivo. La labor pedagógica ha allanado el camino a las siguientes generaciones: «Las cosas han cambiado muchísimo para bien. Naizen está haciendo mucho por visibilizarlo y normalizarlo y los niños oyen hablar de la transexualidad: alguno se verá como yo, se lo explicarán en la escuela y sabrá que no está mal de la cabeza». A su juicio, la nueva ley supone «un pequeño cambio, pero inmenso para muchas personas».
- ¿Cuál sería el ideal?
- Que no tuvieses que poner el género en el DNI.
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